Sweet child in time, you'll see the line
Line that's drawn between good and bad
See the blind man shooting at the world
Bullets flying, ooh taking toll
-- Child in time, de Deep Purple
Me he puesto a pensar en muchas cosas relacionadas a la infancia, no solo por posts anteriores, sino por una prevalencia significativa con relación a este tema en mis clases de la universidad. De hecho, se siente sumamente satisfactorio poder hablar de algo que muchos de nosotros conocemos bastante bien, y es aún más divertido (y a veces desequilibrante) hacer la comparación entre la ciencia y la experiencia propia.
Una particularidad en la que me puse a pensar recientemente es en la facilidad que tienen los niños de hacer amigos, cómo podemos poner a varios de ellos en un cuarto lleno de juguetes y no tardan en unirse unos con otros; es la maravilla del juego y su importancia en la infancia. Por el contrario, pongamos a un grupo de adolescentes o adultos en un cuarto ya no de juguetes sino de, digamos, revistas, y lo más probable es que hayan largos períodos de silencio antes de un intento de comunicación. Claro que todo depende de las personas y de su personalidad.
Otra comparación interesante la hallo en la capacidad de abstracción que tenemos los adultos, mucho más desarrollada que los niños, lo que nos permite, por ejemplo, interesarnos más en temas filosóficos y, eventualmente, entenderlos. Y, sin embargo, a pesar de tener esa especie de superioridad de abstraer la realidad, solemos centrarnos más en lo que consideramos real, tendemos a estar más con los pies en la tierra que en mundos simbólicos. Caso contrario con los niños, quienes con su menor capacidad viven de sus fantasías en mundos de su propia invención, ayudados de una imaginación ilimitada. Paradójico pero curioso.
Hay todo una gama de diferencias peculiares entre niños y adultos, lo que particularmente me causa una mezcla de asombro y humor, y a veces hasta vergüenza. Los “grandes” nos sentimos mejores en muchos sentidos, pero a veces pienso que el ser niño tiene montones de ventajas, más allá de lo referido a las responsabilidades. Tiene sus perjuicios también, como lo son menores capacidades físicas y cognitivas, así como una menor libertad respecto a casi todo. Pero, básicamente, admiro a los niños en tanto no han sido corrompidos por el factor “malicia”, y que aún conservan (en la mayoría de los casos, probablemente) esas pizcas de inocencia que muchos de nosotros carecemos y, de repente, necesitamos.
Una particularidad en la que me puse a pensar recientemente es en la facilidad que tienen los niños de hacer amigos, cómo podemos poner a varios de ellos en un cuarto lleno de juguetes y no tardan en unirse unos con otros; es la maravilla del juego y su importancia en la infancia. Por el contrario, pongamos a un grupo de adolescentes o adultos en un cuarto ya no de juguetes sino de, digamos, revistas, y lo más probable es que hayan largos períodos de silencio antes de un intento de comunicación. Claro que todo depende de las personas y de su personalidad.
Otra comparación interesante la hallo en la capacidad de abstracción que tenemos los adultos, mucho más desarrollada que los niños, lo que nos permite, por ejemplo, interesarnos más en temas filosóficos y, eventualmente, entenderlos. Y, sin embargo, a pesar de tener esa especie de superioridad de abstraer la realidad, solemos centrarnos más en lo que consideramos real, tendemos a estar más con los pies en la tierra que en mundos simbólicos. Caso contrario con los niños, quienes con su menor capacidad viven de sus fantasías en mundos de su propia invención, ayudados de una imaginación ilimitada. Paradójico pero curioso.
Hay todo una gama de diferencias peculiares entre niños y adultos, lo que particularmente me causa una mezcla de asombro y humor, y a veces hasta vergüenza. Los “grandes” nos sentimos mejores en muchos sentidos, pero a veces pienso que el ser niño tiene montones de ventajas, más allá de lo referido a las responsabilidades. Tiene sus perjuicios también, como lo son menores capacidades físicas y cognitivas, así como una menor libertad respecto a casi todo. Pero, básicamente, admiro a los niños en tanto no han sido corrompidos por el factor “malicia”, y que aún conservan (en la mayoría de los casos, probablemente) esas pizcas de inocencia que muchos de nosotros carecemos y, de repente, necesitamos.
[Este cover hecho por Yngwie Malmsteen me encanta.]
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