The sky was clear and pretty
The air was quick and still
Now I'm not one to soon forget
And I'll bet I never will
--A nightmare to remember, de Dream Theater
Escarbando entre mis cajones encontré un objeto que utilicé por un tiempo hace muchos años, una pulsera. Para cualquier observador fue solo eso una especie de adorno, y a veces también un motivo para burlarse de mí en el colegio (inocente como solía ser), pero este pedazo delgado de metal era más que eso, fue parte de una etapa (no muy) oscura de mi vida.
Tanto mi papá como mi madrastra están metidos de lleno en el tema del yoga, no solo en practicarlo unas cuantas veces por semana, sino que también van a las conferencias, invitan a los maestros más reconocidos, compran arte budista hasta por gusto y mantienen un estilo de vida acorde a las enseñanzas de esa religión. Yo tengo mis propias creencias, muy diferentes a lo que han tratando (en vano) de enseñarme, y no le encuentro mucho sosiego a esta fe, así que no me considero parte de ella. Sin embargo, cuando recién comenzaban a iniciarse en ella, me llamó un poco la atención, y fue por ello que accedí a portar esta pulsera que decían tenía cierta energía y que haría algo bueno con mi aura.
La empecé a utilizar todos los días y en todo momento, no me la quitaba ni para dormir ni para bañarme ni para asistir al colegio, casi convencido de que energías positivas me rodearían si no me la quitaba. Siempre he creído en fuerzas místicas, hasta hoy me dejo llevar por algunas, pero esto fue lo más fuerte que alguna vez experimenté. Cada vez que soñaba no era sobre cosas del día a día o tampoco sobre optimismo materializado en actos, sino todo lo contrario. Desde el día que me puse esa pulsera tuve pesadilla tras pesadilla, algún mal sueño que me malograba la noche y que me quitaba las ganas de seguir durmiendo. Esto fue así por un poco más de dos semanas. Al principio no tenía idea de qué podía estar causándolas, hasta que hice la asociación y entendí que se trataba del maldito pedazo de metal en mi muñeca. Comencé a dormir sin él y llevarlo puesto el resto del día, pero nada cambió. Hasta que dejé de usarlo por completo y las pesadillas dejaron de aparecer.
No culpo a la pulsera de haberme quitado las ganas de unirme al budismo o a practicar yoga, pero sí de quitarme por un tiempo el gusto por la misticidad en el mundo. Ahora que la he encontrado después de haberla guardado durante tantos años, no pienso volver a ponérmela por nada, sino que cavilo entre mi siguiente acción. Puedo regresársela a mi papá y decirle que no la quiero o darle alguna excusa un poco más sensible, o botarla. Siempre permanece la idea de seguir guardándola y utilizarla para algún experimento o algo parecido, pero prefiero dejarla en paz y olvidarme de ella. Pase lo que pase, no volverá a mi muñeca.
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