viernes, 27 de diciembre de 2019

Ciento un canciones favoritas

Fuente: https://pixabay.com/illustrations/brush-particles-music-clef-wave-1317900/

All doubts dissolved
Opaque turned clear

--Triump of irreality, de Beyond the Bridge


Lo prometido es deuda. Luego de casi dos años buscando mis 101 canciones favoritas, al final he dado con ellas; pueden verlas en el link al final del post. Este proyecto comenzó allá por abril del 2010 y murió no mucho después, sólo para ser revivido a inicios del 2018 y finalizado el día de ayer. Ha sido un proceso largo y, naturalmente, no queda más que escribir al respecto.

La pregunta más importante, una que yo mismo me hacía una y otra vez mientras me hallaba como en trance escuchando canción tras canción, es "¿por qué?". Nunca sentí que este proyecto fuese intrascendente, que llevaría a nada o que sólo me haría perder el tiempo, por más que lo pareciese. Nació como un deseo de conocer más fondo mis gustos musicales y a la vez conocerme más a mí mismo, cosa que definitivamente he conseguido. El renacer en el 2018 se debió más al reto que yo mismo me puse de terminar el proyecto, ya que en el 2010 no me rendí, sino que perdí todo el trabajo que realicé. Así que eso responde la pregunta, la búsqueda de autoconocimiento y el cumplimiento de retos personales, respuestas que de por sí definen a la perfección quién y cómo soy.

El proceso en sí consistió en hacer un primer filtro (de manera muy subjetiva) de las más de 15 mil canciones que habitaban en mi biblioteca musical, escuchando una tras otra y eliminando las que sentía que no merecían un espacio entre las mejores. Un cálculo rápido de esto, asumiendo que todas las canciones duran en promedio cinco minutos (bastante artificial, considerando que tengo canciones de 10, 15 y hasta 30 minutos de duración), da 75 mil minutos, equivalente a 1250 horas o 52 días y un poquito más. Mi primera proyección en el 2018 fue que me tomaría poco menos de 4 años pasar sólo este primer filtro si le dedicaba una hora diaria a escuchar todas las canciones. Felizmente tomó menos, sólo porque 1 hora diaria me pareció muy poco. Todo esto resultó en 1906 canciones seleccionadas, el 8% del total, y aún así una cantidad enorme.

El segundo filtro fue más duro. Hice una tabla con 10 ítems, nueve de los cuales fluctuaban entre puntajes del 0 a 4 y uno entre -2 a 0, y pasé a evaluar cada una de las 1906 canciones en base a ellos. Mi intención era puntuarlas en base a cuánto disfrutaba los instrumentos, la voz, la letra y los solos, así como a cuánta emoción me hacía sentir, qué recuerdo estaba ligado a ella y si había algo en particular que no me gustaba, asignando puntos extra a canciones particulares que definitivamente debían pasar la valla numérica. Esta parte fue un intento de tener mayor objetividad, pero evidentemente había un claro sezgo hacia lo subjetivo, lo cual dejó de molestarme al entender a medio camino que en temas de favoritismo debe existir subjetividad. Este proceso me tomó menos que el anterior, pero me costó bastante, sabiendo que me acercaba a un número final. Todo esto resultó en poco menos de 300 canciones, las que tuvieron los mayores puntajes.

Para el tercer, cuarto y quinto filtro regresé a lo subjetivo, escuchando canción por canción, eliminando las que no me convencían y marcando con visto bueno las que sí, nuevamente dándole prioridad a las que tenían los puntos extra del segundo filtro. Del tercer filtro obtuve 200, del cuarto 150 y con el quinto llegué a las 101. Suena como algo sencillo, pero estas fueron las partes más difíciles, ya que todas las canciones me gustaban, todas merecían ser mis favoritas. Ya no tomaba en cuenta las puntuaciones del segundo filtro, así que no podía ayudarme por ahí. Tuve que escucharlas todas, una y otra vez, hasta realmente sentir que podía dejarlas ir o hacerlas pasar al siguiente grupo.

