domingo, 9 de noviembre de 2008

¿Mentes abiertas a la tolerancia? (primera parte)


Of fear, hate and greed
And join together singing our
Celestial Dream

-- Celestial dream, de Stratovarius


Desde que puedo recordar he tenido un ferviente desagrado por la discriminación en todas sus modalidades, desde el racismo, pasando por el sexismo, hasta la discriminación por la edad, la condición social y muchas otras más con las que no me topo personalmente pero que son prácticas igualmente nocivas. ¿Quién no tiene historias que contar sobre alguna forma en la que se ha visto discriminado? Me imagino que muy pocos, por no decir casi nadie.

Para empezar, mi familia siempre ha tenido su ración en lo referente al racismo, y es por ello que nació en mí la idea de oponerme a estas diferenciaciones sin sentido. Muchas veces he escuchado frases que en un principio solía dejar pasar, pero que poco a poco fueron molestándome más justamente porque provenían de mis seres queridos, y no pude permitir que siguieran “envenenando” mi cabeza y que comenzaran a hacerlo con mis hermanas y mis primos.

De más está decir que he fracasado cada vez que he intentado cambiar su noción de las personas que para ellos no son iguales racialmente hablando, por lo que decidí atacar el problema de otra manera. Lo ideal sería ir directo a la fuente, a la cultura, pero a veces me suena absurdo y hasta imposible luchar contra ella y contra la idiosincrasia de un país, e imagino que no soy el único que lo piensa. Debido a eso, me enfoqué en quienes ya habían recibido el “daño”, los adultos de mi familia, y como dije no pude vencer su forma de pensar. Es así como me veo en la tarea (y llevo viéndome en ella desde hace un buen tiempo) de no ser una fuerza que se oponga directamente al racismo que aquellos expresan, sino una fuerza que aminore y, con el tiempo, desvanezca ese mensaje de discriminación que llega a los miembros más jóvenes de mi familia. Es una forma de decir “si no puedes vencerlos, crea condiciones para que en el futuro no tengas que hacerlo”.

Y, bueno, eso es solo una parte de la historia, quizás la más fuerte. Junto a ella, está ligada la discriminación social, la que más me enerva. Es cierto que, en alguna medida, soy una persona privilegiada o, como dirían algunos, “blanco, educado y con plata en un país cholo, ignorante y pobre”. Repito esta frase para mostrar la denigración que no invento yo, sino que escucho y evidencio en aquellos que se sienten menos debido a esa superioridad que otros proclaman tener y que utilizan para hacerlos verse inferiores (aunque no en todos los casos, se ha de aclarar). Esta es otra razón por la que no me siento cómodo en mi familia, pues no comparten mi punto de vista en este tema. Dicen que tengo suerte de poseer todo lo que poseo y que debería agradecer y aprovecharlo. Agradezco, no digo que no, pero no considero que se trate de suerte y sin duda aprovecho lo que tengo, pero no en mi único beneficio, sino en el de los que más lo necesitan, actos que llevaré a cabo con mayor seguridad y recursos una vez que termine mis estudios.

Quedan dos tipos más de discriminación que me gustaría mencionar, pero los dejaré pendientes hasta mañana.


[Otro excelente grupo de métal]

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