viernes, 28 de octubre de 2011

Los caminos que no tomé


He said life's a lot to think about sometimes
When you keep it all between the lines

--The road I'm on, de 3 Doors Down


Ayer, mientras montaba bicicleta por rutas nuevas, descubrí una calle que a simple vista no difería de ninguna otra, no tenía nada de especial. Sin embargo, conforme fui avanzando por ella fui teniendo una sensación extraña, muy parecido a un deja-vu en tanto creía ya haber vivido ese momento, aunque la experiencia se acercaba más a la idea de haber pasado por ese lugar antes, muchos años atrás. De alguna manera me hizo pensar en algo que llevo deseando durante la mitad de mi vida, y hasta probablemente desde antes.

Muchas veces he querido enormemente poner un alto a mi vida y volver a vivirla desde el comienzo, aunque con todo el conocimiento que tengo en este momento. Siempre que lo pensaba nacía de un afán por resolver problemas, revivir experiencias agradables y tomar caminos nuevos, pero ayer vi esta idea de una forma totalmente inédita, me puse a pensar en algo que no había cruzado por mi cabeza nunca. Cambiar el pasado evidentemente alterará el futuro, pero nunca imaginé un escenario en el que dejaría de vivir lo bueno, lo divertido y lo que mayor felicidad pudo traerme. Siempre se trató de obviar lo negativo, nunca de saltarme lo positivo.

Lo complicado viene a continuación. Sé que con cambios en el pasado nuevas experiencias (buenas y malas) llegarán a futuro, ¿pero cómo me sentiré al compararlas con las que ya tuve? He ahí el punto al que quería llegar. Dado que la vida es lineal, cada una de nuestras decisiones nos llevan por un camino y no por otro, de tal manera que no podemos probar cada opción, debemos quedarnos sólo con una alternativa y vivir con ella. Entonces, así tratemos de imaginar qué hubiese pasado de haberse dado la otra situación, nunca lo sabremos y tendremos que contentarnos con lo que nos tocó (o, en todo caso, con lo que elegimos que nos toque). Pero si se da la oportunidad de volver a elegir, y optamos por lo que dejamos de lado la primera vez, compararemos ambas experiencias y le daremos mayor valor a una. Y así, en el mejor de los casos, la otra perderá significado; en el peor, nuestro arrepentimiento ante la nueva elección será increíblemente mayor, puesto que sabremos exactamente lo que nos perdimos.

La idea anterior la asocié mucho con las personas que he conocido a lo largo de mi vida y que la han marcado de cierta manera; sin ellas no sería quien soy hoy. Ya antes había escrito lo esencialmente importantes que considero a mis amigos, así que llegué a la conclusión de que rehacer mi vida no vale la pena si existe la más mínima posibilidad de arriesgar una amistad. Siempre aparece el argumento de que conoceré a otras personas igualmente valiosas, pero siguiendo con mi planteamiento anterior, vivir sabiendo a quiénes dejé de conocer es un peso que definitivamente no me atrevo a cargar.

Por todo ello decidí deshacerme del viejo deseo del que llevo hablando. Principalmente por mis amigos, pero también por algo que debí haber notado mucho antes: hasta el momento he tenido una vida muy gratificante y feliz; y con la medida adecuada de desazones, sí, pero nada que no haya podido enfrentar. Así que no veo la necesidad de cambiar nada.

lunes, 24 de octubre de 2011

Mensajes para el futuro


A year has passed
Since I wrote my note
I Should have known
This right from the start

--Message in a bottle, de The Police


Hace cuatro años conversaba con unos amigos sobre cómo los problemas por los que pasaba en ese entonces posiblemente no me afectarían de la misma manera pasado un buen tiempo, que los años acabarían por menguar los sentimientos de frustración y pesar. A modo de experimento decidí escribir una carta detallando las dificultades que me aquejaban, cómo me sentía, cómo creía que podría resolverlas y cosas por el estilo, y la  guardé en mi correo electrónico tras realizar un configuración que me permitiría recibirla tres meses más tarde. Y luego de ese tiempo, luego de haberme olvidado por completo de su existencia, llegó a mi bandeja de entrada; y pude comprobar lo que decía líneas más arriba.

Desde entonces decidí mandarme más mensajes, ya no sólo con lo negativo en mi vida, sino también con todo lo bueno que me iba ocurriendo. Algunos llegaban semanas después, otros unos meses más tarde, y muy pocos han tardado años. Con cada una de esas cartas he podido revivir parte de mi pasado en la medida en que mis descripciones me lo permitían; a más detalles, más emociones me suscitaba y más cerca me encontraba de lo vivido en ese entonces. Pero, principalmente, me ayudaban a reflexionar acerca de lo ocurrido, cómo realmente pude poner fin a determinados problemas o qué sucedió exactamente para que ciertas alegrías se esfumasen.

