jueves, 22 de septiembre de 2011

Yo (también) estuve aquí


Empty pockets tell the stories

--Broken hearts, torn up letters and the story of a lonely girl, de Lostprophets


La semana pasada, mi abuela visitó el antiguo edificio en el cual vivíamos y del que nos mudamos un año y medio atrás. Allí encontró una carta que había sido enviada dos años antes a esa misma dirección, pero cuyo destinatario no era mi abuela, sino muy posiblemente el anterior dueño del departamento. Al no tener información sobre la persona, decidió abrir el sobre en busca de datos que le pudiesen ayudar a localizarla, pero no halló nada escrito dentro de él. En lugar de eso, había cerca de una decena de fotos de un bebé que no podía tener más de cuatro o cinco meses de nacido. Este incidente me dejó pensando en varias cosas, pero principalmente me hizo recordar una situación medianamente similar que ocurrió a comienzos del 2009.

En ese entonces estaba viviendo en Estados Unidos con un grupo de amigos como parte de un programa de trabajo de verano para estudiantes universitarios, y la situación en cuestión fue consecuencia de un evento acontecido un par de meses antes. Uno de mis amigos creía haber perdido su pasaporte, y tras muchos minutos de angustia y de búsqueda desesperada, notamos que se hallaba en un compartimiento en la base del mueble donde guardaba su ropa. Al colocarlo en una de las gavetas, debió haberse deslizado por las ranuras y caído al fondo. Sacamos el cajón y lo recuperamos. Y varias semanas más tarde, impulsados por la curiosidad (y más que nada el aburrimiento), decidimos investigar si podíamos encontrar algo más ahí dentro. Sólo encontramos un papel roto en varios pedazos, ante lo cual mis amigos perdieron el interés. Pero yo no.

Reuní todos los pedazos y fui colocándolos de acuerdo a como notaba que iban encajando, hasta entender que se trataba de una carta. Apenas terminé de armarla no pude resistirme y comencé a leerla. Había sido escrita en el 2004 por una mujer que decía haber viajado por todo el país con la esperanza de reencontrarse con el hombre a quien amaba, el destinatario, y le pedía una segunda oportunidad. Esto me dejó con la cabeza llena de preguntas: ¿Por qué rompió la carta? ¿Era una copia de borrador? ¿Qué hacía perdida debajo de un mueble en un hotel de carretera en Pensilvania? ¿Se habrían llegado a ver? ¿El hombre le habría dado otra oportunidad? No esperaba obtener respuesta.

Lo mismo me sucedió con las fotos del bebé; tanto ahora como entonces, me quedo con muchas incógnitas. Sin embargo, lo que más perdura es la sorpresa que me da el sentirme involucrado de cierta manera en la vida de estas personas a pesar de no tener idea de quiénes son. Antes de ver las fotos o de leer la carta, podían haber seguido viviendo y yo probablemente jamás habría reparado en su existencia, lo que proporciona una imagen estupenda de lo enorme que es el mundo y las miles de historias que ocurren a nuestro alrededor en todo momento. O que incluso pudieron haber ocurrido años antes en el mismísimo lugar donde nos encontramos parados y de las cuales nosotros no tenemos idea.

lunes, 19 de septiembre de 2011

La vida en plural


Finding true life's essence
Uniqueness of our kind

--Search for life, de Pagan's Mind


Hace poco estuve dándole una segunda y rápida leída al libro de Erich Fromm, El arte de amar, y me topé con una frase sobre la que ya había reparado antes, aunque no por ello exenta de nuevas interpretaciones. Luego de ya un buen tiempo y de varias experiencias de por medio, esta segunda mirada me ayudó a encontrar una idea diferente, ligada a un viejo post y a muchas ideas similares sobre las que ya he escrito aquí antes. La frase en cuestión es la siguiente: "¿Qué le da una persona a otra? Da de sí mismo, de lo más precioso que tiene, da de su vida". Fromm lo desarrolla aún más, pero para mí esto ya es suficiente.

En una de mis clases de Psicología Social hablábamos de cómo las vivencias de uno pasan a formar parte de de las de otra persona tan solo por el mero hecho de mencionarlas, esto como parte de un fenómeno psicológico. Se dio un ejemplo en el cual la profesora acababa de ser asaltada y cómo al contarnos lo sucedido su experiencia pasaba a formar parte de la nuestra; no la teníamos de manera directa, pero aún así la hacíamos nuestra: podíamos asustarnos con lo contado y sentirnos ansiosos de encontrarnos en una situación similar en el futuro; o percibir a la profesora desde ese momento en adelante como una víctima; o guardar el recuerdo de esa anécdota y mencionarla en una conversación con otras personas sobre el crimen en la capital; etc.

Todo ello me ayudó a ver de manera más profunda cómo los actos y palabras de otros pueden tener un impacto en nosotros incluso si son aparentemente intrascendentes. La más pequeña de las ideas puede rodar cuesta abajo cual bola de nieve e ir creciendo en nuestra mente, aun si de manera consciente no reparamos en ella, y volverse el punto de referencia que utilizamos para desenvolvernos en un ámbito particular. Volviendo al ejemplo anterior, saber que en un determinado lugar asaltan, influirá en mi nivel de alerta cuando lo transite, sin siquiera haber experimentado de primera mano un asalto ahí. Vale decir que en realidad todo ello es bastante relativo, y la fuerza de tal influencia dependerá del significado que cada uno le otorgue al conocimiento adquirido; pero no hay duda de que existe cierto conocimiento.

