You are stuck in the circle, chasing yourself
With no way out there's one thing you must learn
At the end of the day
There's no more bridges to burn
--Trial and error, de Nightingale
En un post pasado apenas mencioné un asunto que me había propuesto resolver. Y hoy, luego de casi dos meses, intentaré escribir los detalles que omití.
Alguna otra vez dije que uno de mis más grandes errores es el haber perdido contacto con los compañeros de mi segundo colegio. No me arrepiento por completo de esto, pues muchas de las personas que conocí ahí me hicieron pasar muy malos ratos, pero sí he vivido los últimos dos años sintiéndome culpable por alejarme de los pocos amigos que hice y que no se merecían el trato que les he dado.
Las razones de este alejamiento me fueron extrañas por mucho tiempo. Tuve teorías, medité mucho al respecto y hasta hice comparaciones con la escasa relación que tuve con mi madre. La conclusión a la que llegué me dejó más que insatisfecho, pero no consigo dar otra explicación que se acerque más a una verdad acertada. Lo que creo es que al hacer a un lado a mis amigos también hacía a un lado la persona que yo era, el adolescente extremadamente tímido, inseguro y poco sociable, resumiéndolo muchísimo. Básicamente escapé de todo eso, de la noción que ellos tenían de mí, con la intención de reinventarme, mejorar como persona; en definitiva, ser diferente. El error fue suponer que ellos eran parte del problema. Lo peor, no obstante, es que esta actitud no menguó con los amigos del colegio, sino que perduró hasta mis primeros años universitarios, y así he ido perdiendo amistades valiosas, de las formas más inmaduras y estúpidas.
Por mucho tiempo tuve problemas con definir qué era la amistad, qué significaban los amigos, muy ligado a una desconfianza innata que creo poseer. Puedo culpar a mí mamá por esto, pero no sirve buscar errores en otros cuando uno mismo ya los comete. En todo caso, lo que debe hacerse es utilizar esto como punto de partida y avanzar desde ahí, entender por qué se hace tal o cual cosa y tomar medidas para evitar cometer más errores similares en el futuro. Y no solo eso, también encontrar la manera de enmendar todas esas equivocaciones ya cometidas. Y eso es justamente lo que me propuse hacer.
Si bien la idea de comunicarme con mis viejos amigos ha rondado mi cabeza por mucho tiempo, por cobardía y por miedo al rechazo he aplazado toda búsqueda de reconciliación. Y, contrario a mi punto anterior, sí puedo agradecerle algo a mi mamá. Gracias a su aparición y a la resolución de ese asunto pude rescatar dos cosas: la primera, que nunca es tarde para pedir perdón; y la segunda, que no hay nada más difícil que confrontar el problema de una vida, por lo tanto el resto de situaciones serán más fáciles de resolver. Y con esto decidí poner fin a un silencio que debía haber sido roto tiempo atrás.
Los últimos dos meses me he dedicado, principalmente, a contactarme con los tres mejores amigos que tuve en el colegio, darles una explicación de mi comportamiento y pedirles perdón. Esto ha sido mil veces más fácil de lo que esperaba, lo que comprueba que ambos puntos mencionados en el párrafo son ciertos. Pero no me he detenido aquí. Dándole un aspecto positivo a la idea que dio inicio a este problema del alejamiento, y a pesar de ser muy diferente a como fui los últimos años de mi vida escolar, me he propuesto dar (y estoy dando) los pasos necesarios para convertirme en esa mejor persona que me propuse ser y que, no sin esfuerzo, tengo como meta volverme.