martes, 27 de diciembre de 2011

Sólo amor


Fuente: http://th00.deviantart.net/fs71/PRE/f/2011/338/5/2/circulation_by_greno89-d4i7plf.jpg

First time you feel it it might make you sad
Next time you feel it it might make you mad

--The power of love, de Huey Lewis & The News


Un par de meses atrás se me ocurrió preguntarle a una amiga si alguna vez se había enamorado. La respuesta que me dio fue un tanto evasiva y terminó hablándome sobre "la química" en el amor, específicamente sobre la activación neuronal y las investigaciones que rodean aquella teoría. No sé hasta qué punto realmente piensa de esa manera o si intentaba cambiar el tema, pero me pareció una respuesta bastante anti-romántica (a pesar de coincidir con ella en algunos puntos), muy probablemente porque reducir la interacción entre personas a su más mínima expresión, al menos fuera de un ámbito científico, puede llevarnos a perder esa calidad de estupefacción característica de las relaciones humanas, especialmente si hablamos de amor.

La pregunta nació luego de que me pusiese a pensar en mis propias experiencias y de que me preguntase exactamente lo mismo: ¿Alguna vez me he enamorado? Desde chico siempre fui muy enamoradizo, me atraían mucho las chicas y buscaba su compañía a pesar de mostrarme demasiado tímido en su presencia. A los nueve años ya creía haberme enamorado, no podía dejar de pensar en una niña que iba conmigo y con otros compañeros en la camioneta que nos llevaba al colegio; la verdad es que nunca le hablé, hasta que me atreví a escribirle y darle un poema. Y es muy probable que debido a las consecuencias positivas de aquella acción, le haya escrito y regalado un poema a casi cada chica que alguna vez me ha gustado, claro que no siempre con los resultados esperados. Con la adolescencia llegaron los primeros rechazos y más adelante los mejores aciertos, hasta llegar al día de hoy y no poder dar respuesta a mi pregunta.

Tal vez deba responder primero qué considero que es el amor, pero ya antes intenté hacerlo y en lugar de hallar una conclusión olvidé por completo el asunto, además de que sé muy bien que no me haría las cosas más fáciles. Años antes puedo haber dicho "me he enamorado", pero pienso que decía la palabra muy libremente, sin haberle dado las vueltas suficientes; meses antes habría respondido que jamás me he enamorado, no por dejar de creer en la existencia del Amor (con mayúscula), sino por pensar que nunca lo había encontrado; y desde algunas semanas atrás comienzo a pensar que pude haber estado equivocado en ambos casos.

Mi primer error recaía en el hecho de obtener una mirada racional acerca de algo que pertenece al ámbito emocional (muy a pesar de que la razón también gobierne sobre los sentimientos). Pensar demasiado en las cosas es arriesgarse a perder la oportunidad de experimentarlas en su totalidad. Y el segundo error estaba en dejar pasar la oportunidad de conseguir el Amor al pensar que podría hallarlo en otro lugar. Es decir, el Amor pudo haber estado a pocos centímetros de mí y yo, por buscar con binoculares algo "mejor", pude haberlo ignorado o pasado por alto. Así, gracias a estos errores es que creo estar más cerca de poder responder a mi pregunta.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Algo, lo que sea

Fuente: http://fc07.deviantart.net/fs38/f/2008/314/1/1/a_helping_hand_by_poivre.jpg

So I put out my hand
And asked for some help

--Lifeline, de Papa Roach


Pensando otra vez en mis clases de Ética, me puse a ver un episodio de una de mis series de televisión favoritas, Seinfeld. El capítulo en cuestión (dividido en dos partes y, justamente, el último de toda la serie) muestra cómo los personajes son enjuiciados y luego encarcelados por haber presenciado un robo y no haber ayudado a impedirlo. Se relaciona con mis clases en tanto en éstas aprendí que, desde una perspectiva moral, saber que se está haciendo un mal y no hacer lo posible por ponerle fin convierte a uno en cómplice.

