Have we ever been here before?
Running headlong at the floor
Leave me dreaming on a railway track
Wrap me up and send me back
-- Pure narcotic, de Porcupine Tree
Esta madrugada llegué a donde todo comenzó, al país que me vio nacer, que me vio partir y que me recibió después de tres largos meses, luego de una aventura inolvidable. Ayer, antes de salir rumbo al aeropuerto, ya sentía la enorme dificultad que suponía desprenderme del tipo de vida al que me había acostumbrado, y fue justamente por ello que no miré atrás cuando subí al carro y preferí no subir al cuarto a despedirme de mis nuevos amigos; el miedo a decir adiós fue más fuerte que yo, y me arrepiento mucho de haberme rendido así de fácil.
El par de vuelos solo logró que terminara por desencantarme de los aviones, pues viajé incómodo y con demasiadas maletas de mano, sin contar el desperdicio de plata por llevar equipaje con sobrepeso (mi impulsividad a la hora de comprar jugó parte importante en esto), así que no solo llegué hecho un saco de sudor, sino también preocupado porque mi xbox recibió un par de golpes en el camino. Si vuelvo a viajar así, iré calato (o con menos cosas, en todo caso).
Me chocó mucho el cambio de temperatura, lo primero que sentí, de un frío desequilibrante a un calor asfixiante; ya van cuatro veces en un solo día que he tenido que bañarme por sudar todo lo que no sudé en Pensilvania. Otro cambio fue el idioma, español por todos lados y en boca de todos, lo que me facilita mil veces la comunicación, por lo que ahora podré hablar mucho mejor, incluso mejor que antes de irme. Una tercera cosa fue la comida, la deliciosa, bien sazonada, con gusto y familiar comida que devoré en el almuerzo. Si bien no me dolió comer cosas insulsas en Estados Unidos, siempre tuve un hincón en el estómago que me hacía recordar con demasiada insistencia que extrañaba la peruanidad en las comidas. Y un último cambio, uno que me hace avergonzar por una parte, fue volver a un país donde la discriminación está más a la vista. No quiero sentirme diferente de nadie, no quiero volver a ver a las personas como estratos sociales o como tonalidades de color como mi familia me ha impuesto solapadamente, sino tener esa noción de que todos somos iguales como un principio y como una demostración en acto.
Después de regresar al lado de mi mayor ser querido, mi abuela, me siento seguro nuevamente, pero no dispuesto a recuperar mi título de nieto engreído y flojo. Nieto sin lugar a dudas, y orgulloso de serlo, pero definitivamente más inclinado a aportar la ayuda que se necesite y a demostrar que no doy nada por sentado, sino que me lo ganaré día a día con el esfuerzo de mi atención, cariño e independencia. Mis hermanas son las siguientes en mi lista, y no solo las compensaré con besos, abrazos y regalos, también con las mismas enseñanzas que yo aprendí demasiado tarde en mi vida y que a ellas les serán muy necesarias. Y por el lado de mi queridísima amiga Ale, además de haber confesiones pendientes, existe una incondicionalidad prometida que ya es tiempo de otorgar, sin medias verdades ni medios acobardamientos.
Como dije días atrás, hoy debía comenzar el cambio (y así ha sucedido). El camino es largo y duro, pero los primeros pasos han sido dados y la siguiente fase en mi extensa lista, comenzar mi entrenamiento en un gimnasio, no podrá ser iniciada sin antes dar explicaciones a mi papá de mi retiro temporal de la universidad. ¿Me arrepiento de mis decisiones? Las señales que la vida me ha estado enviando estos últimos días me demuestran que voy por el sendero correcto, así que es cuestión de afrontar las consecuencias con la seguridad de que obtendré lo que quiero, lo que el destino tiene preparado para mí. Estoy de vuelta, no siendo una nueva persona pero sí mejor.
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