lunes, 28 de septiembre de 2009

La hora de los monos


I've seen pain, so much pain

In every shape and size

I feel scared, oh so scared for human kind

--What kind of animal

El problema de despertar tarde en la mañana de un día de semana no es llegar tarde a la oficina, sino enfrentarme a lo que ahora conozco como "la hora de los monos".
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Se me ocurren cientos de situaciones en las que puedo dar ejemplo de cómo el ser humano puede comportarse como un animal, cómo llega a un punto en el que olvida que es un ser pensante que coexiste con otros iguales a él y busca satisfacer sus necesidades a expensas de los demás, cómo regresa a un estado primitivo, salvaje. Hoy puedo agregar una más a la lista.
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El paradero más cercano a mi casa está debajo del puente Primavera, donde tomar un micro pasadas las ocho y media de la mañana se vuelve un caos tremendo. Por lo general prefiero caminar un poco más lejos y conseguir uno en un paradero anterior, pero de todas formas debo pasar por el puente y presenciar el espectáculo que se da cada día. Esta mañana, sin embargo, algo más captó mi atención.
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Como siempre, las personas esperaban al borde de la acera el siguiente carro que pasara. Una vez que uno llegase, la gente comenzaría a empujar y embestirse unos contra otros para poder subir y obtener un asiento o siquiera un lugar. Esto ya me había sorprendido antes, la fiereza con que algunos se abalanzan al micro, la falta de orden, la desesperación por no tener que seguir esperando otra combi. Pero ahora vi algo que me dejó especialmente asombrado, molesto y hasta decepcionado. Una anciana que apenas podía sostenerse a sí misma se encontraba en medio de la multitud tratando en vano de hacerse paso, pero resto de personas no la dejaba pasar, solo seguían avanzando, empujando, tratando de meterse al carro antes que los otros. Yo hubiese creído que en el momento en el que la señora cayó al suelo se habrían detenido a ayudarla o al menos habrían hecho algo, pero solo una chica lo hizo, el resto ni la tomó en cuenta, no se percataron de que pudieron haberla pisado o golpeado o algo mucho peor. Felizmente la señora se encontraba bien, un poco alterada, pero bien.
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Este suceso me dejó con el estómago revuelto. Hasta ese punto llegan los seres humanos cuando se trata de ser egoístas o desconsiderados, a ignorar a quienes los rodean, a no preocuparse por el daño que hacen. Definitivamente este no es el peor caso con el que me he topado o con el que podría expresar una desilusión total con respecto a las personas, pero no dejo de pensar en lo de esta mañana ni en lo parecidas que se veían estas personas a monos, y hasta me apena usar de comparación a estos animales que no le han hecho nada a nadie.
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Me quedo con una pregunta: ¿Se habrían detenido si, por el contrario, la señora hubiese resultado herida?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

Las cosas suceden por la increíble ilusión de la falta de tiempo. Aunque una de nuestras más renombradas mentes ya dijo que el tiempo es relativo, y otras que uno se "hace" el tiempo, seguimos intentando abarcarlo todo desde nuestra pequeña y hermosa existencia.

Una voz de esperanza es lo que necesitamos, y tú tomaste un camino para expresar la tuya.

dIROLE dijo...

Siempre habrá espacio para la esperanza, pero pienso que no debemos conformarnos solo con ella, sino también expresarnos a través de actos, tomar iniciativas y, en lugar de esperar un cambio, ayudar a que suceda.

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