martes, 31 de agosto de 2010

Día de máscaras


Though we might have precious little
It's still precious

--Bravest face, de Rush


Una particularidad de varias de mis clases en la facultad de Psicología es que no son las típicas lecciones donde el profesor habla mientras los alumnos escuchan y hacen anotaciones (aunque no me salvo de tener algunas de éstas), sino que suelen incluir "dinámicas", pequeñas actividades que ayudan a ilustrar el tema que se tratará.

Durante mis años escolares, cada vez que escuchaba la palabrita "dinámica" mi corazón comenzaba a latir con mayor fuerza, sudaba más y me ponía muy nervioso, pues no me gustaban esas actividades. Sentía que eran nuevas oportunidades de hacer el ridículo y ser humillado por mis compañeros. Ya en la universidad esto cambió un poco mi primer ciclo, cuando llevé un curso en el que se hacían dinámicas todas las clases, ya que me ayudó a soltarme mucho y a adoptar una actitud diferente con respecto a estos trabajos. Y es así que he llegado al punto de disfrutar mucho una clase que incluye dinámicas, siempre y cuando lo que deba hacerse no incluya hacer algo demasiado extraño frente a otros alumnos.

La última de estas actividades se llevó a cabo hoy, en mi clase de Procesos Cognitivos. Todos estuvimos obligados a asistir con un disfraz o con una prenda o accesorio que llamase la atención. Animado por la idea, llevé un poncho y un gorro andino que compré en Cusco el año pasado, aunque sentía que mi esfuerzo sería pequeño en comparación a lo que otros podrían llegar a tener puesto. Sin embargo, a pesar de haber vestimentas muy llamativas y extravagantes, fui uno de los ocho elegidos para concursar por el mejor disfraz, y mi sorpresa fue enorme cuando quedé empatado en el primer puesto con una chica de peluca rosa y pantalón de Los Simpsons. A mi parecer, una chica que llevó alas enormes y un sombrero de pirata debió haber ganado. Pero, aún así, fui feliz con mi chocolate como premio. (Cuando consiga las fotos las pondré aquí.)

Sé que me esperan muchas actividades de este tipo en ciclos por venir, y aunque a veces puedo sentir un poco de esos viejos nervios, me alegra saber que ya no evitan que la pase bien.

viernes, 27 de agosto de 2010

Con ojos cerrados y oídos abiertos


My eyes reflect the stars
And my smile lights up my face
We're on an amazing flight in space

--Amazing flight, de Ayreon


La cercanía que tengo con la música es bastante fuerte, lo he mencionado en otros posts, y estos últimos meses he dado un vuelco a la forma en que la suelo escuchar, lo que ha incrementado esa cercanía de maneras que no creía posible.

Una o dos noches a la semana durante ya casi tres meses le he dedicado cerca de cuarenta minutos a un ejercicio que ha ampliado la visión que tengo de la música. Lo que hago es escuchar canciones al azar almacenadas en la computadora. Me pongo audífonos, ajusto el volumen lo suficiente como para no distraerme con ruidos externos y presto atención a todo posible sonido de cada una de las canciones. La idea es concentrarse en los instrumentos, en los efectos de fondo y en la voz del o de la cantante (sin prestar atención a la letra en sí), y así generar imágenes aleatorias de acuerdo a los ritmos o dejarse llevar por los recuerdos que éstos evocan.

Suena un poco jalado de los pelos, pero a mi parecer el hecho de alejarse del mundo físico e ingresar a uno más abstracto e igualmente lleno de significados es muy estimulante, y hasta terapéutico. Sin embargo, he notado que esto no suele funcionar muy bien con todo grupo o género musical. Mis favoritos son los de Rock y Métal Progresivo, que combinan una amplia variedad de sonidos que logran asimilarse a pesar de que, a veces, éstos y los tiempos suelen ser muy dispares. A continuación pongo una de las canciones que me ayudan a lograr lo que llevo diciendo.

martes, 24 de agosto de 2010

Bicicletas en el espacio


No turning back
Coz I wanna know who I am
and I want to live my life.
No turning back
Tomorrow's awaiting,I'm on the way

--No turning back, de Stratovarius



Recientemente vi una película llamada "Mr. Nobody" (Las vidas posibles de Mr. Nobody), del director Jaco Van Dormael, y me pareció estupenda debido a varias cosas.