Muchas veces pasó por mi cabeza lo tonto que podía parecer escribir tales cosas, más que nada por pensar que podía estarme aferrando demasiado al pasado. Incluso hasta el día de hoy lo pienso ocasionalmente. Pero siempre me hace bien refutar tales ideas argumentando que en realidad no estoy viviendo en el pasado, sino que lo utilizo como guía para sobrellevar el presente y tener una mejor visión de lo que quiero a futuro. Quedarse atorado en los recuerdos, paralizarse en el "que hubiese pasado sí...", eso sí es improductivo y hasta fatal, el camino directo a desarrollar inseguridades y dudar de cada decisión (en otro post explico esto último un tanto mejor).

Todo este tema vino a mi cabeza tras haber recibido hoy otra de esas estupendas cartas, una de las primeras que escribí. Sin duda me puso algo nostálgico y triste, pero como suele pasar bastante seguido en mi vida, no pudo haber llegado en un momento más preciso que este. Si bien no estoy pasando por el mismo problema de ese entonces, me ayuda de sobremanera a recordar que algunas cosas no podemos dejarlas a la suerte o esperar que el tiempo elija su curso. Mi 'yo' del pasado lo supo especialmente bien, y me alegra que haya querido compartirlo conmigo ahora.

sábado, 22 de octubre de 2011

La novedad en lo cotidiano


A new image in your grasp
Focus getting clearer
Seize the moment, take it in

--Above the grass pt. II, de Frameshift


Dos días atrás, mientras revolvía la refrigeradora de mi casa en busca de algo rico para comer, recordé una de las tantas enseñanzas tácitas que recogí de una vieja amistad. No es coincidencia que dicha enseñanza hubiese tenido su inicio también en mi cocina, hace algunos años.

Recuerdo que acabábamos de preparar té y nos dirigíamos a la mesa de la cocina, pero esta amiga tuvo la idea de sentarse en el suelo en lugar de utilizar las sillas, y me convenció de acompañarla. No le pregunté por qué quiso tomar asiento ahí, realmente no me incomodaba y no era la primera vez que me cruzaba con alguno de sus inusuales comportamientos, así que dejé pasar el evento como otra de sus ocurrencias. Hasta que sucedió varias veces más, aunque en oportunidades y sitios diferentes: solía ocupar lugares no necesariamente reconocidos por su comodidad ni hechos para sentarse, y se perdía en quién sabe qué pensamientos luego de hacerlo, como si alcanzase algo muchísimo más valioso que un asiento. Y nunca averigüé qué intentaba conseguir con esto, por muchas razones preferí no indagar.

Con el tiempo fui tratando de encontrarle una explicación, y poco antes de perder comunicación con ella creí dar con una respuesta, más mía que suya. El hecho de sentarse en pleno pasadizo, de echarse en el piso o de recostarse sobre mostradores sin un propósito evidente (por mencionar algunos ejemplos), pudo haber sido la manera en que pretendía darle sentido a las cosas, de obtener una perspectiva diferente de ellas (literal y figuradamente). Como digo, no sé si realmente fuese así, pero me decidí a probarlo por mí mismo. Y hasta cierto punto dio resultado.

Mirar algo cotidiano desde un punto o posición nueva puede ser más provechoso de lo que se cree. Cada vez que necesito darle vueltas a un asunto importante de mi vida suelo hacer tres cosas, montar bicicleta, salir a caminar o tomar asiento en el lugar menos esperado. La tercera opción siempre suele ser mi primera. Y ese día, luego de sacar un yogurt de la refrigeradora, tomé asiento junto a uno de los aparadores y pude dar por resuelto uno de los dilemas más complicados que he tenido en un buen tiempo. Unos minutos en el suelo bastaron para conseguir una nueva mirada.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Silencios que se dejan escuchar


I'm standing at a crossroad
I don't know what to do

--Silence from angels above, de Circus Maximus


Hoy tuve una experiencia bastante singular mientras iba en carro por la Costa Verde. En un principio no me percaté de lo que sucedía por andar metido en mis propios pensamientos, pero luego fui notándolo poco a poco hasta por fin entender de qué se trataba: un silencio sobrenatural.

Es difícil de explicar. Si bien se oía el motor del carro, el resto estaba en silencio. No oía el lejano rugir de las olas ni el sonido de los autos que pasaban a mi lado; tampoco podía percibir los silbidos del viento a pesar de tener la ventana abierta. No supe cómo sentirme, literalmente. La situación me parecía demasiado extraña, y a la vez encontraba cierta paz en la falta de sonidos; me ponía un poco nervioso pero la disfrutaba. Todo esto me hizo pensar inmediatamente en dos cosas. La primera, un capítulo de la serie de ciencia-ficción "Los Expedientes Secretos X" en el cual uno de los protagonistas le pidió a una supuesta genio por la paz mundial, y aquélla cumplió su deseo al hacer desaparecer a todos los seres humanos. Tuve una sensación como ésta, como si me encontraba totalmente solo en el mundo. Creo que puede ser una noción sosegadora por un lado, y perturbadora por otro.