Fue un proceso largo y me consumió mucho tiempo, más que nada al comienzo y al final. A la mitad lo dejé por otros proyectos y responsabilidades, pero luego me puse las pilas y le di más prioridad para poder completarlo. Y así di por fin con mis canciones favoritas. ¿Qué aprendí con todo esto? Por un lado y a simple vista, lo que ya sabía: mis gustos musicales se inclinan por el rock y metal progresivos. Ninguna sopresa ahí. Pero, por otro lado, que doy prioridad al sonido y a los instrumentos antes que a la letra de las canciones, pero pongo por encima de todo a las emociones que me hacen sentir y a los recuerdos que van anclados a cada una de ellas. Esto ya me resulta interesante, pero sé que se puede hacer un análisis incluso más exhaustivo, y, por recomendación de mi primo David, pienso ir todavía más profundo y sacar mucha más data. Y si lo que obtengo ayuda a otros, pues mucho mejor.

Y, como prometí años atrás, aquí está la lista: https://bit.ly/2tX1lAx

martes, 10 de diciembre de 2019

Cincuenta mil palabras


Out of the blue still reaching for something
Feeling the window of time out of mind

--My new world, de Transatlantic


Hace poco más de diez años atrás tuve una serie de experiencias particulares que marcaron mi vida de manera importante, tanto por lo bueno como por lo malo. Fiel a mi naturaleza, en ese entonces surgió en mí una necesidad inmensa de escribir al respecto. Buscando guardar respeto hacia las personas involucradas, me dije que lo mejor sería no apegarme demasiado a los hechos y darme un poco de libertad creativa al escribir, siempre sin alejarme demasiado de lo esencial en la historia. Fue así como nació la idea de crear una novela inspirada en esas experiencias.

Los ánimos de ese primer empujón resultaron en un primer capítulo y muchas ideas para los siguientes. Pensé que tendría algo escrito en poco tiempo, pero con el pasar de las semanas, los meses y hasta años, sólo reescribí ese primer capítulo decenas de veces (literalmente) y con las justas logré obtener el segundo e inicios de un tercero. Tuvieron que pasar más de diez años para que finalmente decidiera continuar con esa historia, aunque nunca realmente la saqué de mi cabeza.

A mediados de mayo de este año armé una estructura como para tener un referente al cual adheririme y los siguientes dos meses escribí diariamente, hasta conseguir cinco capítulos en total. Sin embargo, este nuevo empujón no bastó y los siguientes meses volví a dejarla. Siempre había algo reteniéndome, evitando que pudiera continuar con ella por más ganas que tuviese. Y al reflexionar y darme cuenta de qué era, pude hacer algo al respecto.

Cada año, en noviembre, se da este evento llamado NaNoWriMo (National Novel Writing Month; aunque ahora es bastante internacional), donde los participantes son motivados a escribir una novela de 50 mil palabras en un mes; 1667 palabras por día, aproximadamente. Cada año me proponía a participar y nunca realmente lo hacía, sintiendo que no tenía nada digno por contar. Hasta este año, que finalmente me dije que no dejaría pasar más tiempo. Si no era ahora, probablemente dejaría pasar otros diez o veinte años antes de producir algo nuevamente.

Y así es como este mes he escrito prácticamente todos los días, a veces pasando el mínimo diario necesario, a veces luchándola por colocar una palabra más aquí y allá. Han sido días difíciles pero muy gratificantes; jamás he escrito tanto en tan poco tiempo y con tantas ganas. No pensé que tenía esa capacidad en mí y me alegra muchísimo haberla descubierto. Tanto así que quiero volver a hacerlo nuevamente antes del siguiente noviembre.

Todo lo que no escribí en 10 años salió en 30 días. Mucho más de 50 mil palabras, casi 20 capítulos, un primer borrador de lo que apunto a que sea mi siguiente novela a publicar. Y no hice todo esto sin ayuda. Agradezco enormemente a una persona en particular (ella sabe quién es, no quiero hacerle pasar roche mencionándola), quien me apoyó de más maneras de las que cree y no por primera vez. Su apoyo moral y emocional han sido invaluables.