Se enfatiza mucho la idea de las decisiones y cómo estás determinan nuestro camina en la vida, y con esto resalta una frase crucial a lo largo de la historia: "Mientras no hagas una elección, todo permanece posible". Y es así como se desarrolla el filme, con un hombre de ciento dieciocho años que relata las diversas posibilidades que pudo haber tenido su vida en base a las decisiones (a menudo excluyentes) que tomó. De esta manera, es como si el hombre hubiese tenido hasta doce existencias diferentes, cada una totalmente plausible.

Esta película me hizo recordar a un par de posts que escribí meses atrás en el que discutí temas muy similares a los presentados en ella. Cómo las elecciones definen nuestra existencia es, para mí, algo sobre lo que podría pasarme horas meditando. No quisiera repetir lo que ya he escrito antes, así que lo resumiré con una frase: Siempre cabe la posibilidad de que en el camino que estoy tomando estoy pasando por alto muchas cosas, varias que en el futuro podrían servirme. Como dije en aquéllos posts, no es inseguridad lo que me lleva a pesar de esta manera (porque, finalmente, sí llego a tomar decisiones), sino la preocupación de que, muy posiblemente, nunca sabré cómo sería mi vida de haber hecho otra elección.

El desenlace de la película es bastante inesperado. Y debo decir que el final es uno de los mejores que he visto en un filme; me confundió, me hizo llorar, reí a carcajadas y quedé totalmente satisfecho y motivado.


lunes, 23 de agosto de 2010

La metáfora de la pelota


Mistakes that were made
We don't have to repeat
We've been given a choice
If we care to believe

--Cultural genetics, de Frameshift


Un tema que me había planteado en veces anteriores sobre la posibilidad de que las personas realmente pudiesen cambiar fue parcialmente respondido en una de mis últimas clases en la universidad. Si bien más se centró en la formación y cambio de la personalidad de un individuo, ayuda a aclarar un poco mis ideas.

Dándole vueltas en mi cabeza a la pregunta "¿la gente realmente cambia?", sentí que mis últimas impresiones no podían ser del todo correctas. Fui llegando a una especie de punto medio al pensar que uno sí está en la facultad de cambiar, pero siempre dentro de ciertos parámetros; podemos cambiar, pero dentro de lo que nuestras propias características personales nos lo permiten. Me sorprendí mucho cuando en una de mis clases de Psicología de la Personalidad (creo que ya es el tercer post seguido que hago mención a ellas) se habló del tema, y más aún cuando recibí la respuesta a mi pregunta, una muy similar a mi propio planteamiento.

Nuestra personalidad está determinada por factores genéticos y ambientales: los primeros asientan las bases y los segundos actúan sobre ellas. Y, según lo que tengo entendido, los factores ambientales afectan en un 60% aproximadamente, así que, a pesar de que una persona ya esté determinada a ser de cierta manera debido a su herencia, su personalidad puede ser alterada por el contexto en el que se desenvuelve, aunque dentro de lo que sus genes lo permitan. Es así como se llegaría a la idea de que sí es posible cambiar nuestra personalidad. Sin embargo, esto va más referido a la niñez y a la adolescencia, así que no respondería del todo mi pregunta. Pero me alegra estar más cerca de una conclusión.

viernes, 20 de agosto de 2010

Otro nuevo comienzo


Don't move too fast, people, just take it slow.
Don't get ahead, just jump into it

--Let's get it started, de Black Eyed Peas


A pesar de que esta primera semana de regreso en la universidad sólo he tenido tres días de clases, me siento exhausto. La única dificultad que noto hasta el momento está referida a la enorme cantidad de textos que debemos leer por semana, aunque ya puedo imaginar que pronto llegarán los estresantes trabajos e investigaciones grupales, exposiciones y redacción de ensayos. Por ahora he podido combinar las clases y ratos de estudio con pequeños proyectos fotográficos y salidas en bicicleta, lo que me deja poco tiempo para otras cosas.

El lado positivo de todo esto es que tres de mis cursos son especialmente interesantes, y siento que cada clase se ponen mejor. Uno de ellos, Psicología de la Personalidad, ya ha respondido varias de las preguntas que llevaba haciéndome y que he ido mencionando en el blog, así que me da una extensa lista de temas sobre los cuales escribir en el futuro; está de más decir que es mi curso favorito. De los otros ya iré hablando conforme vaya aprendiendo más.

