martes, 10 de marzo de 2009

El televisor y las rubias del cuarto 124


You keep your distance with a system of touch
And gentle persuasion
I'm lost in admiration, could I need you this much?
Oh, you're wasting my time
You're just wasting time

-- Head over heels, de Tears for fears


Muchas cosas extrañas han sucedido desde que llegué a este país, cosas que podrían pasarle a cualquiera si se dejan impresionar fácilmente o si están abiertos a nuevas experiencias. Hay dos situaciones en particular que me han llamado mucho la atención, la primera por haberse dado dos veces en diferentes lugares, y la segunda por tratarse de sospechosos tratos bajo las narices de los encargados del hotel.

Unas pocas semanas después de haber llegado a Pensilvania, luego de regresar de hacer compras y estando en el estacionamiento del hotel, un chico de no más de veinticinco años de edad acompañado por un amigo suyo de edad similar detiene su camioneta cerca de mí y me llama. La primera vez que lo hace me hago el loco y sigo caminando, pero a la segunda volteo para no llamar la atención ni parecer malcriado (aunque algo me decía que no era una situación en la que la cortesía podía estar involucrada) y me dice lo siguiente: "¿Estás interesado en una televisión con pantalla de plasma? Tengo una aquí en la parte de atrás de mi camioneta, ¿quieres verla?" No necesitaba ser demasiado inteligente como para imaginar qué pasaría si me acercaba a su maletera, pero podía equivocarme, aunque aún así le dije repetidas veces que no estaba interesado y seguí mi camino después de que el chico se despidió amablemente sin decir más.

Todo aquello me llamó la atención, pero no demasiado, y pensé que podía haberme salvado de algún tipo de secuestro, violación o quién sabe qué. Tal vez realmente quería venderme una televisión, tal vez era un chico que necesitaba dinero para ayudar a algún familiar a pagar una operación que resultaría salvándole la vida, y el que me hubiese negado siquiera a mirarla podría haberlo hecho sentir mal hasta el punto de perder las esperanzas. Pero ni por un segundo pensaba arriesgarme a averiguarlo, no si cabía la más mínima posibilidad de ser yo el que terminara en la maletera. Me llamó más la atención cuando el mismo chico, acompañado de su mismo amigo, se cruzó conmigo hace unas semanas cuando salía de cobrar mi cheque en el banco. Me hizo la misma pregunta, se dirigió a mí de la misma manera, pero presionó un poco menos. No pasó nada fuera de lo común, pero me pareció extraña la situación, cualquiera que fuese el significado que tuviese o si realmente hubiese un televisor en la maletera de esa camioneta.

Lo segundo pasó hace unos días. Me he hecho un tanto amigo de uno de los encargados de la recepción en el lobby, un chico de dieciocho años con gustos peculiares pero bastante extrovertido y hablador. No veía nada raro en él, hasta que comencé a notar que cada vez que él trabajaba solo, en las noches, llegaban dos chicas rubias por separado, y más tarde algunos amigos suyos. Las cosas no parecían extrañas, hasta que uno de sus amigos, aparentemente drogado, se acercó a mí mientras utilizaba mi computadora en una de las mesas del lobby y me comenzó a hablar de mujeres, de cómo le gustaban, qué le gustaba que le hicieran, preguntaba si quiesiera estar con una en ese momento porque podría conseguírmela, pasó a preguntar mi nacionalidad, de dónde venía y por cuánto me quedaba. Fue la primera vez que he mentido tanto en tan poco tiempo, todo por ser dejado en paz.

Claro, lo anterior parece normal hasta cierto punto. Pero me hizo tener una leve sospecha que luego fue aumentando en fuerza, y es que pienso que el recepcionista puede estar teniendo un pequeño negocio clandestino sin que el gerente esté al tanto de ello (o quién sabe, tal vez sí lo está). Se me ocurre que, de alguna manera, está consiguiendo mujeres para él y para sus amigos, e utiliza los cuartos del hotel como punto de encuentro sin que exista algún pago por los cuartos. Existe la posibilidad de que me equivoque, de que este chico sea más tranquilo de lo que pienso (especialmente por la clase de libros que lee), pero si algo he aprendido durante mi vida, es que las personas nunca son lo que parecen, nunca se muestran completamente. Así que, negocio o no negocio, hay algo sospechoso, y puede que una de estas noches me aventure a averiguar qué es. Llevaré mi cámara.

[No es la canción que da inicio al post, pero es igualmente buena]

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