Lo segundo en que pensé fue el cuento corto de E. M. Forster "La máquina se detiene". En él se detalla un mundo futurista donde las personas se han vuelto dependientes de una máquina que controla todo su quehacer cotidiano, e incluso ha pasado a reemplazar la interacción social por una de tipo virtual (valga decir que fue escrito en el año 1909, así que el autor bien podría haberse referido a un mundo no muy diferente del nuestro). El punto es que llega un momento en que la máquina se detiene, deja de funcionar, y el zumbido que emitía y al que todos los seres humanos se habían acostumbrado cesa por completo, lo cual ocasiona la muerte instantánea de miles de personas y una desorientación abrumadora en muchas otras. Mi caso fue muy diferente. Para empezar, no morí, y me percaté del silencio de manera más gradual.

No creo haberme vuelto loco o momentáneamente sordo. Al contrario, creo haber tenido una experiencia bastante enriquecedora, aunque inmensamente misteriosa y algo inquietante. Como dije, en ese momento no supe cómo sentirme, pues todavía me costaba entender lo que sucedía, pero ahora, tras darle un par de vueltas, entiendo lo que puedo sacar de ella. Tal vez he estado tan acostumbrado al ruido que un poco de silencio me hizo perder el equilibrio por unos minutos, o quizás sea la vida que de manera indirecta pide que me dé un tiempo a solas conmigo mismo para pensar en muchas de las cosas sobre las que me hace falta meditar.

jueves, 6 de octubre de 2011

Ideación musical


Say it might have been a fiddle or it could have been the wind
But there seems to be a beat now, I can feel it in my feet now
Listen here it comes!

--The music never stopped, de The Grateful Dead


Revisando de manera más minuciosa la lista de canciones que tengo en mi computadora y comparando las letras de varias de ellas (especialmente las de mis grupos favoritos) con ideas que suelo tener, comencé a notar un patrón muy curioso. Reservo en mi vida un espacio bastante grande para la música, pues no pasa un solo día sin que me dé un tiempo para escucharla, pero empiezo a pensar que influye en mí de manera mucho mayor a lo que suponía. Descubrí que gran parte de mis ideas, de la forma en que veo y encaro el mundo, es en base a las letras de aquéllas canciones. 

Considerando que muchas de las cosas sobre las que escribo se remontan a pensamientos o vivencias que  tuve durante la adolescencia, entiendo cómo la música pudo haber tenido un rol especialmente importante en la conformación de mis ideas, y me alegra muchísimo no haber sentido afinidad por géneros musicales demasiado sombríos o extravagantes. Algunos podrían refutar esto último, pues soy amante del métal, particularmente de los subgéneros "power" y "progresivo", y es de ahí de donde viene gran parte de mi filosofía de vida. Sin embargo, como me gusta remarcar, no todas las canciones de métal gozan de letras fantásticas o sonidos estruendosos, también las hay tranquilas, motivadoras, profundas y que, en últimas instancia, guardan significados importantes. Además, no me quedo sólo con este género, me apasionan muchísimos otros.

Ahora bien, no sé en qué medida pueda estimarse como buena noticia el que haya sido influido de manera tan fuerte por la temática de la música que escucho. Hace varios años, durante una de mis clases en el colegio, escuché decir a un profesor que no había forma de crear algo de la nada, que lo nuevo no sería sino el préstamo de varias otras cosas. Así, incluso las ideas más fantásticas deberían su nacimiento al conjunto de otras ideas, no necesariamente relacionadas entre sí, y no tomadas prestadas en su totalidad. El mejor ejemplo que se me ocurre en este momento es la representación prototípica de los extraterrestres, seres verdes de mediano tamaño, delgados, con tres o cuatro dedos, con una cabeza proporcionalmente más grande que su cuerpo y grandes ojos negros. Esta imagen no sería más que varios conceptos unidos que nos ayudarían a darnos una noción de lo que es un alienígena, conceptos que conocemos y que usamos para armar algo que nunca hemos visto. No sé si me explico. Y, en todo caso, me desvié un poco.

Así creo ver mi filosofía de vida, un conjunto de letras de canciones favoritas que guardan cierta relación entre ellas y que, sumadas a otros muchos aspectos de experiencias pasadas que no involucran música, se imbuyen de sentido. Y, por supuesto, no son malas noticias en modo alguno. En todo caso, consigo ver y reafirmar lo que siempre he sabido, que soy un melomaniaco.

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