¿Cómo se liga la frase de El arte de amar con lo que llevo diciendo?

Pues bien, si una persona da a otra de su vida, no hace falta mayor explicación. Si el solo estar ya influye en otros, vemos lo importante que es cada pensamiento, palabra y acto, y cómo cada uno puede afectar la vida de personas que ni conocemos, personas con las que nunca hemos hablado o que jamás hemos visto. La buena o mala noticia (según quiera verse) es que siempre seremos influidos por los demás. Pero lo definitivamente positivo es que tenemos la capacidad de pensar críticamente sobre lo que vamos asimilando del mundo y de quienes nos rodean (al menos en parte), así que podemos elegir cómo queremos usar eso que vamos aprendiendo. El resto está fuera de nuestro control, pero no por ello debe asustarnos.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Actor o espectador


But if you really want to live
Why not try and make yourself

--Make yourself, de Incubus


Hace un par de días acepté al fin que tengo un problema; luego de casi un mes mirándolo de reojo, simulando que no estaba ahí y hasta dándome excusas de por qué todo andaba como de costumbre, entendí que no se iría si yo mismo no me proponía confirmar su presencia y buscar la manera de solucionarlo. Siento que estoy cayendo en una etapa depresiva de mi vida.

Creo que puedo dar muchas razones o encontrarle muchos puntos de origen a mi problema, lo cual no parece ayudar mucho si lo que busco es sentirme mejor, pero ese suele ser el primer paso, identificar las causas y después pasar a resolver las cosas. ¿Pero qué sucede cuando no se tiene control directo sobre lo que origina un problema? En estos días recuerdo haber escuchado la frase "¿qué parte de nuestras vidas está realmente bajo nuestro control?" y haber experimentado cierta desesperanza, más que nada por el hecho de sentir que estoy perdiendo una lucha que creía haber ganado antes. Esto, por supuesto, es el lado negativo de las cosas.

Por momentos le doy vueltas a esta idea de querer romper con esquemas que he armado de mí mismo, más que nada comportamientos defectuosos que ocasionalmente termino por obligarme a aceptar como parte de lo que soy; me digo que cambiaré, que seré mejor, que haré tal o cual cosa de otra manera, que haré más de esto o menos de aquéllo. Pero es solo una idea, y no dura mucho. Esto me lleva a recordar una clase durante mi segundo ciclo en la universidad, en la cual la profesora nos preguntaba cómo podíamos hacer que las personas cambiasen su forma de pensar por un tiempo prolongado. Nos puso un ejemplo con el que me sentí identificado, cómo las personas solemos sentirnos motivados a cambiar o a hacer algo tras leer un libro, ver una película o escuchar una charla y que ponemos en marcha dicho propósito, pero que a los pocos días (e incluso horas) perdemos interés. ¿Cómo cambiar eso? ¿Cómo potenciar o mantener la energía y la motivación de cambio? Si bien tengo algunas respuestas, en especial gracias a unas muy fructíferas clases de psicología, no hace falta decir lo difícil que es ponerlas en práctica. Este también es el lado negativo del asunto.

Pero, como me gusta decir, "siempre hay algo positivo en toda situación". Definitivamente el negar las cosas sólo dará como resultado una manifestación más fuerte a largo plazo, y eso es lo que creo que ha sucedido. Simular que no había problema lo ha hecho ahora más difícil de encarar, pero si bien hay algunas cosas que no tienen solución, tengo por seguro que ésta no es una de ellas. En primer lugar, creo que toda persona tiene control sobre su vida, algunos en mayor o menor medida, pero lo tienen. Y esto es de por sí suficiente para ver que tal vez no podamos cambiar una situación en nuestra condición actual, pero sí podemos cambiar nosotros y conseguir el estado que se necesite para lograr aquéllo. Y en segundo lugar, pienso que depende de cada uno cuánto realmente quiere ese cambio. Pero, principalmente, se debe saber qué se quiere, cuál es la meta.

A mí todavía me falta definir la meta en lo que respecta a este problema; sé lo que tengo que hacer y de a pocos estoy incorporándolo en el día a día, pero aún hay preguntas por responder y decisiones que tomar, lo que básicamente evita que pueda determinar hacia adónde ir. Es complicado de explicar con los pocos detalles que he dado, pero sería como decir que sé cómo llegar y que estoy dando los pasos necesarios para alcanzarla, pero no tengo una idea definitiva de la meta. Casi suena como si no supiese lo que estoy haciendo, y por ratos realmente siento eso, siento que he tomado malas decisiones y que ahora estoy pagando las consecuencias. Pero en el fondo sé que podría estar muchísimo peor y que está en mi la única decisión que vale, la decisión de hacer algo, cambiar las cosas. Y ya la he tomado.

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