viernes, 10 de octubre de 2014

Queriendo sin querer

Fuente: Archivo personal

Whatever you want to change
You better start changing your mind

--Stranger in your soul, de Transatlantic


Q: Comenzaba a recordar todas esas típicas frases motivacionales sobre alcanzar nuestras metas o vencer obstáculos si realmente nos lo proponemos, si lo deseamos con todas nuestras fuerzas.
R: Pensé que no creías en esas cosas.
Q: Hasta cierto punto siempre pensé que podría funcionar, más que nada por un tema psicológico. Algo así como darle dirección a las ideas y acciones por medio de un profundo sentido de logro, como si el solo pensarlo fuese fuerza suficiente para generar el cambio necesario para alcanzar lo que queremos. ¿Me explico?
R: No muy bien.
Q: Por ejemplo, tienes la frase "Querer es poder". Significa, básicamente, que si te propones de corazón obtener algo, lo conseguirás de una u otra manera.
R: Suena muy mágico e irreal.
Q: Claro, también lo veía así yo. Pero no las cosas no suceden porque sí, uno mismo actúa sobre ellas y genera consecuencias. Y de eso se trata esa frase y todas las miles que se le parecen. El cambio se dará en la medida en que uno mismo se lo proponga y haga algo, no al esperar que fuerzas místicas hagan el trabajo.
R: Y, bueno, ¿por qué estamos hablando de esto?
Q: Porque ahora estoy convencido de que esto verdaderamente funciona, el poder de la mente sobre nuestras acciones y sus desenlaces.
R: ¿Qué conseguiste?
Q: Todo lo contrario. Lo comprobé de manera inversa.
R: ¿Qué...? Pero no decías...
Q: Entendí que así como uno puede obtener algo si lo desea lo suficiente, también puede perderlo con igual facilidad. Uno no hace las cosas que no quiere hacer, no si en el fondo realmente no quiere hacerlas. Y esas fuerzas místicas no son más que nuestra propia motivación que puede actuar a favor o, en mi caso, en contra.
R: ¿Y qué perdiste, entonces?
Q: No necesitas saberlo para entender lo que trato de decir. Simplemente te diré que, probablemente, muy en el fondo no lo quería, y sabiéndolo o sin saber fui minando mi propio camino, fui saboteándome y dejando que las cosas sucedan en mi contra.
R: Debes estar metido en tremendo lío, entonces.
Q: Totalmente. Pero si pude perder, también me es posible ganar. Con gran esfuerzo, con un buen plan, pero posible, porque...
R: ¿Porque querer es poder?
Q: No. Porque no me queda otra opción.

jueves, 31 de julio de 2014

La primera mitad

Fuente: Archivo personal

Gentle change of tides
Upcoming days

--Gentle change, de Angra


Con casi seis meses de trabajo en el instituto donde practico, pensé en dar una mirada atrás.

A lo largo de todo este tiempo he aprendido y vivenciado muchísimas cosas, varias que atesoraré en los años por venir y algunas que espero poder olvidar. Con esto quiero decir que la experiencia hasta el momento ha sido muy satisfactoria, enriquecedora y ha cumplido con mis expectativas, pero también he pasado por situaciones complicadas y poco gratas, todas ellas emocionalmente demandantes.

Ingresar al área de Rehabilitación no fue mi primera opción. De hecho, desde el primer momento en que fui asignado ahí se hizo la broma de que era como un castigo (probablemente debido a mi bajo promedio de notas en la universidad), aunque yo nunca lo consideré de tal modo. Por el contrario, no pasó ni el primer mes de actividades y ya me sentía extremadamente afortunado de ser parte de ese departamento. Y hoy siento una gran tristeza, pues me toca rotar a otra área y dejar este lugar en el que me he sentido tan apreciado y donde sé que he podido aportar mucho.

Más que un psicólogo me he sentido un profesor debido a la naturaleza de los talleres y programas que se ofrece diariamente a los usuarios. Ayudarlos con tareas que ejercitan el área cognitiva, enseñarles técnicas de manejo del estrés, dictar sesiones sobre orientación vocacional, dirigir dinámicas de integración y escucharlos y orientarlos son algunas de las cosas que he realizado con ellos, todas actividades que han brindado provecho tanto para ellos como para mí. Notar su esfuerzo, su interés, su buena disposición y, en consecuencia, sus logros, me lleva a sentir que lo que hago es importante y, en cierta medida, trascendental. De seguro las experiencias específicas que he tenido con ellos o las cosas que he aprendido producto de aquellas las mencionaré más adelante.