¿Qué metas tengo para este ciclo? Además de pasar los cursos con buenas notas, no he tenido mucho tiempo para pensar en otras. Así de atareado estoy. Pero ya me daré un espacio para hacerlo, y para seguir escribiendo aquí.

lunes, 16 de agosto de 2010

Una mirada basta


You don't know,
You can't know
Just who I am

--Too far gone, de The Answer


Hace unos días se me ocurrió escribir sobre un tema que hoy se mencionó en mi primera clase de Psicología de la Personalidad, así que aprovecharé para hacerlo ahora.

Muchas veces me ha sucedido que cuando me preguntan lo que estoy estudiando, y yo les respondo "Psicología", su actitud hacia mí cambia ligeramente; se cuidan de lo que dicen o hacen, por ejemplo. Algunas veces me dicen como bromeando que los analizaré, que sabré todo de ellos con tan solo observarlos, lo cual es sólo parcialmente cierto. Cualquier persona puede hacerse una idea de la personalidad de un individuo de acuerdo a su comportamiento, no solo psicólogos, y la mayoría de veces la información que se observa es muy poca como para sacar conclusiones.

Esto ya me parecía entretenido, ver a amigos de la familia o personas que recién conozco resguardarse como si fuese a conocer sus secretos al mirarlos. Pero resulta que este cambio de actitud es incluso mayor cuando menciono que estoy investigando sobre detección de mentiras y lectura del comportamiento no verbal, y que ya me he devorado tres libros sobre el tema. Por lo general agrego que no hago uso práctico de estos conocimientos con amigos o gente cercana para calmarlos un poco (a pesar de que no siempre puedo controlar cuándo lo hago, y que todavía me falta mucho por aprender).

Por todo ello creo que seré un poco menos detallado al hablar de mis intereses. Además, suele ser más difícil detectar mentiras cuando la persona analizada sabe que la analizan. 

jueves, 12 de agosto de 2010

¿O sí?


I don't think I'll be staying
Around here, anymore

--Passing by, de Zero 7


M: Ella ve al amor de su vida en una vieja fotografía, tiene por seguro que lo hallará tarde o temprano, en el lugar donde ahora espera sentada, pero desconoce los detalles del encuentro. Durante varias horas, cada día, permanece en esa banca con la mirada pegada en su imagen, piensa en él y en lo feliz que serán juntos, en la maravillosa vida que tendrán. Me hace pensar en aquella vez en la que un hombre se le acercó. Tomó asiento a su lado, comentó el hermoso paisaje, le relató una breve anécdota, se presentó, le habló cordialmente y le propuso ir a tomar un café. Ella, todo ese tiempo concentrada en la foto, declinó la invitación y le explicó que esperaba a alguien, que era muy importante que se quedase ahí. Él lo aceptó decepcionado, y luego de unos minutos de silencio se levantó y se fue sin poder decir adiós. No sé qué me causa mayor pena, pensar que dejó ir al amor de su vida (el mismo que aparecía en la fotografía) o que dejó pasar la oportunidad de encontrar la felicidad con alguien más.

N: ¿Qué más da? No es como si hubieses sido tú quien se sentó a su lado.

jueves, 5 de agosto de 2010

Aquellos que gritan en silencio


I will remain
In the deafness of your silence

--Always never, de Porcupine Tree


¿Cómo puedo ayudar a alguien que no quiere ayuda o, peor aún, a alguien que no sabe pedirla?

La primera vez que recuerdo haber ayudado a alguien que no conocía fue cuando tenía alrededor de ocho años y mi papá me acababa de dar un billete de diez soles, el cual regalé a un chico pobre que vivía por el circuito de playas de la Costa Verde. Pero fue gracias a dos experiencias, durante mis años en primaria, que descubrí que me gustaba ayudar. La primera, visitando un colegio de Fe y Alegría en el que debíamos compartir nuestro desayuno-almuerzo con uno de los alumnos; y la segunda, apoyando a pintar los juegos de un colegio de bajos recursos. En secundaria dejé de ser un poco voluntarioso, pero una de las pocas vivencias de este tipo que tuve y que me gustó muchísimo fue visitar un colegio de huérfanos en Lurín donde debíamos "adoptar" a uno de los niños y ayudarlos a mejorar su caligrafía, a pintar y leer.

