sábado, 19 de febrero de 2011

Mi verdad es la correcta (segunda parte)


Tell me, how you
Live from day to day

--Blind faith, de Dream Theater


Quería añadir al tema de las perspectivas una idea que va de la mano con la religión, un sistema de creencia que se asienta en la fe, en una verdad no demostrada. El punto aquí sería que puede o no existir una verdad objetiva, pero lo crucial no es descubrirla, sino identificar cuánto apoyo se recibe de la subjetiva, en la que cada uno cree.

En realidad tengo mucho que criticarle a las religiones y, especialmente, a la Iglesia, pero como ya había mencionado antes, este no es el espacio para hacerlo y pienso que toda persona tiene derecho a creer en lo que desea sin ser juzgado por ello. Lo que importaría sería notar si eso en lo que uno cree es de ayuda, si la fe que se tiene en algo puede asistir en encontrar un significado a la vida de cada uno o si tiene la capacidad de hacernos mejores personas. El problema aquí es que, como mencionaba en la primera parte del post, uno puede pensar que su fe es la correcta, que lo ha convertido en un mejor ser humano, y a pesar de todo estar equivocado.

Creo que el tomar la religión como una verdad absoluta es la forma más rápida de caer en el error. Es, también, la más peligrosa, pues uno cierra los ojos y niega todo lo que no quiere ver, todo lo que sucede a su alrededor y que decide no tomar en cuenta porque va en contra de sus creencias. Lo mismo sucedería con quienes no creemos en una, podemos asumir que nuestra verdad es la correcta, que somos mejores que aquéllos que creen en un dios, pues tenemos los ojos abiertos; pero al ver más, es también más fácil ver de más.

Yo diría que no está mal creer en un Cielo, incluso si su existencia no está demostrada, siempre y cuando cumpla la función de dar esperanza a aquellos que creen en él. De igual manera, elegir no tener fe en una religión es optar por creer en algo diferente, lo cual no significa que sea la verdad o que sea mejor. La idea es que cada uno esté satisfecho con lo que cree, que se acepte la existencia de creencias diferentes a las propias. Es decir, lo importante no es determinar quién está en lo correcto o quién está más cerca de la verdad, sino cuánto me motiva y satisface mi necesidad de un sentido aquello en lo que creo.

viernes, 11 de febrero de 2011

Plan de vida


There's still so much
I long to see
I need to touch
I wish to be

--Magic ride, de Ayreon


Este año, como parte de una resolución de Año Nuevo, me puse la meta de montar bicicleta interdiariamente durante tantos días como fuese capaz. Ideé una serie de condiciones que serían aplicadas en caso esta rutina chocase con otras obligaciones o con cualquier problema, o si por alguna razón me llegaba a sentir especialmente flojo o cansado, situaciones que se han dado más veces de las que me hubiese gustado. Y así calculé que debía alcanzar un mínimo de kilómetros pedaleados al día y a la semana, y, considerando los datos anteriores, al año.

Nunca antes había tenido una planificación tan seria de mis salidas en bicicleta, a lo mucho salía unas cuatro o cinco veces a la semana y luego podía dejar de montar por varios días, para luego retomar el ejercicio por dos o tres más; y así sucesivamente. No había mucha constancia. Pero ahora, luego de un mes y medio con esta rutina, posiblemente la rutina más placentera que alguna vez haya tenido (aunque con sus limitaciones), siento que estoy obteniendo los resultados que buscaba al ponerme esta meta.

Como hace unos años escribí en otro blog, considero al ciclismo como una de mis más grandes pasiones, es un medio excelente para aliviar el estrés, crear emociones intensas (en el tráfico limeño), conocer lugares nuevos, ponerse en forma y, como he ido descubriendo en cada vez más ocasiones, para estimular el pensamiento. Puedo pasarme horas pedaleando sin rumbo, me encanta perderme por lugares que nunca he visitado y encontrar atajos o caminos que susciten diversas emociones o evoquen ciertos recuerdos.

Con el plan que mencionaba al inicio del post he podido amplificar este repertorio de sensaciones, le doy un nuevo significado a mi día a día. Todo esto, por supuesto, con miras a conseguir cumplir uno de mis sueños, como ya he mencionado antes, el poder bicicletear por todo el Perú, luego Sudamérica y, si la vida me alcanza, por el mundo.

lunes, 7 de febrero de 2011

Fotograma


I found a pen,
And I outlined a life

--Draw me, de Sonata Arctica


Anoche, mientras observaba los dibujos de la hermana de una amiga, me puse a pensar en la facilidad con que algunas personas pueden plasmar en un papel las imágenes o ideas que cruzan sus pensamientos. Principalmente lo segundo. Me encantaría tener esa tremenda capacidad para expresar con dibujos una idea que no llegue a ser totalmente explícita pero que hasta cierto punto se pueda entender con facilidad. La forma en la que he estado dibujando últimamente ha sido muchísimo más abstracta de lo que solía ser, pero la técnica sigue siendo la misma: iniciar sin nada en particular en mente y dejar que la creatividad actúe a su disposición. Lo bueno de esto es que resultan trabajos originales; pero me gustaría poder conseguir lo que mencionaba líneas más arriba.