La parte más difícil ha involucrado escuchar las historias de algunos de los usuarios. La vida que llevan, las durezas por las que han pasado, así como las diversas dificultades que se les presentan día a día pueden llegar a ser abrumadoras, y oírlos hablar al respecto demanda cierta entereza de mi parte. Y aunque por lo general las manejo bien, la identificación y la empatía que alcanzo con ellos se me ha ido de las manos en al menos dos ocasiones, momentos en los que me he preocupado y sentido totalmente frustrado al pensar que escucharlos no es suficiente, y que se debería hacer mucho más por aliviar sus situaciones.

Aparte de eso y excluyendo malos tratos con una que otra persona que trabajó conmigo dentro del área, ha sido una experiencia altamente positiva. Llevo conmigo muchas enseñanzas que iré aplicando a lo largo de mi vida como psicólogo, y muchas más que me servirán como ser humano. Ahora me toca dar una mirada hacia adelante y prepararme para los siguientes seis meses en un nuevo departamento, Salud Colectiva; tampoco mi primera opción, pero ya sé cómo funcionan estas cosas.

domingo, 20 de julio de 2014

Entre viento, percusión y cuerdas

Fuente: Archivo personal

With every mistake we must surely be learning
Still my guitar gently weeps

--Still my guitar gently weeps, de The Beatles


Si bien mi pasión por la música tuvo sus inicios a los doce años de edad, como alguna vez comenté, mi relación con ella empezó varios años antes a través del uso de instrumentos musicales. Una relación muy accidentada, he de agregar.

A los siete nos enseñaron a tocar flauta dulce en el colegio. No era exactamente muy bueno con ella, a menos que se tratase de usarla como espada y jugar con mis compañeros a ser el mejor espadachín; en eso casi no perdía. Pero en muchas otras ocasiones era el profesor quien ganaba al llamarnos la atención, castigarnos o quitarnos las flautas. Desde entonces yo ya sabía que no sería flautista.

Recuerdo que por esas épocas, aquel mismo profesor dejó la tarea de agruparnos entre nosotros y crear una canción, cada alumno usando un instrumento diferente. Debíamos practicar en nuestras casas y llevar a la clase un trabajo bien elaborado (para nuestra edad), pero recuerdo que no nos reunimos ni una sola vez. Y el día que tuvimos que presentar la canción cada uno del grupo cogió un instrumento cualquiera (yo me apoderé del triángulo) e improvisamos como los grandes. Fue, probablemente, el peor "jam sessión" en la historia del colegio.

Con algunos años más encima, tomé clases de piano en la escuela de forma obligada. Debía quedarme después de clases a practicar por una hora un instrumento que no me gustaba para nada, especialmente porque mis dedos no se movían fluidamente y tenía enormes problemas para levantar el anular sin levantar también el meñique o el dedo medio. Después de mis primeras dos clases, en lugar de ir al salón de música como era debido, comencé a hacer tiempo y caminar por los jardines del colegio. En casa nunca se preguntaron por qué me dolían las piernas y no los dedos tras esas "maravillosas" clases de piano.

El último instrumento que aprendí a tocar fue la guitarra acústica. Mis primeras clases fueron con un profesor que se quedaba dormido a la media hora de iniciada la lección, así que todo el primer año no avancé mucho que digamos. Al cambiarme de colegio cambié, también de profesor. Y aunque con el nuevo no hubo inconvenientes, sí los hubo con las tres guitarras que tuve. La primera (y que más duró) me la prestó Uva, la esposa de mi papá. La tuve todo un año, hasta que mi queridísima hermana menor la hizo añicos. La segunda me la prestó un amigo. Al regresar de su casa y desmontar de la bicicleta con que fui a recogerla, cayó al suelo y quedó inutilizable; no duró ni veinte minutos. Y la última no sé cómo llegó a mis manos, y así como apareció se esfumó, sin dejar rastro. Tal vez sabía lo que le esperaba y huyó.