Quise mencionar lo anterior como muestra de que a veces puedo pensar mucho en los demás, y que son muchas las ocasiones en las que ayudo sin que me lo pidan (no siempre con consecuencias positivas) Lo que quería decir con la pregunta que da inicio al post está más referido a personas que sí conozco, familiares o amigos que puedo o no haber aconsejado y ayudado en el pasado, para bien o para mal. No es usual que me entrometa en asuntos que no me competen, pero por más que lo intento y me esfuerzo por no hacerlo, mis ganas de ayudar (y, probablemente, algún sentimiento que empuja a quererme mostrar como capaz de resolver cualquier cosa) suelen ser más fuertes. Quizás por ello es que siento que debo prestar ayuda a aquellos que no la piden. Sin embargo, más me interesa hablar de los que no saben pedirla.

Distingo entre ambos en tanto los primeros tienen la capacidad de acercarse a alguien y pedir ayuda pero no lo hacen por variadas razones; mientras que los segundos reconocen que tienen un problema pero no lo dicen a nadie o lo mencionan de manera muy vaga, aunque no hacen mucho por resolverlo. Yo solía ser así antes, por eso entiendo hasta cierto punto cómo puede sentirse alguien que no sabe cómo expresar sus molestias o tiene miedo de no conseguir alivio incluso si deposita su entera confianza en alguien. Por eso me hago la pregunta inicial.

Y, más específicamente, lo hago porque alguien que conozco se encuentra en esta situación, y por más que siento que debo ayudar, sé que estaría entrometiéndome en asuntos ajenos a mí. No me ha pedido ayuda, y aunque ha mencionado tener un problema (que no es grave, pero podría serlo en el futuro), esto no es suficiente para que yo haga algo al respecto. Sin embargo, una cosa que aprendí hace algunos años es que muchas veces las personas no esperan que otros resuelvan sus problemas, sino que buscan sentirse entendidos y, también en muchos casos, sentir que no están solos. Las situaciones varían, pero en ésta creo que no me queda otra opción.

domingo, 1 de agosto de 2010

Yo también me llamo...


Talking to myself again
This time i think i'm getting through

--Born in a different cloud, de Oasis


Cada cierto tiempo regreso a pensar en mi nombre y comienzo a tener una sensación extraña. Creo haber escrito al respecto aquí antes, cómo a veces no me identifico con mi nombre, o cómo cuando pienso en él no soy yo quien aparece en mi mente, sino otros Diegos. Hoy creo tener la explicación perfecta.

Cada palabra tiene un significado que como civilización se le ha dado y uno que cada persona le puede adjudicar; el primero está en los diccionarios y el segundo en cada uno de nosotros. Si bien representamos el mundo con palabras, éstas pueden llevar una carga emocional de carácter personal, por lo que cuando uno escucha 'perro' inmediatamente lo asocia con algo, con una imagen, un recuerdo, cualquier cosa que para nosotros sea un ejemplo bueno o importante. Pero, a mi entender, siempre diferente entre individuos.

Y podría decirse lo mismo de los nombres, quizás con mayor seguridad. Si alguien menciona el nombre 'José', dependiendo del José que conozcamos, pensaremos en él o en algún otro que para nosotros sea característico de ese nombre o de la situación particular en la que fue dicho. Creo que eso es lo que sucede con mi nombre, lo asocio con alguien diferente a mí. No porque no me considere 'Diego', sino porque no suelo pensar en mí de acuerdo a mi nombre (a menos que algo lo requiera, como el presentarme a alguien o escribirlo en un documento); no soy, para mí mismo, ejemplo característico de mi nombre. Hasta suena gracioso.

Tal vez sea por esta razón que no me gustan los nombres muy comunes, o que no esté exactamente de acuerdo con la idea de llamar a los hijos como sus padres. Si bien cada uno vivirá diferente y añadirá a su nombre "rasgos" distintos, éste ya carga consigo muchos significados que, probablemente, nada tengan que ver con la persona que lo porta. Tal vez no me llame como mi papá, pero conmigo llevo el legado de varios Diegos, especialmente el de los futbolistas, como me cuentan. Y, felizmente, algo de futbolista tengo.

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