viernes, 21 de septiembre de 2012

El cuaderno verde de la locura


What happens to a man when
He spills his heart on a page...

--Pages, de 3 Doors Down


Unos días atrás, impulsado por una serie de eventos y por una conversación con una buena amiga, volví a abrir lo que llevo llamando mi "cuaderno verde de la locura". En él deposité pensamientos e ideas muy profundas, pero también muy destructivas, todas ellas nacidas de las experiencias que tuve durante casi los últimos dos años de mi vida escolar. Lo abrí queriendo dar solución a una incógnita en particular, y lo cerré tras encontrar en él la respuesta que buscaba. Pero no fue lo único que hallé.

Descubrí el gusto por la escritura a los doce años, y desde entonces escribía cualquier cosa que se me ocurría y en cualquier pedazo de papel con el que me cruzaba. Más adelante me dieron mi primera libreta, y en muy poco tiempo la segunda, y luego la tercera. En todas ellas relataba mi vida a modo de diario con la intención de conservarlas y releerlas años más tarde, pero todas fueron a parar "misteriosamente" a la basura. De las libretas pasé a los cuadernos, y así fue como conseguí el "cuaderno verde de la locura" a los dieciséis. Ya para entonces mis anotaciones eran más que diarios, en ellos plasmaba la manera como veía el mundo, ideas sobre la vida, frases cargadas de enormes significaciones; más que escritos, era huellas que dejaba para mí mismo y a las que regresaba constantemente para observar los caminos que había tomado, los cambios en mi forma de pensar.

Con el cuaderno verde todo aquello tomó un rumbo bastante diferente. Como dije, escribí en él ideas y pensamientos muy destructivos, todos ellos producto de situaciones pasadas en mi vida que recién entonces estaban afectándome, sumadas a complicaciones en casa y en el colegio. Tal vez exagero, pero considero que esa fue la etapa más negativa por la que he pasado. Por eso exactamente me propuse conservar el cuaderno, como evidencia de un tropiezo, como una precaución para no volver a caer. Cuatro años atrás lo abrí para volver a recordar dicha enseñanza, y hace unos días volví a hacerlo, pero con otra idea en mente: "¿Debo seguir guardándolo o es suficiente con sólo recordarlo?" Mi temor era botarlo y olvidar por completo su existencia, pero en sus mismas páginas hallé unas palabras que no me creía capaz de haber escrito y que hasta cierto punto parecían dirigidas a mí, al yo que soy ahora: "...tal vez no sepamos el método utilizado para levantarnos, pero sí que nos levantamos, y eso es lo que importa en última instancia". Con eso entendí que el libro podrá desaparecer, y con él su contenido, pero el recuerdo de la vivencia perdura, y eso es lo más importante.

Y como si eso no fuese suficiente, me topé con otra enseñanza que, nuevamente, parecía dirigida a mí. En una página había escrito una serie de palabras y frases a modo de "lista de cosas por hacer". Muchas eran absurdas o tontas, otras hirientes y algunas bastante maliciosas; en definitiva todas negativas, y todas marcadas con un aspa, a pesar de que algunas realmente no las llevé a cabo. Pero había una palabra más neutral, la única sin marca: "Cambiar". Ver todo eso me impactó enormemente, no sólo por evidenciar de nuevo lo hondo que había caído, sino particularmente por hacer el contraste con esta última palabra. No sé por qué quedó sin marcar, y por más que hago el esfuerzo no logró recordar a qué me refería con cambiar o por qué la escribí. Es cierto que el cuaderno estuvo en manos de muchas personas curiosas (compañeros y amigos del colegio) que leyeron sus páginas y hasta escribieron mensajes en él, pero la palabra fue escrita por mí, era mi letra. Tras leerla sentí que debía marcarla, pero no lo hice. He cambiado, sin lugar a dudas, he crecido muchísimo en los últimos ocho años, pero el cambio continúa y seguirá dándose. Por eso no la marque ahora, y tal vez por eso tampoco lo hice en ese entonces.

Y con esas dos cosas cerré por última vez el "cuaderno verde de la locura", con la seguridad de que es sólo eso, un cuaderno verde con ideas disparatadas en su interior que en algún momento me definieron, pero que hoy son prueba del enorme cambio por el que he pasado. Más aún, no lo necesito para dar cuenta de dicho cambio, por ello fue a parar a la basura como mis primeras libretas; la vivencia perdura, y eso es lo más importante.

lunes, 17 de septiembre de 2012

¿Cuál es tu locura?