Y bueno, las cosas no terminan aquí, sino todo lo contrario. Mi meta inicial era tener este primer borrador para antes de fin de año, y ahora toca editarlo, darle forma a palabras que a veces salieron sin que yo mismo reparara en ellas, hacer de esta historia algo digno de ser mostrado al mundo. Por ello, mi siguiente meta es tener algo publicable antes de finales del próximo año. Y lo pongo aquí, así de manera tan pública, para sentir un poco de presión. Espero poder contarles más al respecto para ese entonces, incluyendo de qué se trata la historia.

Y, mientras tanto, ya han comenzado a salir las palabras para una siguiente futura novela. Así que habrán historias para rato.

sábado, 8 de septiembre de 2018

En buena compañía

Staring at the ocean line breathing deep
And feeling fine together

--Stay together, de The Jelly Jams

Hoy recordaba una clase específica de Psicología del Arte, uno de los cursos que más me marcó durante mis años como estudiante. Pensé en ella por una idea que llevaba rondando mi cabeza por un buen tiempo y que explicaré en esta oportunidad.

La consigna de dicha clase, a grandes rasgos, fue tener que imaginar que todos nosotros pasaríamos una extensa cantidad de tiempo en una isla, la cual primero debíamos construir con una variedad de materiales. Pusimos manos a la obra, cada uno eligiendo entre hojas de colores, plastilina, colores, pegamento y demás implementos, trabajando individual o colectivamente, decidiendo por cuenta propia o negociando con los demás qué colocar en qué lugar. Todo esto me resultó relativamente sencillo, particularmente porque lo que se iba armando eran cosas que yo también deseaba que hubiese, como una zona recreativa en la playa, un monte para escalar y bosques en los cuales perderse, así que la cooperación fluyó con facilidad.

Lo difícil llegó luego, cuando se nos indicó que debíamos construir representaciones de nosotros mismos en plastilina y colocarlos en algún lugar de la isla. Cada uno fue haciéndolo, algunos muy seguros; otros, como yo, un poco más dudosos. Tras pensarlo unos minutos, decidí colocarme en la concurrida playa, a pesar de que en el fondo me hubiese gustado estar en lo alto del monte disfrutando la vista o escondido en los bosques leyendo alguna novela. Una vez acabado el ejercicio y mientras el profesor preguntaba a cada uno por qué había elegido determinado lugar, yo no tenía ni idea de qué respondería.

Siempre me he considero un alma solitaria, un poco porque soy introvertido y disfruto mucho mi tiempo a solas conmigo mismo, además de que estar en grupos grandes me drena de energías con rapidez. Pero también porque han sido pocas las veces en las que he sentido una verdadera conexión con alguien más. Mi naturaleza amigable y positiva permite que me lleve bien con mucha gente, y tengo varios amigos en quienes confío plenamente, pero al hablar de algo más profundo, de una conexión mucho más íntima, siento que no la he encontrado tantas veces como me gustaría.

Ese día, ya conociéndome un poco, el profesor mencionó que le parecía interesante que hubiese elegido un lugar tan lleno de gente para colocar mi representación en plastilina. Sin embargo, sin decir más, me libró de tener que dar una justificación a dicha elección, por lo cual me sentí agradecido y aliviado. Pero nunca dejé de pensar en una respuesta, en una explicación que pudiera dar luces a esa decisión que ni yo mismo entendía, más para satisfacer mi propia curiosidad antes que para justificarme. Hasta que di con ella un tiempo después, y hoy la comparto aquí.

Definitivamente prefiero estar por mi cuenta que mal acompañado, pero dado que encontrar un alma afín a la mía no ha sido sencillo, he aprendido a valorar muchísimo la compañía de ciertos grupos de gente. A pesar de mi introversión, tengo amistades que me dan energías en lugar de quitármelas, personas con las que tengo muchísima confianza y con quienes puedo desenvolverme completamente a gusto, mostrándome como realmente soy.

También noté que se debe a unas ganas muy fuertes de pertenecer a algo más grande que yo, a una comunidad, como me sucede en el trabajo; en los dos equipos que tengo no solo me siento aceptado, sino también y especialmente apreciado. Es gratificante sentir que estamos unidos por metas en común. Y en casos particulares, que si uno tropieza, otro hará lo posible para evitar que caiga. 

