The only way you'll ever learn a thing
Is to admit that you know absolutely nothing
Oh nothing
Think about this carefully
You might not get another chance to speak freely
Oh freely
--Old enough, de The Raconteurs
Daba por el parque uno de esos paseos nocturnos que amo tanto, cuando sentí una mirada posarse sobre mí, noté el recorrido que hizo por mi cuerpo de cabeza a pies, por lo que tomé asiento en una de las bancas cercanas y simulé estar pensando cuando en realidad buscaba tranquilamente la fuente de esta mirada, los ojos que comenzaban a ponerme nervioso, a la persona que debía haberle llamado la atención por razones que en ese momento ni se me ocurrían. Esperé, busqué, hasta que supe qué pasaba.
Un gato azul salió de entre unos arbustos aledaños a la banca y se sentó exactamente frente a mí, a casi un metro de distancia. Asumo que para el ser humano corriente lo que más hubiese resaltado de este hecho sería el color del delgado animal que no dejaba de mirarme, pero lo que más me ensimismó fue esa sonrisa que llevaba en la boca. No aguanté ni un segundo y le pregunté qué encontraba gracioso. No me respondió inmediatamente, demoró lo que demoraría parpadear cerca de cinco o seis veces, cambió su mirada reflexiva a una de leve asombro y me dijo lo siguiente: "no eres el primero que le habla a un gato azul, pero sí el primero que espera una respuesta de su parte". Hubo un silencio momentáneo, y luego continuó. "Parece que un gato ya no puede salir a la calle con una sonrisa en el rostro sin que algún humano lo encuentre asombroso o fuera de lo común." Una vez que hubo callado lamió su pata derecha, la pasó por encima de su oreja un par de veces, me regaló una sonrisa y escapó por entre los arbustos sin permitirme decirle algo, tal vez pedirle disculpas.
Mientras caminaba a casa pensaba que no volvería a ver a ese extraño gato azul, pero cuando estaba a media cuadra de mi destino escuché una voz detrás de mí. "No deberías salir de tu hogar a estas horas de la noche," me dijo el pequeño felino. "Es la mejor hora, cuando no hay ni un alma en las calles y puedo dedicarme a pensar más que en cualquier otro momento del día," le respondí. "Ni un alma, dices. ¿Eres de esos que cree que los animales no tenemos almas?" Estaba a punto de pedirle perdón por mi apresurada respuesta, pero este comenzó a reír y habló nuevamente entre carcajadas: "No me hagas caso, solo juego contigo. Hace un buen rato esperabas una respuesta de mi parte; te la daré. ¿Qué encuentro gracioso? Todas las noches estoy en ese parque, y la mayoría de ellas te veo llegar, sentarte y mirar las estrellas; '¿qué tornillo se le habrá zafado a este humano?', me pregunto siempre. Y esta noche quise averiguar qué te sucedía exactamente, así que me acerqué y utilicé mi famoso truco de la mirada, el cual te hizo correr nerviosamente a tu habitual banca. Eso es lo que me causó gracia. Tal vez sí estás loco, o tal vez has hablado con otros animales antes. Cualquiera sea el caso, me gustó conocerte, y espero verte mañana".
Cuando estuve de vuelta en mi casa, sacando un poco de leche de la refrigeradora, no pude evitar pensar en el nombre Nix. Espero que al pequeño felino azulado le guste el nombre, a pesar de ser uno femenino. Esta noche sabré qué opina.
2 comentarios:
Jaja, buenísimo, Dirole. Me ha sorprendido mucho tu encuentro surrealista con el gato Nix. Tengo entendido que a los animales no les gusta que se les ponga nombre, pero éste tampoco parece uno normal y corriente... (¿O quizá sí?).
A mí también me encantan los paseos nocturnos. Hay un relato de Ray Bradbury titulado "El peatón", ambientado en un futuro en el que las autoridades reprimen todo comportamiento humano que se salga de lo normal. Todo comienza cuando al protagonista lo detienen por salir a pasear de madrugada. Saludos.
Aún no me explico el por qué de tanto temor por parte de las personas hacia aquello que no comprenden, pero de a pocos le voy encontrado lógica. Revisaré el relato, tal vez aclare la situación ;)
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