Hoy presencié la esencia de la desesperación que bulle en mí desde hace ya un buen tiempo, salió por medio de uno de los gritos más fuertes que alguna vez haya escuchado salir de mis entrañas y quedó congelado por la nieve y el viento una vez que huyó de mis labios. El miedo, sumado a una impotencia paralizadora, me envolvió en su manto de terror y quedé solo y de hielo, nada más que un témpano con la boca abierta y el corazón más negro que el carbón, como si la experiencia más traumática se hubiese visto conglomerada en un copo de nieve, multiplicada por tantos granos de arena hay en el mundo. Quise morir, quise caer y decir que ya no puedo, pero solo pude pronunciar dos palabras: "¿Por qué?"
1 comentario:
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