sábado, 26 de diciembre de 2009

No más distancias


You are stuck in the circle, chasing yourself
With no way out there's one thing you must learn
At the end of the day
There's no more bridges to burn

--Trial and error, de Nightingale


En un post pasado apenas mencioné un asunto que me había propuesto resolver. Y hoy, luego de casi dos meses, intentaré escribir los detalles que omití.

Alguna otra vez dije que uno de mis más grandes errores es el haber perdido contacto con los compañeros de mi segundo colegio. No me arrepiento por completo de esto, pues muchas de las personas que conocí ahí me hicieron pasar muy malos ratos, pero sí he vivido los últimos dos años sintiéndome culpable por alejarme de los pocos amigos que hice y que no se merecían el trato que les he dado.

Las razones de este alejamiento me fueron extrañas por mucho tiempo. Tuve teorías, medité mucho al respecto y hasta hice comparaciones con la escasa relación que tuve con mi madre. La conclusión a la que llegué me dejó más que insatisfecho, pero no consigo dar otra explicación que se acerque más a una verdad acertada. Lo que creo es que al hacer a un lado a mis amigos también hacía a un lado la persona que yo era, el adolescente extremadamente tímido, inseguro y poco sociable, resumiéndolo muchísimo. Básicamente escapé de todo eso, de la noción que ellos tenían de mí, con la intención de reinventarme, mejorar como persona; en definitiva, ser diferente. El error fue suponer que ellos eran parte del problema. Lo peor, no obstante, es que esta actitud no menguó con los amigos del colegio, sino que perduró hasta mis primeros años universitarios, y así he ido perdiendo amistades valiosas, de las formas más inmaduras y estúpidas.

Por mucho tiempo tuve problemas con definir qué era la amistad, qué significaban los amigos, muy ligado a una desconfianza innata que creo poseer. Puedo culpar a mí mamá por esto, pero no sirve buscar errores en otros cuando uno mismo ya los comete. En todo caso, lo que debe hacerse es utilizar esto como punto de partida y avanzar desde ahí, entender por qué se hace tal o cual cosa y tomar medidas para evitar cometer más errores similares en el futuro. Y no solo eso, también encontrar la manera de enmendar todas esas equivocaciones ya cometidas. Y eso es justamente lo que me propuse hacer.

Si bien la idea de comunicarme con mis viejos amigos ha rondado mi cabeza por mucho tiempo, por cobardía y por miedo al rechazo he aplazado toda búsqueda de reconciliación. Y, contrario a mi punto anterior, sí puedo agradecerle algo a mi mamá. Gracias a su aparición y a la resolución de ese asunto pude rescatar dos cosas: la primera, que nunca es tarde para pedir perdón; y la segunda, que no hay nada más difícil que confrontar el problema de una vida, por lo tanto el resto de situaciones serán más fáciles de resolver. Y con esto decidí poner fin a un silencio que debía haber sido roto tiempo atrás.

Los últimos dos meses me he dedicado, principalmente, a contactarme con los tres mejores amigos que tuve en el colegio, darles una explicación de mi comportamiento y pedirles perdón. Esto ha sido mil veces más fácil de lo que esperaba, lo que comprueba que ambos puntos mencionados en el párrafo son ciertos. Pero no me he detenido aquí. Dándole un aspecto positivo a la idea que dio inicio a este problema del alejamiento, y a pesar de ser muy diferente a como fui los últimos años de mi vida escolar, me he propuesto dar (y estoy dando) los pasos necesarios para convertirme en esa mejor persona que me propuse ser y que, no sin esfuerzo, tengo como meta volverme.

viernes, 18 de diciembre de 2009

Foto-afición


Oh the light can carry
All the visions of the sea
Oh the light can carry
All the images to me

--Available light, de Rush



Después de diez clases de Fotografía, y con una cantidad increíble de información aprendida de por medio, me toca presentar un trabajo final para el último día. Mi primera opción estaba relacionada con el ciclismo, pero no se me ocurría cómo volverlo un documental siendo yo el fotógrafo y no ya el ciclista. Luego pensé en literatura. Portadas de libros, cuentos en plena creación, hojas, etc., pero no me convenció. Así que elegí una tercera alternativa, los partidos de fútbol.


El primer partido al que asistí fue más una especie experimento, pues sabía bien que al no tener un lente teleobjetivo que me permitiese capturar adecuadamente a los jugadores desde una distancia alejada no obtendría muy buenas tomas. La mayoría de fotos que conseguí salieron borrosas o mal encuadradas, pero pude capturar algunos momentos precisos que salieron más por suerte que por técnica (la foto de este post es uno de ellos).

