Got up on the wrong side of life today yeah
Crashed the car and I'm gonna be really late
My phone doesn't work cause it's out of range
Looks like it's just one of those kind of days
Crashed the car and I'm gonna be really late
My phone doesn't work cause it's out of range
Looks like it's just one of those kind of days
-- Runaway, de Avril Lavigne
No sé qué es peor, cometer los mismos errores una y otra vez u olvidar que existe la posibilidad de cometer los mismos errores una y otra vez. Desde que puedo recordar, cada una de las computadoras que he tenido a lo largo de los años se ha visto atacada por un nefasto virus que, ineludiblemente, incluso teniendo un antivirus moderadamente bueno, ha terminado por eliminar toda mi información, ya sea de manera directa o indirecta. De igual manera, los ocasionales experimentos que suelo hacer con la compu no siempre toman el curso esperado y me veo en la necesidad de llamar a un técnico que formatea la máquina y me hace perder mis archivos y aplicaciones. En conclusión, soy un desastroso aficionado de las computadoras; me encantan, pero no creo que el sentimiento sea mutuo.
Todo lo anterior me lleva a hablar de un proyecto que me tomó unos meses darle forma y varios más comenzarlo y avanzarlo. Tenía una estupenda idea para una novela, y los cuatro capítulos que ya llevaba escritos me motivaban a seguir escribiéndola; era el tercer proyecto de este tipo en el que me adentraba, pero sabía que sería el primero que tendría éxito. Todo iba perfecto, hasta que mi laptop sufrió un colapso nervioso y dejó de funcionar. Había cometido el peor error de todos: olvidé hacer una copia de todos los documentos que armaban la novela y mandarlos a mi mail en caso de que lo peor sucediese. Y lo peor sucedió. El técnico no pudo recuperar la información, por lo que me veo en una situación muy desconsoladora.
Felizmente, mandé mi tercer capítulo por correo a una amiga (quien con un poco de suerte aún debe tenerlo) y otra posee una copia física del primero, por lo que no me veo en tan mala posición como creí en un momento. El hecho de primero haber perdido mi computadora y, hace unos días, el timón de mi bicicleta, hace que me pregunte qué perderé la próxima vez. No es imperativo que pierda algo nuevamente, pero a veces suelo ver las cosas de esa manera, y me reconforta el pensar que no necesariamente debe darse una pérdida negativa. De hecho, todas estas experiencias me hacen aprender (y recordar) varias cosas, de entre las cuales rescato una valiosa enseñanza: debo comprar una memoria USB.
Todo lo anterior me lleva a hablar de un proyecto que me tomó unos meses darle forma y varios más comenzarlo y avanzarlo. Tenía una estupenda idea para una novela, y los cuatro capítulos que ya llevaba escritos me motivaban a seguir escribiéndola; era el tercer proyecto de este tipo en el que me adentraba, pero sabía que sería el primero que tendría éxito. Todo iba perfecto, hasta que mi laptop sufrió un colapso nervioso y dejó de funcionar. Había cometido el peor error de todos: olvidé hacer una copia de todos los documentos que armaban la novela y mandarlos a mi mail en caso de que lo peor sucediese. Y lo peor sucedió. El técnico no pudo recuperar la información, por lo que me veo en una situación muy desconsoladora.
Felizmente, mandé mi tercer capítulo por correo a una amiga (quien con un poco de suerte aún debe tenerlo) y otra posee una copia física del primero, por lo que no me veo en tan mala posición como creí en un momento. El hecho de primero haber perdido mi computadora y, hace unos días, el timón de mi bicicleta, hace que me pregunte qué perderé la próxima vez. No es imperativo que pierda algo nuevamente, pero a veces suelo ver las cosas de esa manera, y me reconforta el pensar que no necesariamente debe darse una pérdida negativa. De hecho, todas estas experiencias me hacen aprender (y recordar) varias cosas, de entre las cuales rescato una valiosa enseñanza: debo comprar una memoria USB.
[A veces no resulta como queremos o esperamos.]
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