lunes, 12 de diciembre de 2016

Sobre las grandes ideas

Fuente: https://cdn.pixabay.com/photo/2014/11/03/10/47/notes-514998_960_720.jpg

It's hard to recognize the real thing
It comes along once in a while

--Grand designs, de Rush


Siempre me he considerado una persona creativa, y tengo la suerte de trabajar en una industria donde la creatividad es materia prima. Y, como muchas otras actividades, el desarrollo de videojuegos se nutre con las buenas ideas.

El problema con aquellas es que suelen tardar en llegar. Y cuando llegan, no siempre es fácil diferenciarlas de las que no funcionan. Más aún, ciertas buenas ideas parecen no serlo al inicio, pero luego de darles varias vueltas, tras mirarlas desde otra perspectiva y trabajarlas un poco, se dejan ver por lo que verdaderamente son.

Además, suele haber un proceso previo a su obtención, proceso que puede durar minutos, horas o incluso días. A veces tenemos el lujo del tiempo y simplemente dejamos a nuestra mente trabajar tras bambalinas; pero, por lo general, hay una presión que nos obliga a llegar a la idea lo antes posible. Cada uno tiene su método, su propio proceso creativo, y la forma como se maneja esa presión define, para bien o para mal, el tipo de idea que obtendremos.

En mi caso, dejo que mi mente trabaje en modo automático hasta detectar algo, lo que sea, que pueda transformarse en aquello que busco. Por ejemplo, uno de los juegos que actualmente diseño nació a partir de los primeros cinco segundos de una película; vi, literalmente, líneas verticales blancas y paralelas en un fondo negro y mi cabeza dijo "Ahí está nuestro próximo éxito". Otra idea la tuve gracias a una imagen que vi en un sueño, y una tercera mientras orinaba en el baño.

Con esto quiero decir que las ideas pueden llegar desde cualquier parte; la fuente de inspiración puede ser cualquier cosa. Pero para que realmente sea buena, la idea necesita ser trabajada. Las tres que mencioné en el párrafo anterior fueron el punto de partida, fueron transformadas, pulidas, para así convertirlas en algo que verdaderamente pueda llamarse único, original.

Y la satisfacción de llegar a ellas, de llamarlas buenas tras el esfuerzo de pensar y repensar qué funciona y qué no, es la razón por la que amo lo que hago.

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