I don't know whose side I'm on
I don't think that I belong round here
If I left the stage would that be wrong?
-- Prodigal, de Porcupine Tree
Uno de los dramas que adornan mi vida familiar se dio cuando falleció mi abuelo hace seis años y se desató una guerra ocasionada por la herencia, como suele suceder en muchísimas familias. Los cuatro años que siguieron a la muerte de mi abuelo fueron los más duros, pues cada parte de la familia ofrecía un punto de vista distinto con relación a todo el asunto, y yo, al estar en medio de todo, al ser el punto neutral en medio de dos bandos enemigos, era bombardeado con ideas de cada lado que no hacían más que contaminar mi cabeza y confundir mis sentimientos.
Pasados esos cuatro años, las cosas parecieron aminorar en fuerza, aunque la guerra seguía demasiado vívida. El contacto entre los bandos era mínimo, pero si es que lo había solo servía para reavivar la disputa. Nadie dejaba de intentar meter ideas en mi cabeza, ya sea explicando la situación o atacando al otro lado a través de mí con palabras disfrazadas para reducir el impulso con que se decían. Nunca me sentí tan perdido como entonces, inseguro con respecto a quién creer o a quién seguir.
Hasta hoy sigue esta guerra familiar, tal vez mucho menos fuerte de como empezó, pero no parece haber un fin delimitado, solo más problemas, inseguridades y sermones. Ni bien llego a Lima ya soy bombardeado de nuevo por mi abuela (sin olvidar que recibí un bombardeo parecido por mi tía en Savannah), y mi papá ya me avisó que habrá otro más este domingo que voy a su casa. Por supuesto, sigo en el medio, pero ahora más seguro de lo que creo y en dónde pertenesco. No me inclino hacia nadie, no favorezco a uno por encima del otro, no doy la razón a ninguno ni armo conclusiones en base a perspectivas diferentes, estoy por mi cuenta y de parte de todos, eterno neutral. No es mi pelea, no tengo una causa por la cual luchar, y no siento que deba unir a la familiar nuevamente, no cuando esta ya ha estado peleándose desde antes de que yo naciera por mil y un razones.
Doy punto final a un tema que me ha tenido intranquilo por demasiado tiempo. Pueden decir o pedirme lo que quieran, no pienso inmiscuirme entre personas que me quieren y a quienes les guardo mucho respeto, el suficiente como para no ayudarlos a perpetuar esta guerra que, para mí, dejó de tener sentido tiempo atrás. Llámenme egoísta, pero no puedo seguir siendo mensajero ni pienso convetirme en mártir de ninguna causa, especialmente si todo esto surgió debido a un fallecido que, estoy seguro, mira todo esto (dondequiera que esté) con el mismo asco que yo. Me disculpo por ellos, papapa.
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