Hasta hace unas semanas pensaba que inmiscuirme en asuntos que no eran de mi incumbencia podía ser considerado un mal hábito, por eso elegía no interferir a menos que pidiesen mi opinión o mi ayuda (como decirle a otros cómo criar a sus hijos: post). Y ahora resulta que, en términos éticos, es prácticamente un deber el hacer algo cuando se presencia algún tipo de transgresión. Probablemente para muchos resulte como un hecho al que no hace falta darle vueltas; ver a alguien en problemas, incluso si es un extraño, debería ser suficiente para empujarnos a ayudar. Pero no todos nos regimos bajo una misma moral, por ello no analizamos este tipo de situaciones de la misma manera; y, en consecuencia, no nos sentimos ni actuamos igual.

Hasta cierto punto me alegra poder interferir y no sentirme mal al meterme donde no me han llamado. Creo que todos tenemos una mínima capacidad de ayudar a otros o de conseguir un cambio, sea mediante palabras o actos, así que no hay excusa para dejar de brindar socorro ni de poner en orden una situación que no debería estarse dando. Ahora bien, no planeo dar mi opinión si creo que puedo estar equivocado o si pienso que causaré más daño que alivio. Así, para casos como estos en los que nuestras habilidades y conocimientos se ven limitados, siempre existe la posibilidad de buscar a alguien que sepa más que nosotros o que pueda apoyarnos. La idea, en última instancia, es hacer algo.

sábado, 3 de diciembre de 2011

Por eso estoy donde estoy


There it is now
The course for me to take

--Roads of thunder, de Shadow Gallery


Hoy recordé la primera clase que tuve de Ética y pensé particularmente en una pregunta sobre la que se nos pidió reflexionar: ¿Por qué estudiamos Psicología?

La razón que di dentro de mi grupo fue la verdadera, pero no es la única. Quizás por querer crear un ambiente agradable y a la vez buscar congraciarme con las chicas de mi grupo, conté la experiencia que me hizo considerar a la Psicología como carrera por primera vez (aunque no elegirla de por sí). Durante mi último año escolar tuve muchas dudas con respecto a lo que quería estudiar, tenía demasiados intereses y muchos caminos posible por tomar, pero estaba muy inclinado por la Literatura y el Periodismo. Sin embargo, añadí falsamente a esa lista la carrera que estudio actualmente debido a que la chica que me gustaba comentaba que ella la estudiaría; pensé que si simulaba tener gustos en común podría usarlos para hablar con ella y conocernos mejor. De cierta manera funcionó, pero lo que gané a cambio fue más de lo que esperaba. Al buscar temas de conversación recurrí a investigar sobre la Psicología y así descubrí que quizás no era una mala opción realmente considerarla una posible carrera. Entonces, si bien mi camino fue trazado por gustarme una chica, la decisión final de optar por Psicología nació de un auténtico interés por la carrera.

Como dije, esto fue lo que conté sólo a las chicas de mi grupo, y luego, desgraciadamente, el profesor pidió que cada agrupación diese un resumen de lo que cada integrante había dado como respuesta. Si bien la chica que habló por nosotros no lo hizo con mala intención, el mencionar pequeños detalles de mi historia desencadenó en, quizás, uno de los momentos más bochornosos por los que he pasado, pues toda la clase explotó de la risa, y el profesor no desaprovechó la oportunidad para hacer leves bromas a mis expensas. Terminada dicha clase comencé a pensar en una de las otras razones que ayudó en mi decisión sobre mi carrera, y me arrepentí de no haberla dicho. Por eso lo hago ahora.

Aquéllo que me empujó a estudiar Psicología (al menos una de las varias razones más) fue el querer ser un buen padre. Primero comenzó como un pensamiento nacido de la rebeldía, de querer ser mejor que mis propios padres, de no exponer a mis futuros hijos a las cosas por las que yo he pasado y que podrían haberse evitado. Pero tras años de reflexión, comprendí tres cosas. La primera, que justamente ese pensamiento, el querer algo mejor para otros, no se habría dado de no tener los padres que tuve y de no haber recibido el tipo de crianza por el que pasé. Tanto mi papá como mi mamá han tenido su cuota de equivocaciones, lo que me lleva a lo segundo que entendí: por más buenas que sean mis intenciones con respecto a la crianza de mis hijos, sé que también cometeré errores; tal vez no los mismos que mis padres, pero siempre habrá algo que no podré ver, algo que pasará desapercibido y que, posiblemente ante los ojos de mis hijos, será un desacierto.

