lunes, 24 de noviembre de 2008

Reventando tímpanos (primera parte)


So, will the real Shady please stand up?
And put one of those fingers on each hand up?
And be proud to be outta your mind and outta control
And one more time, loud as you can, how does it go?


-- The real slim shady, de Eminem


Soy del tipo de personas que descubrió las maravillas de la música a una edad algo tarde, aunque no demasiado. El primer video de una canción que vi, que llamó mi atención y que me atrajo al mundo de la música fue “The real slim shady”, de Eminem, y luego de este llegaron muchos otros más que variaban en contenido y estructura. Este hecho me hizo notar, y posteriormente entender, que no se trata del género, del artista o el mensaje que se transmite, sino de las sensaciones que cada canción tiene en nosotros en diferentes momentos de nuestras vidas.

A veces me duele admitirlo, incluso a pesar de que diga que tengo una mente abierta a todo, pero no tiene caso mentir cuando trato de demostrar un punto importante. Los tres primeros CDs de música que obtuve fueron de Christina Aguilera, Britney Spears y Backstreet Boys; los segundos regalos encubiertos de mi papá, quien los compró para él mismo pero nunca quiso admitir que le gustaban (apenas y pude escucharlos hasta que se aburrió de ellos y me los dio). Es doloroso admitirlo porque cuestiona mi masculinidad, como tantos otros estereotipos sexistas, pero para la tierna edad de trece ya estaba seguro de qué me gustaba. Luego de aquellos tres llegaron géneros y bandas diferentes, como The Offspring, Blink 182, Linkin Park y Papa Roach, quizás queriendo romper con la imagen que tenía de mí mismo antes, quizás descubriendo nuevos sonidos.

Hasta este punto, alrededor de los dieciséis y después de vivir al lado de la música por casi cinco años, ya podía notar que mis gustos variaban muchísimo. Me gustaban el Pop, el Rock y el Nu Metal por encima de otros géneros, pero no hacía a un lado temas clásicos como los de Mozart o Beethoven, con lo que iba creando un repertorio bastante extenso y dejaba abierta la oportunidad de incorporar más estilos.

No incursioné en nuevos géneros sino hasta inicios de los diecisiete, cuando di lo que a mi parecer fue un salto olímpico hasta caer en el Metal, género que le dio un vuelco extraordinario a mi vida. Llegó a mí por dos vías: mi viejo y buen amigo Takashi me regaló un disco con varias canciones de Iron Maiden y Metallica, con lo que me inicié en el Heavy Metal; por otro lado, Christian, otro buen amigo y, podría decirse, modelo que seguí con relación a este tipo de música, solía poner discos de Rhapsody (ahora conocido como Rhapsody of Fire), y un día me atreví a bajar algunas canciones del grupo y terminé adentrándome en el Power y Progressive Metal, mi actual subgénero favorito.

En base a todo esto, puedo decir unas cuantas cosas. Como dije al principio, no se trata del género, el artista o el mensaje, sino de lo que cada canción o estilo nos hace sentir. Con cada grupo sentí cosas diferentes, especialmente porque a cada uno los fui descubriendo en distintos momentos de mi vida, y lo que más me gusta es que al escucharlos nuevamente puedo volver a experimentar las emociones pasadas como si las viviese nuevamente, pues la música ayuda mucho a revivir recuerdos. También existe el problema que se presenta cuando otros no pueden entender esto y terminan señalándonos por escuchar canciones que supuestamente tendrían que ser escuchadas únicamente por mujeres, lo cual me parece completamente absurdo, justamente por lo que acabo de decir. Quería mencionar algo sobre el Metal, pero para no hacer el post más largo de lo que ya es, lo dejaré para el siguiente.




[Aquí dejo algunas de esas canciones significativas en mi trayecto musical.]




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