viernes, 17 de abril de 2009

Soñando despierto (tercera parte)


I can't seem to face up to the facts
I'm tense and nervous and I
Can't relax
I can't sleep 'cause my bed's on fire
Don't touch me I'm a real live wire

--Psycho Killer, de Talking Heads


Lo primero que vi al cerrar los ojos fue, evidentemente, oscuridad, pero poco a poco esta fue siendo invadida por colores, patrones, figuras simétricas que oscilaban caóticamente, un mundo psicodélico que no podía creer real. Abrí los ojos intentado ver cómo se encontraban los demás, pero recordé que el asistente dijo que la experiencia era personal, que no debíamos acercarnos ni tocar a los demás incluso si veíamos que padecían algún dolor. En otras palabras, estaba solo, ya no metafóricamente solo entre varias personas, ahora sí literalmente.

Comencé a sentir cómo mi cuerpo se hacía más y más pesado, mis movimientos eran lentos y torpes, sentía como si estuviese en uno de esos horribles sueños en los que intento correr pero me muevo increíblemente despacio. Vi que el amigo que me había invitado permanecía cruzado de piernas, con la cabeza gacha y los ojos cerrados, así que decidí hacer lo mismo y concentrarme en cualquier cosa. Los colores seguían ahí, bailando inmutadamente, como si nunca hubiesen desaparecido a pesar de haber abierto los ojos, y el dolor de estómago también parecía seguir presente, solo que estaba vez un poco más persistente.

El tiempo pasaba, pero no tenía noción de él en lo absoluto, podría jurar que habían pasado horas cuando tal vez solo fueron minutos, y cuando el sueño me vencía ocasionalmente despertaba luego sintiendo el cansancio de días de haber dormido sentado. El asistente del chamán hablaba de ser un solo cerebro y, sugestionado por sus palabras, con los ojos abiertos, vi las cabezas de los demás derretirse de a pocos y convertirse en humo negro que flotaba ondulantemente hasta el techo y formaba una masa grisácea. Cerré los ojos inmediatamente, asustado y volví a caer dormido, o pensé estarlo.

En un momento comencé a sonreír, mi rostro formaba la expresión sin que yo mismo me decidiera a hacerlo. No hice nada para evitarlo. Pero la sonrisa fue ocasionando algo curioso, algo que cosquilleaba mi adolorido estómago y que luego fue subiendo por mi garganta y haciendo que me picara, pero me  contuve en el instante en el que supe que estaba punto de reventar en carcajadas, una risa que no tenía nada como ocasionante, una risa individual, una risa que apenas y podía resistir. Lo único que impedía que riera era el pensar que debía ser respetuoso con todos, que no podía perturbar sus propias experiencias.

El canto ocasional del asistente y, más adelante, del chamán me hacían moverme, casi bailando a su ritmo con el cuello, otra expresión de mi ser sobre la que no tenía control y que no dejaba de asustarme. Pronto mi brazo izquierdo empezó a temblar frenéticamente y el derecho parecía no funcionar en absoluto, quise gritar, avisarles a todos que algo malo podía estarme pasando, que de repente la mezcla me había hecho daño y que podía estar entrando en algún estado no deseado. Pero callé, por miedo, por verguenza, por orgullo y por saber que estaba exagerando, que todo esto era efecto de la poderosa planta.

Con los ojos cerrados no sabía si estaba dormido y soñado o despierto y alucinando. Veía situaciones de mi vida cotidiana ser transformadas poco a poco en hechos absurdos, me escuchaba conversar con alguien para luego darme cuenta de que era yo mismo quien hablaba y respondía, observaba sentimientos y emociones como si fuesen objetos; era una experiencia perturbadora, una vivencia que ya estaba sobrepasando los límites de mi tolerancia emocional. Pero entre las cosas que veía y experimentaba, creí estar delineando mis errores, yo mismo me decía "es tu error más grande" o "aquí la cagaste furiosamente" o "¿por qué estás hablándote a ti mismo?", y mi cabeza racionalizó todo esto como el inicio de la curación. Pensé que el darme cuenta de mis faltas era parte del proceso mediante el cual mis heridas irían siendo curadas. Entre pensamientos volví a caer dormido, y entre que despertaba y soñaba no dejaba de desear que todo acabase de una buena vez.

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