Y de eso se trata todo esto, de disfrutar el tiempo a solas, sí, pero también de valorar la calidez humana que otros brindan, indistintamente de cuán afines podamos ser.

miércoles, 5 de septiembre de 2018

Para nunca olvidarlo


Move on, be brave
Don't weep at my grave
Because I am no longer here
But please never let
Your memory of me disappear

--The spirit carries on, de Dream Theater


A veces sueño con mi abuelo, quien falleció quince años atrás. Lo sueño de tres maneras, siempre de tres: vivo, como si nada malo hubiese sucedido; vivo, pero sabiendo que no debería estarlo; y muerto, como realmente lo está.

Lo sueño de la primera manera como si accediese a los recuerdos de mi niñez, disfrutando de su compañía y de su amor, todavía sin saber que lo perdería poco tiempo después. La segunda manera refiere al deseo de tenerlo de vuelta, de dejar que la fantasía cobre fuerza y poder engañar a la muerte; y la tercera a la dureza con que la realidad dice "No hay nada que puedas hacer". En definitiva, mis sueños revelan lo que al despertar sé con seguridad, cuánto lo extraño y cuán importante sigue siendo para mí.

Pensaba en él con mayor fuerza por algo que dijo una de mis tías hace no mucho, sobre cómo él dudó de que yo fuese su nieto biológico cuando mi madre anunció haber sido embarazada por mi papá. Me pongo en su lugar y entiendo por qué pudieron surgir las dudas, y es algo que ahora me parece obvio que debió ocurrir, pero no dejé de tomar la noticia como un golpe. Particularmente porque sus dudas resultaron estar bien fundadas.

Pero lo que tuvo todo el potencial de hacerme perder el respeto hacia mi abuelo y de destruir la imagen que conservaba de él, resultó ser aquello que me hizo quererlo aún más. A pesar de sus dudas, mi abuelo siempre me trató como su nieto favorito. Durante los quince años que lo tuve conmigo, lo conocí como una persona cariñosa que siempre buscó apoyarme, especialmente con relación a mi deseo de algún día convertirme en escritor. Fue una importante figura paterna y una de las pocas personas que me quiso a pesar de no entenderme. Aprendí muchísimo de él y de sus historias, y siento que lo perdí demasiado pronto.

No sé qué pensaría él de mí hoy, sobre la persona que he descubierto que soy y en lo que me he convertido con el paso de los años; me gustaría pensar que estaría orgulloso, como a veces en sueños me lo dice, pero sé que nunca lo sabré, y puedo vivir ignorándolo. No tener este conocimiento, así como no tener vínculo sanguíneo con él es completamente irrelevante, tal y como lo es con el resto de mi familia, porque la experiencia me ha enseñado que son las vivencias compartidas las que verdaderamente cuentan, lo que las personas dicen y hacen, lo que en definitiva la memoria muestra y demuestra.

Seguiré soñando con él, como llevo haciéndolo por años, un poco para salvar su recuerdo y otro poco para yo recordar cuán afortunado soy de haberlo conocido. Soy lo que soy en gran parte gracias a él, y hoy escribo esto para nunca olvidarlo.

jueves, 16 de agosto de 2018

Lo mejor posible


One step forward to build a better me

--A better me, de Heavenly


Ayer, mientras conversaba con una amiga, mis ideas cobraron vida propia (como normalmente lo hacen) y terminé yéndome por las ramas hasta dar con una reflexión que creo haber mencionado antes, pero nunca desarrollado del todo aquí.

Incontables veces he hablado de mi "pasado oscuro", cuando pensamientos negativos y nociones fatalistas invadían mi cabeza a diario, y aunque he mencionado qué cosas me hicieron redirigir mi vida (más sobre ello aquí), creo que nunca entré en detalle sobre qué cambios y metas me planteé. De cierta forma, estudiar Psicología también ayudó con el cambio, y le dio sentido a lo que quería conseguir. Y por ahí comenzaré la explicación.