En el segundo partido las cosas cambiaron. Esta vez tomé en cuenta todos los errores que cometí durante mi primera visita y utilicé otro tipo de acercamiento (literalmente). Corrí de un lado para otro con cámara en mano como si fuese un jugador más en la cancha, me volví parte del partido en tanto estaba pegado al balón en cada oportunidad que se presentaba y, en lugar de esperar una jugada crucial, traté de fotografiar cada movimiento interesante. Todo sin ser una molestia en el campo.

Ahora que tengo todas las fotos, comparo los resultados y encuentro puntos positivos y negativos en ambas sesiones. Si bien tomé más en la segunda, la primera contiene mejores, por ejemplo. O, también, la primera está plagada de paisajes, mientras la segunda tiene más retratos y detalles. Lo que cuenta es que tengo un poco de todo, suficiente para hacer un buen trabajo aun sin utilizar el lente necesario. El lunes terminaré el curso, pero mi interés por la fotografía va en aumento, así que veo el inicio de algo grande por venir.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Las piezas del rompecabezas humano (segunda parte)


Half of the time we're gone but we don't know where
And we don't know where

--The only living boy in New York, de Simon & Garfunkel


El primero de los temas que mencionaba es la elección de una carrera profesional. Es una decisión altamente importante porque prácticamente define el resto de nuestras vidas, y el reto está en que, por lo general, ésta debe tomarse a una edad en que tal vez no se tome con la seguridad necesaria. En mi caso, recuerdo que un año antes de salir del colegio estaba decidido a estudiar Ingenieria de sistemas. Y en lo que restó de ese año cambié de opinión varias veces, pues tuve como opciones Ingeniería informática, Ingeniería industrial, Filosofía, Literatura y Periodismo antes de quedarme con mi actual decisión, Psicología. Esa gran indecisión se debió en parte a mi falta de información por un lado, y a mi poca madurez por otro.

Durante casi tres años he estado seguro de mi elección, hasta que entré en una gran crisis poco antes de terminar el año pasado. Esa crisis me hizo dudar no solo de mis decisiones con respecto a la carrera, sino también con relación a los estudios como un todo, a una educación universitaria. Esto fue lo que en última medida me hizo querer viajar por el Perú en bicicleta (que es otra historia), una forma de encontrar rumbo propio, un sentido mayor que el de vivir la vida como el resto de personas. No hace falta decir que este viaje nunca se dio, pero aún así he podido pensar en mucho en todo este tema, y aún así he llegado a una conclusión satisfactoria. Sin embargo, esa misma crisis del año pasado llegó hace tres meses, si bien con menos potencia, sí con mucha presión por parte de mi familia.

Aquí es donde este tema se une con el segundo, el más general, y con la idea principal de estos dos posts. He pasado poco más de dos meses dudando nuevamente de mí mismo e informándome sobre otras carreras con la finalidad de no sentir que las descarto por desconocerlas ni porque mi familia me aconseja que estudie otra cosa. Pero estas últimas semanas, la seguridad que me abandonó por tanto tiempo ha regresado, no ilesa, pero fuerte. Con ella y con lo que he averiguado de otras carreras puedo estar seguro de que Psicología es mi mejor opción dentro de lo que se refiere al estudio. Este fue mi "examen a libro abierto", donde a pesar de obtener ayuda de muchas fuentes, en última instancia tuve que llegar a la respuesta por mí cuenta. Y junto con esto he podido resolver tantas otras incógnitas y tantos otros problemas, así como balancear mi vida hasta llegar a un punto donde puedo sentirme bien, realmente bien.

Sin embargo, regreso a lo que dio inicio a todo esto: ¿Cómo sé que lo que hago es lo mejor? No parto de una inseguridad, sino de una preocupación. Me preocupa que al elegir ciertas piezas esté dejando de lado otras iguales o mejores. Siempre cabe la posibilidad de que en el camino que estoy tomando estoy pasando por alto muchas cosas, varias que el futuro podrían servirme. Quizás, más allá de que Psicología sea lo que más me guste, exista algo en lo que soy mejor. O que al estudiar en una universidad pierda la oportunidad de hacer otra cosa que pudiese brindar un futuro más feliz. La experiencia me ha enseñado las dos caras de la misma moneda, que es posible tomar ciertas piezas que no elegimos la primera vez, y que algunas de las que sí obtuvimos en un comienzo pueden no encajar a la larga.