Desde hace años no practico instrumento musical alguno, a menos que cuente los de juegos como Rock Band y Guitar Hero. Hasta cierto punto podría entenderse el por qué de esto. Pero, la verdad, si tuviera la oportunidad me daría el tiempo de aprender a tocar alguno nuevo, ya no por obligación y sí por amor a la música. Y me prometería a mí mismo, tomando muy en cuenta experiencias pasadas, no usarlo para jugar a las espadas ni llevarlo en la bicicleta. Entre otras cosas, claro.

lunes, 14 de julio de 2014

A tiempo


Now
Let me believe this time

--Time, de Stride


Recuerdo una conversación con dos amigos ocurrida cerca de doce años atrás. Bromeábamos sobre la posible existencia de un superhéroe con el increíble poder de la puntualidad, capaz de siempre estar en un lugar a la hora acordada, ni un minuto antes ni después. En ese entonces reía ante la ocurrencia, probablemente sin saber y sin querer que con el pasar de los años me iría acercando peligrosamente a aquel ideal.

No sé cuándo comencé a darle tanta importancia a la puntualidad. Me inclino a pensar que fue a partir de las experiencias de mi niñez, cuando aguardaba pacientemente a que mi mamá llegase a la casa de mis abuelos para visitarme y verme. La mayoría de veces no llegaba; y cuando sí lo hacía, nunca era a tiempo. Podía pasar largas horas de espera, pero definitivamente no era nada grato. Quizás por eso no me gusta hacer esperar a la gente.

Desde hace ya varios años he ido adquiriendo la habilidad de llegar a un lugar a la hora pactada. Creo que es una muestra mínima de respeto para aquellos que podrían estar esperando, incluso si son personas con quienes se tiene mayor confianza. Este aspecto en particular me resulta muy importante, pues la puntualidad que ofrezco es la misma que esperaría recibir de otros. Pero no suelo recibirla, y así he sido decepcionado muchas veces por la conocida "puntualidad peruana" bajo la que se rigen demasiadas personas que conozco.

Una manera medianamente eficaz de combatir la impuntualidad es observar los hábitos de personas que ya conozco y calcular su hora de llegada de acuerdo a encuentros pasados. Por ejemplo, mi papá es consistentemente impuntual, ya que casi siempre demora unos cuarenta minutos más de lo que dice que tardará en llegar a algún lugar. Es cuestión de calcular esa diferencia de tiempo para coincidir con el momento de llegada. Otro método de combate es asumir de antemano que la persona con quien se acuerda un encuentro es impuntual, y desde el comienzo predecir que tardará en aparecerse. Es un excelente truco, pues me funciona la mayoría de veces, aunque es una manera muy negativa de ver a la gente.

Y si bien soy poco tolerante con los impuntuales, tampoco soy intransigente. Sé que no todos valoran el tiempo tanto como yo, y sé bien que siempre existirán imprevistos, así que no encuentro nada de malo ceder de vez en cuando. Y debo admitir, por supuesto, que yo tampoco soy puntual siempre. Por eso nunca seré el superhéroe de la puntualidad. Felizmente.

domingo, 22 de junio de 2014

Volver a vivir

Fuente: Archivo personal

Are you getting something out of this
All encompassing trip?

--Present tense, de Pearl Jam


Una de las razones iniciales por la que me sentí impulsado a montar bicicleta más seguido, unos nueve años atrás, fue para visitar lugares por los que no había pedaleado desde mi niñez. Surcar esos viejos caminos me resultaba (y me sigue resultando) extremadamente placentero, pues no solo revivía recuerdos de épocas pasadas, también me permitía reflexionar sobre cuánto y cómo había cambiado mi vida desde la última vez que pasé por ahí. Otra importante razón fue la de explorar algunas zonas de la ciudad en busca de nuevas rutas, descubrir caminos diferentes en los que quedarían plasmados, de cierta forma, los recuerdos con los que me toparía en el futuro una vez que volviese a transitarlos. Quizás por esas dos razones es que suelo elegir una ruta y no otra cuando salgo a bicicletear, movido por emociones y recuerdos específicos, como queriendo recoger piezas de mi historia encajadas sobre las pistas y veredas de Lima a través de los años.

jueves, 19 de junio de 2014

Grabado

Fuente: Archivo personal

Welcome to my life, tattoo
We've a long time together, me and you

--Tattoo, de The Who


Finalmente, después de años queriéndolo, me animé a hacerme un tatuaje.