Para poder estudiar dicha carrera debía pasar por una serie de exámenes psicológicos, incluyendo una muy temida entrevista personal. Esta serie de pruebas finales antes de estudiar lo que quería me causaba muchísimo miedo, pues algo en mi interior aseguraba que jamás pasaría, que todo lo podrido que llevaba dentro se vería reflejado en los resultados de personalidad, que en la entrevista saldría el yo negativo con el que luchaba a diario. Y, sin embargo, pude pasar. Lograr esto me llenó de alegría, más de la que hubiese creído, pues me daba esperanzas a pesar de todo, me mostraba que por más hundido que pudiera sentirme aún había algo bueno que podía ser salvado.

Y durante mis estudios, a través de todo lo que aprendí por enseñanza de profesores, amigos y por mí mismo, pude encauzar mi propósito: tratar de ser una mejor persona. El primer paso fue conocerme, saber quién diablos era y por qué me comportaba de la manera que lo hacía; hallar las causas y obtener soluciones. Luego se trató de identificar lo bueno en mí, eso que merecía ser salvado, para así potenciarlo. Y, a la vez y probablemente lo más importante, notar todo aquello en lo que había una posibilidad de mejora, todo aquello que me hacía flaquear, mis defectos.

Concretamente, me propuse ser más empático, más altruista, más solidario, más presto a recibir ayuda y más preocupado por el sentir de los demás, así como ser menos prejuicioso, menos iracundo y menos egoísta. Ahora bien, nunca pretendí (ni aún hoy pretendo) ser un santo. Es más, algo que no he podido cambiar es la actitud crítica que tengo hacia mí mismo; me considero perfeccionista en muchos sentidos y uno de ellos es el dirigido a mi propia persona, por lo cual a veces termino frustrándome por no sentir que estoy haciendo lo suficiente por ser mejor. En un post particular hablo un poco más a fondo de esto, así que no ahondaré en ello. Sólo diré que sigo tratando, me cueste lo que me cueste.

Entonces, habiendo dicho todo esto, la reflexión que menciono y a la que llegué durante la conversación de ayer fue la siguiente: de no haber sido por la Psicología, podría haberme convertido en una persona perversa. Suena dramático, pero no tengo dudas de aquello. Si bien fueron diversas experiencias las que me hicieron cambiar, estudiar dicha carrera me hizo comprender y valorar a las personas, así como conocerme, ayudarme a aceptar ciertos aspectos de mí mismo y empujarme a hacer mejoras drásticas y necesarias. Por todo ello estoy muy agradecido, por haber sido salvado de mí mismo.


Fuente de la imagen: https://cdn.pixabay.com/photo/2017/03/19/11/07/light-2156209_960_720.jpg

martes, 14 de agosto de 2018

Libro entreabierto


Come on, maybe you should change your mind
And be seen

--A whole 'nother trip, de Neal Morse


Las personas asociamos conceptos nuevos en base a lo que conocemos, asignándoles características positivas, negativas o una en alguna parte de este espectro. Luego, al ir entendiendo mejor dichos conceptos, afinamos los significados que les otorgamos, llevándolos más hacia uno u otro lado de aquel espectro, a veces cambiando por completo nuestra actitud hacia algo. Lo que una vez pudo ser magnífico, más adelante puede volverse desagradable.

Recordaba una anécdota particular al pensar en esto. Poco más de un año atrás me hallaba sentado en un bar rodeado de amigos, algunos que conozco desde la tierna edad de diez, otros que conocí un tiempo después, pero todos cercanos, todos personas en quienes confío, personas con quienes he compartido muchas cosas por largo tiempo. O al menos eso creí. En algún momento de la reunión uno de ellos comentó que a pesar de la cercanía, había cosas que realmente no sabía de mí, cosas que no necesariamente eran privadas, pero que yo nunca había compartido. Como el hecho de tener o no hermanos. Información así de casual.

Le respondí con honestidad, diciendo que tenía cuatro, dos hermanas y dos hermanos, todos menores que yo, un par por el lado de mi papá y otro por el de mi mamá. Esto desató risas que aliviaron la tensión y pronto se mostraron curiosos por saber más y sorprendidos con algunas de mis respuestas. Tras esa noche, además de sentirme un poco más en confianza con grandes amigos, sentí mucha confusión. ¿Por qué nunca compartí con ellos toda esa información? ¿Por qué encubrí parte de mi vida? ¿La habría encubierto a sabiendas o sin darme cuenta obvié detalles demasiados personales?

