viernes, 22 de enero de 2010

Sobre libros y demás


Sweet life I know
Will it fade away
Sweet life I know
Can we give enough before we come undone

--Mad life, de Dishwalla


Hace años tenía la costumbre de leer las últimas páginas de los libros antes de siquiera saber de qué se trataban, incluso a veces compraba novelas que no conocía solo porque me gustaba cómo terminaban. Si bien ya no lo hago, creo que eso va de la mano con una idea que tengo. Una buena historia tiene que tener un buen final al cual aferrarse para considerarse memorable, pero esta combinación no es obligatoria en todos los casos, pues creo que el punto fuerte de una narración no es cómo empieza o cómo termina, sino lo que hay entre cada uno de esos extremos.

Lo mismo podría aplicarse a la vida en general, en caso no se crea en una después de la muerte. El punto es detenerse a oler las flores y no solo seguir el camino, cualquiera que sea éste. Algunos dicen que el sentido de la vida es sobrevivir, o que es encontrar la mejor manera de ser felices. Yo antes pensaba que pasamos por lo mismo una y otra vez, que ese "más allá" no es más que nuestra vida siendo vivida tal cual nuevamente. Ahora me inclino a pensar que, por un lado es sobrevivir, por otro es encontrar la forma de ser feliz y por uno último es dejar un legado, una enseñanza, una huella, un granito de arena, algo que sirva de ayuda al resto de personas que estarán aquí después que nosotros.

Entonces, dejo dicho que el final de una buena historia, de una vida bien vivida, se puede conocer desde antes de lo que le precede, pero lo que vale es cómo se desarrolla y cómo puede, potencialmente, cambiar otras historias.


jueves, 14 de enero de 2010

La respuesta


The cautious hare
Cannot be seen as a coward
He's simply aware
He constantly knows what's going on
That the wheel of life turns on
It won't hold on

--Wait for an answer, de Blind Guardian



Luego de casi dos semanas sin haber escrito nada siento que me estaría salteando muchas de las cosas que han sucedido desde el inicio del año si comenzara contando lo más importante. Haré un brevísimo recuento de algunas de ellas.


Empecé a jugar mi juego favorito nuevamente (Calabozos y Dragones) con la llegada de Takashi a Lima, y luego de tres sesiones bastante ricas en contenido tomé la decisión de dedicarle un poco más de tiempo a este pasatiempo en las semanas por venir. He aumentando considerablemente el entrenamiento en bicicleta dado que faltan pocos días para el paseo que haré junto a otros cuatro valientes a Cieneguilla y Lurín, el primer paso en una serie de pasos más largos y difíciles. Mi afición por la fotografía sigue creciendo, así como la cantidad de fotos que ya llevo tomando y planeando vender con el fin de comprar mejores lentes y pagarme una nueva clase. Y, finalmente, estuve muy cerca de participar en un concurso de Guitar Hero y ganar entradas para el concierto de Metallica, pero por falta de ánimos por parte de mis amigos y debido a una pobre comunicación entre varios de nosotros no pudimos concursar. Algo malo tenía que pasar en medio de tantas otras cosas positivas.

Y, bueno, lo más importante que ha sucedido en estos casi catorce días del año ha sido conversar con mi papá sobre lo que quiero para mí, sobre mi futuro, y poder llegar a un acuerdo más que satisfactorio.

A pesar de la presión familiar, siempre me quedó claro que la decisión de cambiarme de carrera o de seguir estudiando Psicología recaía sobre mí, pues soy yo quien tendrá que asumir las consecuencias. Pero para poder contar con el completo apoyo de mi familia sabía que no podía simplemente elegir una de las dos opciones y esperar que lo aceptaran con los ojos cerrados, así que me di un tiempo para pensar no solo en mi elección sino también en las razones que me llevaron a tomarla.

Al final pude decirles que seguiría en la universidad y que estudiaría Psicología como en un principio me propuse. Las dudas que me embargaron fueron ocasionadas por el temor que sentí al pensar que estudiar aquella carrera sería más complicado de lo que esperaba y que mi personalidad sería un obstáculo grande, pero gracias a las reflexiones que tuve hace unas semanas comprendí que no podía dejarme vencer así de fácil. A fin de cuentas, nadie dice que para conseguir lo que uno quiere el camino que se tomará estará libre de retos; es más, se suele decir lo contrario. Además, nadie puede decirme de lo que soy o no capaz, lo que puedo o no hacer, mas que yo mismo, y yo pienso que no estoy listo para dejar de lado uno de mis más grandes intereses.

Ahora más seguro, con una visión más clara del futuro y con la familia de mi parte me preparo para iniciar y dar mi mejor esfuerzo el siguiente ciclo.


viernes, 1 de enero de 2010

Viejas recetas para una vida (no muy) nueva


Reflections of reality
Are slowly coming into view

--The mirror, de Dream Theater




Erróneamente denominé este año como el peor de mi vida. Pero luego de pensarlo y repensarlo llegué a la conclusión de que ha sido el más complicado, lleno de nuevas experiencias, diferentes situaciones problemáticas, enormes sacrificios, duras lecciones y plagado de una constante sensación de ahogo. No por ello el peor, y sí el más productivo.


