Este día ha sido considerablemente particular, pues me ha hecho pensar en muchas cosas y me ha hecho notar que el rumbo que le he dado a mi vida es el correcto, que estoy en el camino indicado. Me fui al cine con mi prima a ver Coraline, una película que guardaba significados bastante profundos, de los cuales pude salvar algunos cuantos que seguramente me ayudarán a escribir post siguientes. Salí del cine con una sensación de energía, como si mi batería interna metafórica hubiese sido cargada al máximo, por lo que opté por ir al centro de la ciudad en bicicleta, solo que esta vez estaba por mi cuenta y sin ningún tipo de mapa u objeto que me permitiera orientarme, solo tenía mi propia cabeza.
Me perdí (varias veces). Traté de tomar la misma ruta que había utilizado al ir con mi tío días atrás, pero mi memoria se volvía difusa pasado cierto punto, especialmente porque todas las calles son bastante parecidas y el camino no es exactamente recto (a pesar de que hayan avenidas que lo sean). Llegué a un punto en el que me quise regresar, dejar a un lado mis ganas de volver a ver el enorme río o de pasear por esos parques que me ponen los pelos de punto de manera positiva, pero no dejé que el miedo me convirtiera en su presa y seguí adelante, tomando caminos que no conocía y tratando de llegar a un lugar sin saber cómo ir a él. Después de una hora (quince minutos más que la última vez) logré encontrar el parque en el que estuve días antes y subí el edificio/estacionamiento al que subí el lunes. Me sentí realizado al saber que no me rendí ante el primer tropezón. El regreso fue más fácil porque tomé una ruta más directa, pero no menos aburrida, pues pude tomar fotos interesantes y recrear la vista con paisajes que mi memoria no olvidará nunca.
Una de las particularidades de este día es que pude hablar con mi tío como lo hice hace un poco más de un año atrás, cuando fue de visita a Lima. Justo en la mañana estaba pensando sobre eso, y resultó que en la noche se dio de nuevo. Los temas tocados no fueron tan profundos como los de la vez pasada, pero sin duda me ayudó mucho escucharlo, tanto como muchas otras veces que hemos conversado sobre diferentes cosas. En un punto me preguntó si tenía alguna clase de mentor, alguien con quien pudiese sentirme cómodo y hablarle de mis sentimientos, y le respondí, pero callé algo que espero poder decir antes de irme, que en los últimos días él me ha ayudado a definir y tomar fuerzas respecto a mi pasión, respecto a montar bicicleta, y es el único de mis familiares que me ha tomado en serio en cada momento, sin dudar de mis decisiones ni poner a prueba o truncar mis sueños. Así que si de mentores se trata, probablemente él es el mejor que haya tenido.
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