Esto me hizo pensar en otra anécdota, una de cuando tenía catorce años. En ese entonces preparaba la que sería mi segunda novela, una historia muy íntima que terminaría por sacar lo peor de mí. Y como parte de mi investigación, comencé a encuestar a ciertos profesores sobre lo que pensaban de mí. Ninguno decía nada muy interesante o que realmente pudiese usar, hasta que mi profesora favorita dijo algo que en ese entonces me enorgulleció muchísimo y que permití que me definiera: "Eres un enigma". Llevé ese adjetivo puesto en el pecho por muchos años y es a lo que regresé tras esa noche con mis amigos.

He sido reservado, en algún momento tímido, pero también desconfiado y rencoroso, recelando la información personal que compartía con los demás por miedo a ser herido. Si bien escribir en este blog ayudó mucho a ir bajando las defensas, tras conversar con mis amigos comprendí que ser un enigma había hecho más mal que bien, y que esa actitud temerosa seguía prevaleciendo en mí a pesar de profesar mil veces cuán cambiado me sentía. Era (y hasta cierto punto sigue siendo) frustrante pensarme a mí mismo como este acorazado andante que rehusaba mostrarse a los demás, incluso si con el tiempo dejó de hacerlo un poco. 

Hoy, mi noción del concepto "enigma", asociado a lo que soy o pude haber sido, sigue siendo medianamente positiva; sigue gustándome considerarme misterioso. Pero esa noche me hice la promesa de ser más honesto, no porque dijese mentiras, sino porque dejaba las verdades a medio decir. Más honesto sobre mi vida, sobre mis pensamientos, sobre mis posturas; más honesto y listo, sin importar nada más. La idea, finalmente, es ser tan enigmático o misterioso como desee, pero sin llegar a ser un desconocido. Al menos no para aquellos más cercanos a mí.


Fuente de la imagen: https://cdn.pixabay.com/photo/2018/03/10/17/41/people-3214687_960_720.jpg

lunes, 13 de agosto de 2018

El pasado para el presente


And life is awaiting me
I'll learn what they're teaching me
And surely my destiny will follow

--The ways of the fool, de The Neal Morse Band


Empecé a escribir en este blog diez años atrás con dos finalidades muy claras. La primera y más importante, encontrar un espacio propio en el cual pudiese plasmar mis ideas, un lugar donde pudiera desahogarme y reflexionar. La segunda, para compartir mis experiencias y permitir que quienes las leyesen lograsen obtener algún tipo de provecho a partir de ellas, como ayudarlos a encontrar respuestas a sus propias situaciones de vida. Con el paso del tiempo, una tercera razón comenzó a aparecer derivada de la segunda.

Cada cierto tiempo yo mismo regresaba a leer posts anteriores, ya fuese para recordar ideas pasadas o para revivir momentos particulares por los que pasaba al escribirlas. Y poco a poco comencé a regresar más y más a posts específicos, a aquellos en los que hablaba de situaciones críticas, en los que las palabras eran mucho más honestas y cargadas de significados valiosos. Era (es) como una forma de recordar mi camino; el que tomé y el que recorro actualmente.

Esos escritos, queriendo o sin querer, siempre estuvieron dirigidos a mí, al yo del futuro que rescataría enseñanzas olvidadas, que reviviría viejas promesas, que vería atrás para nunca olvidar los peores momentos y así saber lo afortunado que ha sido. Que es. Que soy. Y también para recordar los buenos, por supuesto. Pero al final del día todos sabemos que es de los errores y de las crisis de lo que más se aprende.

Sé que por eso sigo escribiendo en este blog, diez años después, escribiendo sin pensar en cuándo dejaré de hacerlo. No sé qué será de mi vida la próxima década, pero tengo por seguro que estas palabras estarán esperándome cada vez que decida volver. Y, de cierta forma, parte de mí también estará aquí.


Fuente de la imagen: https://cdn.pixabay.com/photo/2014/02/02/17/41/photo-256889_960_720.jpg

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails