Hoy tomé la decisión de ir al zoológico, un poco por aliviar mi estado anímico y otro poco por alejarme de las personas. Creí que no sería un buen día, pues apenas llegué descubrí que mi cámara nueva ya no podía tomar fotos, sino solo filmar, cosa que me molestó muchísimo. Además, no había ni un alma en ninguno de los establecimientos de comida ni en algunos puestos donde vendían regalos, por lo que tuve que aguantar el hambre hasta que estuve de vuelta en el hotel. Por si no fuese poco lo anterior, varios de los animales no estaban en exhibición debido a la época del año. Pensé que había gastado mi plata solo para caminar por un zoológico sin gente y sin animales, pero solo hasta que entré al acuario y quedé maravillado con todas las criaturas marinas que vi ahí, así como con algunos reptiles y anfibios con los que me encontré en otro edificio.
El día que había comenzado mal fue mejorando cuando descubrí que varios de los animales que antes no habían estado en exhibición ahora saludaban desde sus jaulas, cosa que me apenó de cierta manera pero que aún así me alegró por el hecho de poder verlos después de todo. Me sentí como un niño de nuevo, me asombré con todo lo que vi como si lo estuviese viendo con ojos nuevos; me arrodillé, me eché, pegué mi cara contra los vidrios, corrí de un lado para otro y hasta salté de la emoción. Había olvidado cuánto me encantan los animales.
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