La conclusión, o lo más cercano a una, es que no hay forma de saberlo enteramente. Si tuviésemos las respuestas de antemano no solo estaríamos haciendo trampa, sino también viviendo una vida aburrida y sin emoción. Pero ni con toda la información del mundo podemos estar seguros de que esos temas importantes podrán ser decididos correctamente. Se trata, finalmente, de no tomarlos a la ligera, pensarlos con la seriedad adecuada, elegir con sensatez y aceptar lo que venga como resultado. Como armar un rompecabezas.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Las piezas del rompecabezas humano (primera parte)


I remember you told me once
What could be the answer to it all
The answer to my soul

--Alive, de Circus Maximus



La última semana he tenido la cabeza enfocada intensamente en un tema, que es derivado de muchas de las cosas que me han sucedido a lo largo del año, y a la cual aún no consigo respuesta. Quizás escribiéndola pueda tener la idea más clara.


Imaginando que la vida es una enorme caja de un rompecabezas infinito, y que cada uno de nosotros, cada decisión, cada acto y cada experiencia es una pieza, se podría ver la existencia, y lo que vamos adquiriendo en ella, como el encaje de diferentes partes de este rompecabezas. Es como si nuestra vida estuviese compuesta por piezas iniciales (genética, factores hereditarios), y que mientras pasa el tiempo vamos añadiendo más de ellas (experiencias, aprendizajes). La metáfora puede ser algo confusa, pero quería presentarla porque fue con ella como di con la idea principal y como he intentado confrontarla: Dentro de aquellas piezas sobre las que tenemos control (decisiones y actos, por ejemplo), ¿cómo podemos saber cuáles son las indicadas? Básicamente, ¿cómo sé que lo que hago es lo mejor?

Es fácil responderlo cuando vemos hacia atrás, el camino que nos ha traído hasta donde estamos, pues ya sabemos las consecuencias de nuestras acciones. Lo difícil es proyectarnos en el futuro con este poco conocimiento, que puede o no ayudarnos. Cuando se trata de decisiones de alta importancia, lo más probable es que no nos quedemos solo con lo que hemos aprendido sino que busquemos consejo en aquellos que saben más. El problema se presenta cuando la respuesta que buscamos no es tan simple como un "sí" o un "no", cuando luego de juntar nuestra experiencia con la de otros nos vemos en la seria tarea de encontrar la solución con estos elementos, que no siempre serán los necesarios. Si lo viésemos como un examen, sería uno de "a libro abierto", donde la respuesta no se encuentra exclusivamente en la información que ya tenemos. Lo que vale es el uso adecuado del sentido común, del criterio y de un razonamiento que tomen en cuenta cada factor que pueda estar ligado con el rollo del asunto.

Hablando en términos concretos, tengo dos asuntos en mi vida que me llevan a pesar en todo esto, uno específico y el otro mucho más general que abarca al anterior. Pero para no hacer este post más largo de lo que ya es, dejaré este tema para mañana o pasado.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Al parecer el fin del mundo tiene fecha



--Visions, de Stratovarius



Ayer vi la película 2012 y me dejó pensando en muchas cosas, especialmente porque fui a verla luego de haber sido bombardeado con las ideas de mi papá, ideas que yo pongo en duda más por escepticismo que por rebeldía.


Supuestamente, según el fenómeno del calendario Maya y algunas fuentes como videos, libros e investigaciones, el mundo acabará en el año 2012. Esto lo aprendí por mi papá, quien, fiel a su movimiento "New Age" y el espiritualismo que ello conlleva, dijo que más podría tomarse como un cambio en el pensamiento de la humanidad y no tanto una serie de cataclismos apocalípticos. No he investigado mucho al respecto, pero la idea básica que he conseguido es que tanto el calendario Maya como el resto de noticias relacionadas al tema son bastante inexactas, por no decir completamente. Yo me inclino a pensar que es un fenómeno parecido al que surgió unos años antes del 2000, pero con un poco más de información chatarra de por medio. Puedo equivocarme, claro, puedo estar eligiendo el bando equivocado, pero no lo creo así.

