Y golpea y golpea, y me siento en tranquilidad, y camino en medio de un caos organizado, un caos autoprovocado y poco deseado, y mi camino se ve borroso, lo obstaculizan quienes deberían aclararlo, me impiden llegar a donde debo llegar, y duele de a poquitos, y golpea y golpea y me tranquiliza.
El metal golpea mi cuerpo con tal ferocidad que mis entrañas gritan de la emoción, y mi cabeza da vueltas y el frenesí es demasiado, demasiado para mí, para cualquiera, pero no duele, se saborea, uno, dos, tres, y caigo, y me contorsiono, y es tranquilidad en su estado menos puro y para nada latente.
Aunque los pensamientos, más temprano que tarde, se hacen sentir con esa intensidad que nos hace escucharlos atentamente, muy atentamente, a pesar de que no siempre nos digan la verdad, a pesar de que nos hundan más con ideas que no necesariamente son ciertas; pero la duda queda plantada, y ya no sé.