Esto me llevó a pensar en algo que siempre he deseado, poder dibujar las cosas, las personas y los lugares con los que sueño. Y con esto, a su vez, reconocí que lo mío no es exactamente el dibujo, sino la escritura. Tal vez no sea muy evidente en este blog, y sí en las historias o cuentos que escribo en cuadernos o archivos que guardo en la computadora, pero siento que puedo alcanzar un estilo narrativo que expresa en palabras todo lo que no logro mostrar con imágenes. Y estas palabras, hasta cierta medida, transmiten las sensaciones que yo mismo experimento o que intento generar en otros. Así dibujo.

Estas ideas me hicieron saltar a otra actividad artística que también disfruto realizar, la fotografía. Y aquí se me ocurrió algo curioso. Las imágenes que capturo no son de cosas que yo haya creado; es decir, la expresión no se da (sólo) a través de lo fotografiado, sino del "cómo" fue fotografiado. Es como si invitara a quienes observan la foto a que viesen aquello que tomo prestado del entorno de una manera similar a la mía, desde mi perspectiva pero sin llegar a aprehender necesariamente lo que intento expresar. Imagino que por esta razón me gustan más las fotos de detalles antes que los retratos o los paisajes; es más fácil percatarse de estos últimos, y no tanto de lo primero.

Todavía me cuesta otorgarle a la fotografía un valor equivalente al que le otorgo a la escritura o al dibujo, pues a pesar de que cada fotógrafo tiene un estilo personal, siempre estará limitado por el mundo del que se consiguen las imágenes, habrá poco espacio para la imaginación. O, en todo caso, menor que el que encuentro en los otros dos.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Del juego a la vida


'Cause this is nothing
Like we've ever dreamt

--So says I, de The Shins


Hace un par de años mencioné mi enorme afición por los juegos de rol, específicamente por Calabozos y Dragones, el cual llevo jugando por más de la mitad de mi vida. Si bien hice un breve recuento de algunos de los puntos positivos de esta clase de juegos, hay un tema en particular que olvidé comentar y que en todo este tiempo he ido evidenciando con mayor frecuencia.

Básicamente, los juegos de rol buscan que las personas interpreten un papel, que se desenvuelvan en circunstancias imaginarias o hipotéticas como si fuesen alguien distinto de quienes son en realidad. Esta es la característica principal que atrae a muchas personas, pues les permite "ser otro", y, como me he ido dado cuenta en otros, y yo mismo experimentándolo, brinda la oportunidad de llevar a cabo acciones que no serían tan fáciles de efectuar en la vida cotidiana, ya sea por ser prohibidas, socialmente inaceptables, improbables de darse en la realidad o simplemente porque por inseguridad o timidez uno no se atreve hacerlas. Todo esto sin sufrir las consecuencias reales, pero sí siendo consciente de ellas en el juego, así como beneficiado o penalizado en él. Haciendo una analogía, los juegos de rol podrían entenderse como una obra teatral semi-improvisada.

En estos trece años que llevo disfrutando de estos juegos, he visto toda clase de personas, cada una con un acercamiento diferente a lo que es actuar como otra persona. Algunos prefieren interpretar los personajes como si fuesen ellos mismos pero en las circunstancias excepcionales que se les presentan. A otros les gusta introducirse de lleno en el mundo imaginario, crear una historia para su personaje, añadirle una personalidad diferente a la suya; en resumen, actuar lo más cercano posible a como si realmente estuviesen viviendo lo ocurrido. Y luego están quienes se ubican entre estos dos polos. Es todo esto lo que más me gusta de los juegos de rol, notar cómo se desenvuelven las personas, las actitudes que toman, la manera en que interactúan con los demás, cómo solucionan o empeoran las situaciones, etc. Te da una visión muy cercana de la forma en que piensa un individuo. Lo curioso es que se descubre cosas nuevas en otros, uno se lleva muchas sorpresas, aunque no todas son positivas.

Por mi parte, soy el tipo de jugador que intenta sumergirse lo más posible en el juego. Creo haber mencionado antes que a veces suelo pensar cómo sería vivir la vida de otra persona, por eso me encanta probar personalidades distintas, usualmente comunes, otras extremadamente excéntricas. Quizás no elaboro todo un trasfondo sobre la historia del personaje que pienso interpretar, pero establezco ciertas pautas sobre posibles experiencias pasadas para darle coherencia y realismo. Lo genial de jugar de esta manera es que, una vez que se tiene suficiente práctica, uno debe enfrentarse con decisiones y tomarlas de acuerdo a la personalidad trazada y a la serie de principios por los que de antemano se ha elegido regirse. Es difícil, y por lo general puede traer dificultades para el personaje, pero eso es lo que lo hace divertido, enfrentarse a las consecuencias e ir trasladándolas, en la medida en que tengan sentido con la realidad, a la vida en general.

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