La película, en realidad, tiene un poco que ver con todo este tema. Lo que hace es reunir todas las ideas de cada una de las fuentes que predicen este cataclismo y hasta inventar o exagerar algunas para causar un mayor impacto. Mi papá la vio antes que yo, y su opinión fue justamente la que hubiese esperado de su parte, no le gustó. Deduzco que porque no hubo un cambio espiritual, y sí una destrucción masiva del planeta y sus habitantes. En mi caso, me voy del lado contrario. No es una buena película, definitivamente, al menos eso pienso debido a la historia, pero sí entretiene y cumple con lo que toda película debería, mantenerte interesado y disfrutarla. Fui a verla, honestamente, porque quería ver cómo el mundo se destruía.

Algunos pueden tomarla como una moraleja, relacionándolo más con el calentamiento global y sus posibles devastadoras consecuencias, que me parece mucho más acertado que pensar en la alineación de los planetas como signo del Apocalipsis. Yo, por ejemplo, lo veo así, como una serie de mensajes. Y me encantaría pensar que la humanidad tendrá un cambio de pensamiento o que se dará inicio a una nueva era, pero lo encuentro poco probable, y me cuesta más creerlo si le ponen fecha exacta. Puedo creer en muchas cosas y tener ideas soñadoras, místicas y míticas, pero todo tiene un límite.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Sin ti otra vez


Hark me now and let me go
To far away lands and distant shores
An angel at my side

--Magic ride, de Ayreon


Un par de días atrás me despedí de mi bicicleta una vez más, y ya voy sintiendo el peso de querer pedalear por la calles y no poder hacerlo. La última vez que sucedió esto fue hace unos meses, cuando la llanta trasera murió después de recibir mil pinchaduras y sobrevivir a todas excepto a la última. Antes de eso, un año atrás, fue el timón que se rompió sorpresivamente mientras iba por una avenida congestionada. Y mucho antes fueron los pedales, aunque estoy seguro que estos se rompieron por capricho.

Felizmente, esta vez no hay nada roto, solo unas pequeñas fallas con los cambios. Así que aproveché para mandarla a que le hagan un mantenimiento general, le cambien el aceite y le afinen el motor (que no tiene). Siempre me quejo de lo mala que es esa bicicleta, cómo luego de solo un año y medio (y de repente dos) la he tenido que reparar tantas veces, pero también he pensado que parte de la culpa debe ser mía, ya que a veces suelo forzarla tanto como fuerzo a mí mismo por pedalear unos kilómetros más.

Hasta que no tenga el dinero suficiente, seguiré con esta bicicleta, seguiré mejorándola, añadiéndole nuevos implementos y cuidándola. Después de todo, en momentos como estos es cuando me doy cuenta de que sin ella la paso bastante mal.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Libros y punto


I wanted more
Than life could ever grant me

--Today, de The Smashing Pumpkins



Hace unos días pasé por la Feria del libro en el Museo de la Nación. La última feria de este tipo a la que fui, sin contar las que hacen en mi universidad, fue hace tres años, y luego de aquella me dije que pasaría un buen tiempo hasta que volviera a ir a una.


En otro post mencioné lo mucho que disfruto de la lectura y cómo el haber sido inculcado a leer desde muy pequeño ha influenciado mi gusto y forma de escribir. Es justo por este disfrute que me encanta visitar librerías, pero hace un tiempo adquirí el mal hábito de salir de ellas con al menos un libro bajo el brazo, y desde entonces me cuesta acercarme a ellas (a menos que vaya sin dinero). Esto por esta misma razón que dejé de ir a ferias, un evento que me deja intranquilo y con ganas de comprar todo lo que veo. En el último al que fui terminé gastando más de trescientos soles.

Recientemente me he encontrado leyendo muy pocas novelas que me dejen con una sensación de satisfacción, de haber utilizado bien mi tiempo en leerlas. No porque sean mala literatura, sino por cuestión de gustos, puesto que la mayoría no las he elegido yo sino que me las han regalado o las he encontrado en los estantes de mi abuela. Y movido por esta razón (¿excusa?) fui a la feria de este año. Esta vez me fue más fácil controlar mis impulsos derrochadores, ya que al estar casi sin un centavo (debido a mi nueva cámara) tuve que elegir bien qué compraría y no irme cargado con una montaña de libros.

Estos son los que compré: Los testamentos traicionados, de Milan Kundera (mi autor favorito); Antes del fin, de Ernesto Sábato (primera autobiografía que me estoy atreviendo a leer); y La rebelión de Atlas, de Ayn Rand (recomendado por la amiga "excéntrica" de una amiga...).

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