Welcome to this place in here
Come overstep all your fears

--Inside, de Avantasia


El título de este post fue la pregunta que mi profesora hizo durante la clase del jueves pasado. El tema de ese día era acerca del ridículo, de cómo nos es tan difícil ponernos en una situación en la que nos percibimos como vulnerables; y de cómo el afrontar ese miedo al ridículo puede llevarnos a sentirnos cómodos con dicha situación y con quienes somos. De ahí salió el tema de la locura, mientras discutíamos lo complicado que resulta mirarnos a nosotros mismos y lidiar con nuestros fantasmas interiores, los cuales, podría pensarse, impiden que nos sintamos en comodidad y, en definitiva, que vivamos en plenitud.

La reflexión quedó en mi cabeza debido a la conversación que tuve con un amigo el día previo. Éste me contaba que un artista debe su creatividad a sus "demonios interiores", como él los llamó, a asuntos personales que buscan ser resueltos y que impulsan la creación. Pero una vez que se alcanza paz con uno mismo, el resto de producciones, por más buenas que sean, no serán extraordinarias. No pude evitar sentirme profundamente identificado mientras lo escuchaba decir estas palabras, pues muchas de mis mejores ideas, escritos y dibujos han sido producto de estados emocionales altamente negativos.

Ambas ideas me parecieron curiosas, ya que uno pensaría que un psicólogo debe ser una persona neutral, ecuánime y hasta casi perfecta, lo cual es absurdo. Del mismo modo, pienso que sí es posible alcanzar bellas obras de arte sin que fuerzas destructivas interiores impulsen la creatividad; por el contrario, los estados de ánimo positivos son la mejor fuente de inspiración, y con mi experiencia personal se reafirma dicha idea.

Con todo esto en mente, ¿cuál es, entonces, mi locura?

Para ser honesto, no puedo decidirme, no podría quedarme sólo con una. Toda esta reflexión se remite a los demonios interiores, si son buenos o malos, si ayudan o entorpecen. Indistintamente de qué o cómo sean, son parte de nosotros, son lo que nos vuelve ridículos, lo que nos saca de nuestra zona de comodidad, los mismos que debemos enfrentar no con la intención de hacerlos desaparecer, sino con el propósito de aceptarlos. Vivir "bien" sería, por lo tanto, vivir en pleno acogimiento de nuestras "locuras".

sábado, 8 de septiembre de 2012

Palabra definitoria

Fuente: dibujo personal

Never lose sight of
Something you believe in

--As I am, de Dream Theater


Hace unos días tuve mi segunda clase del curso Psicoterapia Humanista y Existencial, posiblemente el mejor de este ciclo. En términos de satisfacción, la Psicología Humanista se adhiere muchísimo a mi forma de pensar y ver el mundo, y responde a mi necesidad interior de darle un sentido a la vida, por ello la encuentro tan fascinante y acertada. El lado existencial "rasca" mi comezón por la reflexión y toma un camino filosófico que disfruto transitar. Y, considerando que el curso que llevo implica una serie de ejercicios personales, el aprendizaje no sólo es teórico, sino también (y especialmente) práctico.

Durante la clase del martes vimos una serie de ideas y a sus representantes, pero lo que más quedó conmigo ese día fue el ejercicio que realizamos. Encarados con una serie de palabras relativas al humanismo, como autorrealización, conciencia y libertad (entre varias otras), tuvimos que hacer un dibujo que las englobara. Por mi parte, tomé la tarea muy literal, de ahí que no fui más creativo. Sin embargo, el trabajo no había terminado. Cada quien puso su dibujo en una mesa, y uno a uno fuimos observando el del resto y escribiendo en la parte de atrás una palabra que describiese lo que nos suscitaba. Acabado esto, recogimos nuestras obras, y entonces llegó lo importante. Como ejercicio final tuvimos que leer las palabras en nuestra hoja, valorar si se adecuaban a lo que habíamos esperado plasmar por medio de nuestros dibujos y elegir dos de ellas: una con la que nos quedaríamos y una de la que prescindiríamos. Mi primera elección fue "crecimiento"; la segunda, "competencia". Y con eso acabó la clase, cada uno con una palabra sobre la que debía reflexionar.

En lo que restó de ese día, y los que le sucedieron, me estuve preguntando ¿por qué "crecimiento" de entre las otras ocho?

Con esta elección tuve como intención ir más allá del significado referente a lo físico y llegar a algo más cercano a lo entendido como desarrollo. Uno nunca deja de aprender, de tener nuevas experiencias y de descubrirse a uno mismo; el crecimiento personal es perpetuo, y no hay una meta concreta, no se trata de llegar a un final, sino de reconocerse en el camino. Elegí "crecimiento" porque es un concepto por el que trato de guiarme constantemente, sobre el que he escrito aquí en muchas ocasiones, y que he interiorizado de tal manera que ahora parece reflejarse en mis dibujos. Lo genial es que yo sólo hice el dibujo; fue alguien más quien escribió la palabra en base a los pensamientos y emociones que aquél le generó. ¿Qué significa esto? Pues intentaré averiguarlo.

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