jueves, 21 de mayo de 2009

Aquello de lo que están hechos los sueños


Dying swans twisted wings, beauty not needed here

Lost my love, lost my life, in this garden of fear

I have seen many things, in a lifetime alone

Mother love is no more, bring this savage back home

--Brave new world, de Metallica


Ayer me topé con una película que no he visto en años, casi la misma cantidad de tiempo que me distancia del día en que leí el libro en el que está basada. Me refiero a Un mundo feliz (también conocido como Brave new world), de Aldous Huxley.

La diferencia entre película y obra literaria es grande, pero la idea principal se mantiene, un mundo no exactamente futurista pero sí distinto, una sociedad que se llama a sí misma civilización y que está distribuida por clases o castas, que se distingue de otra que denomina salvaje (que en el libro aparece como lo que hoy entendemos por culturas primitivas y en la película como nuestra sociedad actual). Hay cientos de cosas por mencionar y comparar, asuntos que me atraen por romper con lo que hoy se toma como inquebrantable, y temas un poco más rígidos que desapruebo por completo.

No recuerdo cómo se desenvuelve una parte particular de la historia en la novela, pero en la película choca un poco. La primera vez que la vi, años atrás, no debió haberme causado mucha impresión, puesto que no recordaba la escena, y por ello esta segunda oportunidad me ha tomado por sorpresa. El protagonista, Bernard Marx, habla con uno de los salvajes (persona que ha vivido toda su vida en la sociedad "no civilizada") y le explica que se puede querer la comida o deporte favorito, pero no a otra persona, ya que se considera como un acto posesivo y egoísta, que puede resultar poco saludable el dirigir toda la emoción y pensamiento hacia una sola persona. Esto me llamó mucho la atención.

Me hizo pensar que, efectivamente, sin las emociones no podría llamársenos humanos, no tendríamos compás ni metas ni interéses ni deseo alguno. Paradójicamente, estaríamos muertos desde el día en nacemos. Por todo esto, entiendo que los sentimientos son realmente poderosos, más de lo que uno podría pensar, pues son, en última instancia, el motor que nos da vida, aquello que nos dirige y que le da sentido a nuestras vidas, el componente mental que me atrevería a decir sobrepasa en importancia incluso a la razón. Podemos pensar lógicamente, podemos ver causas y consecuencias, podemos resolver ecuaciones matemáticas, entender la escritura y comunicarnos, pero nada de eso tendría valía sin un corazón que nos haga funcionar. Sería, a fin de cuentas, tener el 'cómo' pero no el 'para qué'. Y esto es apenas una de las cosas que salta de la película.

2 comentarios:

m dijo...

no he visto esta película, suena interesante, acabo de ponerla en mi lista...

dIROLE dijo...

Como película no es exactamente una obra de arte, pero los mensajes que transmite impulsan la reflección, y eso es lo que la hace una buena historia.

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