sábado, 10 de abril de 2010

Adiós a mi más dulce chocolate



I will take your heartache

I will take your tears

I will take your sadness
And all your pain
And all your fears

--Believe, de Mullmuzzler


Hoy recibí la peor noticia de los últimos siete años, quizás la segunda peor noticia de mi vida, algo que ya venía temiendo que sucediese desde hace varios meses pero que no por ello dejó de tener en mí un impacto tan devastador. Mi Luna de chocolate, mi adorada perra labrador, dejó el mundo tres días atrás.

Apenas me dijeron esto no tuve mayor reacción que sentirme apenado y quedarme en silencio unos minutos. Incluso pasé gran parte del día como si nada hubiese pasado, quizás inconscientemente negándome a creer que realmente pasó, y no fue sino hasta hace un par de horas que el golpe se hizo sentir con toda su fuerza. No me había sentido así en mucho tiempo, no había llorado de tal manera ni tenido que soportar tremendo pesar desde que falleció mi abuelo siete años atrás, y hago la comparación justamente por la similitud que encuentro entre ellos. A ambos los perdí por culpa de cáncer, a ambos los tomé por sentado en algún momento de mi vida, por alguna estúpida razón no estuve con ellos en sus últimos momentos, ambos han sido seres muy queridos para mí, y ambos me han enseñado muchísimas cosas. Me siento culpable especialmente por lo segundo, por no preocuparme lo suficiente por ellos cuando más necesitaban atención, por concentrarme en otros asuntos y no en quienes más importaban. Quizás sea por esto que no dejo de sentirme tan mal.

Luna habría cumplido doce largos años dentro diecinueve días, justamente el día de mi cumpleaños. El compartir nuestra fecha de nacimiento era una de las miles de cosas que hacía nuestra conexión tan estrecha. En tiempos en que comenzaba a habituarme a vivir por primera vez en casa de mi papá, ella fue quien me hizo compañía, era mi protectora y  la principal razón por la que soportaba estar en esa casa donde aún no confiaba en nadie. Con ella podía hablar de mis miedos, de mis sueños, de mis ideas y no sentirme criticado o tomado poco en serio. Y aunque durante una etapa bastante oscura la traté muy mal, me perdonó incondicionalmente y no dejó de quererme. Y desde ese momento en adelante, gracias especialmente a ella, es que di el giro que ayudó a que quisiera mejorar como persona. Nuestra relación fue tan curiosa y especial que ella para mí nunca fue un perro, sino una hermana, y hubo veces en las que me gustaba imaginarla como un ser humano convertido en animal.

Ya había dicho antes que Luna hizo un voto de silencio, que luego de años de conversaciones decidió callar para siempre. Hizo una ligera excepción en un momento, pero se mantuvo firme el resto del tiempo, y aunque nunca sabré con exactitud el propósito de esta actitud, algo me dice que consiguió exactamente lo que quería. Así, siguiendo su ejemplo, cada noche que la luna se asome en el cielo como lo hizo el día en que le di nombre a mi Luna de chocolate, le dedicaré unos minutos de silencio en su honor. Y puede tener por seguro que jamás la olvidaré y que tendré su recuerdo en mi corazón por siempre.

3 comentarios:

Roderic Day dijo...

:(

RIP Luna.

dIROLE dijo...

Donde quiera que esté, seguro debe estar pasándola mejor que nosotros.

Alessandra dijo...

Te entiendo, hace 4 anhos adoptamos a un perro, han pasado 4 anhos y ya es parte de nuestra pequenha familia no imaginaria la vida sin el. En esos 4 breves anhos hemos pasado por mucho.
Espero que ahora estes mejor y la recuerdes siempre como tu fiel hermana.

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