Ambas ideas me llevan al tercer punto. Después de todo lo que llevo aprendiendo acerca de las personas, del desarrollo humano y, hasta cierto punto, de la crianza de niños y adolescentes, entiendo que con la Psicología las cosas serán aún más difíciles. Ser un padre ignorante no es perdón, pero el dejar de saber ciertas cosas hace que, precisamente, no se las tome en cuenta. Saber tanto, tener toda esta información, hace que me ponga a pensar que tal vez ponerla en práctica será bastante complicado; sé lo que pasará si tengo determinada postura con mis futuros hijos, sé lo que actuar de cierta forma puede ocasionarles; conozco acerca de los procesos por los que pasarán y por los que yo mismo pasaré. Así, de cierto modo, tengo una mejor visión de los posibles errores a cometer, pero el verlos no hace la tarea más fácil. En todo caso, me pone más nervioso.

Creo que es una reflexión mucho más profunda que "elegí Psicología por una chica". Esto último sólo demuestra cuán susceptible puedo llegar a ser cuando se trata de mujeres. Y existen varias otras razones que ayudaron en mi elección, como el deseo de ayudar a otros, la ambición de conocer mejor al ser humano y la intención de siempre mejorar como persona. Estoy seguro que el camino que transito es el mejor que pude haber elegido, y no tengo duda alguna de que seguiré encontrando razones ya no sólo para haber optado por él, sino también para seguir en él.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Disipando ilusiones


Step out of line and
I'll teach you how to fly

--Fly, de Blind Guardian


Muchas veces me he encontrado en situaciones que no he podido creer, no tanto por ser inverosímiles, sino porque no podía imaginarme siendo parte de ellas. Es curioso, pues casi siempre las he rehuido; pero cuando no ha sido este el caso, las veces que he decidido encararlas probablemente hayan sido las mejores y más provechosas experiencias que haya tenido. Me explico.

Movido por la timidez y el miedo, de chico me negaba a ponerme en circunstancias nuevas o que supusiesen cierta incomodidad; prefería lo cotidiano, lo conocido y a veces también hasta lo aburrido con tal de no enfrentar situaciones diferentes. Con los años esta actitud no cambió mucho, tan sólo pasé a agregar más razones para no lidiar con aquéllas, aunque nada de esto evitó que ocasionalmente me viese expuesto a ellas. Un recurso que utilizaba muy a menudo era imaginarme a mí mismo siendo parte de aquello de lo que buscaba huir, intentaba verme en la situación, pensar en qué acciones llevaría a cabo y con quiénes interactuaría; si no tenía la más leve sensación de que encajaría, de que me desenvolvería adecuadamente, simplemente descartaba la noción de asistir adonde fuese que debía ir o de realizar lo que tenía que hacer.

Mi forma de ver las cosas cambió muchísimo (aunque no del todo) gracias al ejemplo que fue una gran amiga que conocí durante mi primer año en la universidad, quien sin intención me ayudó a encontrarle el lado dulce a lo desconocido y a lo incómodo. Recuerdo un acontecimiento en especial, quizás el más significativo. Decidimos (y con esto me refiero a que ella decidió y yo acaté) comer y beber algo que ninguno de los dos hubiese probado antes. Fue una experiencia relativamente simple a primera vista, pero me hizo comenzar a notar que no hay nada de malo en arriesgarse de vez en cuando. Hubo muchas otras situaciones como esta, unas más osadas y otras no tanto, pero en definitiva todas llevaban el mismo mensaje: a veces un poco de espontaneidad y cero planificación pueden crear la atmósfera perfecta para pasar un buen momento.

Mi error parece haber recaído en tratar de obtener control por medio de una imagen a futuro, imagen que no necesariamente era real. Y en base a ésta es que tomaba la decisión de hacer o no algo; en base a una ilusión determinaba el camino que seguiría, por ello siento que me he perdido de muchas vivencias valiosas. Incluso hoy me veo cometiendo errores de similar naturaleza, tal vez en menor medida, pero errores al fin y al cabo, a pesar de ya haberme encontrado en situaciones que en un inició preví como inverosímiles y que luego describí como enriquecedoras. Es un hecho un tanto contradictorio el temer algo que reconozco como positivo, pero creo que cada día me voy acercando más a resolver esta paradoja. Después de todo, este blog no sería lo que es sin nuevas experiencias.

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