Mi idea era hacer una pequeña-gran lista de lo acontecido, pero resultaría ser una repetición de todo lo que llevo escribiendo aquí desde enero, así que solo haré un breve recuento de los puntos más importantes y, para terminar, de ese "punto de quiebre" del que nunca he hablado en este blog y que al fin he conseguido.

Por orden cronológico, pongo en primer lugar la experiencia de trabajo que tuve en Estados Unidos. En un inicio quise encontrar el sentido de mi vida de aquella manera, no hallarlo flotando en una freidora de papas, sino conociendo a otras personas, alejándome de mi rutina diaria, viviendo en otra cultura y, principalmente, pensando en la vida lejos de lo que conozco. ¿Funcionó? No del todo, no como lo tenía planeado, y el error, justamente, fue la falta de planificación.

Esto derivó en lo que tomé como la puesta en práctica de esta búsqueda, el viaje por la costa peruana en bicicleta. Como ya dije antes, no lo hice, no estuve ni cerca de hacerlo. Esto más bien ocasionó que dejara un ciclo en la universidad y que mi papá me obligara a dejar el que le siguió.

Los primeros cinco a seis meses fueron un desastre. Entre días aburridos metido en la casa, una época de trabajo en la oficina de mi tío y el resto del tiempo tratando de mantenerme a flote, llegó el asunto más importante de mi vida. Tuve que confrontar a mi madre luego de una ausencia de casi una década y luego tomar la decisión más importante de mi vida, lo que probó ser un esfuerzo que no creía posible de mi parte.

Luego de toda esta serie de experiencias (y de cientos de otras más), no me sentía más cerca de hallar ese escurridizo sentido de mi vida. Y, para agravar las cosas, una antigua crisis hizo su entrada al ocasionarme dudas con respecto a mi elección de carrera. Con esto último pude aprender que sin importar lo que elijamos, una puerta puede cerrar otra, pero abre nuevas. Es decir, no hay una sola elección. Mi temor era optar por Psicología y dejar de lado otras cosas, pero olvidaba que seguiría teniendo a muchas más, ya fuese la escritura, el ciclismo o (como recientemente he descubierto) la fotografía.

Todavía queda mucho por resolver y muchísimo más por aprender, pero siento que he lidiado correctamente con gran parte de lo que se me ha presentado. He tomado malas decisiones, sin duda, pero estas me han ayudado a tomar nuevas y acertadas. Y en la búsqueda por entenderme y comprender el sentido que quiero darle a mi vida, la cual llevó a vivir experiencias desagradables, descubrí algo muy importante, posiblemente lo más importante que he aprendido este año.

Desde que una serie de pruebas y algunos psicólogos aseguraron que mi personalidad tiende a la depresión, prácticamente definí mi vida en base a este defecto. ¡Grave error! No tengo depresión crónica, y con eso me basta para luchar contra lo que cualquiera pueda decirme o asegurar de mí. En el momento en que dejé que mi vida orbitara en torno a este aspecto negativo fue cuando me di por vencido, por decirlo así, y es por eso que ahora, con esto bien entendido, puedo romper con esa idea y definirme como yo quiera. No ser lo que una posible enfermedad diga que soy, sino lo que yo decido ser.

Y ese ha sido mi "punto de quiebre", la experiencia, idea o lección que cambia mi vida para bien y por completo. Y con ella me acerco a un sentido, pues así como uno puede definirse en base a lo que es, también puede hacerlo en base a lo que no es. Ciertamente el proceso es más largo, pero no por ello menos efectivo. Esto, para mí, es toda una revolución, la enseñanza máxima que me ayuda a poder enrumbar mi vida de la manera más ideal posible. No creo haber encontrado las respuestas más importantes ni resuelto todos mis problemas, pero sí me siento más cerca de vivir la vida feliz que tanto quiero. Por todo esto es que no puedo llamarlo el peor año, incluso si quisiera.

Honestamente, no quisiera que este nuevo año sea como el anterior en cuanto a la cantidad de pruebas, pero sí en calidad. El dejar un año de estudios me enseñó muchísimas cosas, pero el retomarlos me ayudará a aprender otras más y diferentes. Al final del día (o del año) no está en mis manos el poder de elegir qué me tocará vivir el siguiente, pero sí de darle el mejor uso a las circunstancias y (como he escrito un billón de veces, probablemente) utilizar lo aprendido anteriormente para cometer la menor cantidad de errores posibles. Muy parecido a la frase "si la vida te da limones, haz limonada", solo que con un pequeño giro: si la vida te da limones, el tequila y la sal corren por tu cuenta.

¡Feliz año!

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