La primera vez que pensé en conseguir uno debía tener unos dieciséis años, pero desde entonces ya estaba seguro de que no podía tatuarme cualquier cosa, tenía que ser algo definiese quién era. Había, sin embargo, dos problemas. Por un lado, debía conseguir el permiso de mi papá, quien probablemente se habría negado. Por otro, y quizás aún más grave, no encontraba una imagen que se ajustara a la percepción que tenía de mí mismo. Después de todo, a los dieciséis todavía estaba en pleno proceso de desarrollo de mi identidad. Así que dejé la idea a un lado.

Unos años más tarde, durante la temporada que trabajé en Estados Unidos, conocí a un chico con varios tatuajes que me animó a hacerme uno. Me aseguró que podía conseguirme una rebaja, pues era amigo del tatuador, y que sólo debía preocuparme por el diseño. Así que me concentré en eso. Ya estaba más seguro de lo que quería, un reloj de arena con alas, pero no daba con ninguna imagen que me satisficiera. Recurrí a un amigo para que me ayudara a dibujar y darle forma a lo que quería, pero no llegamos a conseguir exactamente lo que quería a tiempo y la oportunidad se perdió.

Poco a poco fui dándole cada vez menos importancia. Hasta que algunas semanas atrás una amiga me comentó que se iba a hacer un tatuaje en un local recomendado por otra amiga nuestra. En ese momento simplemente me dije "si no lo hago ahora, seguiré aplazándolo y nunca tendré el tatuaje que tanto quiero", y me puse en contacto con la chica. Ese mismo día lo dediqué a buscar el tan escurridizo diseño y no me detuve hasta que por fin di con él, la imagen de este post.

El tatuaje está compuesto por varios elementos. En primer lugar, la parte del centro se asemeja al obturador de una cámara fotográfica, con la cual queda representada de forma muy concreta mi enorme gusto por la fotografía y, de manera más simbólica, mi pasión por el arte. El siguiente anillo se parece a la cadena de una bicicleta, la cual representaría mi amor por el ciclismo. El último anillo está compuesto por figuras que hacen las veces de alas, con las cuales identifico mi espíritu soñador. Finalmente, visto en su totalidad, la imagen simboliza el Sol, la luz que ilumina todas las cosas y que nos muestra el conocimiento, las "verdades" del mundo que busco con gran afán. Por todo ello, siento que el tatuaje me define en gran parte, y no podría estar más contento con el resultado.

Sobre la experiencia del tatuado en sí, diría que fue diferente de lo que esperaba. Sí sentí dolor, pero no fue tan fuerte como pensé que sería, y sí bastante soportable. Y si bien he quedado inmensamente satisfecho, tanto por haber cumplido con un deseo que mantengo desde hace muchos años como por el hecho mismo de portar un tatuaje, tengo por seguro hacerme otro. No sé cuándo, pero ya está decidido. Y el diseño, por supuesto, tendrá que ser igual de perfecto.

miércoles, 30 de abril de 2014

Materiales de creación

Fuente: http://fc04.deviantart.net/fs70/f/2012/145/1/c/my_busy___to_do___list_by_mr_saxon-d512ww4.png

Is that the question? And if so? If so?
Who answers?

--Alive, de Pearl Jam


Ayer, durante mi cumpleaños número 26, un buen amigo me hizo una pregunta muy importante y estimulante sobre la que no he dejado de pensar: "¿Cuál es tu plan ahora?"

Algo que me caracteriza desde que tengo memoria es que siempre tengo un plan, muy general, nada demasiado concreto y siempre con suficiente capacidad para alterarlo según las circunstancias. Aunque quizás más acertado sería llamarlo una guía de referencia. Me gusta tener cierto tipo de estructura en mi vida, pero prefiero dejar que las cosas se den por sí solas (al menos la mayor parte del tiempo) y luego acomodarme a ellas, no con la intención de conformarme, sino de actuar en concordancia con ellas a partir de mis propios deseos. Algo así como hacer una lista de materiales, conseguir todos los que se puedan y crear algo, lo que sea. Pero algo bueno y con lo que me sienta satisfecho.

En este caso, cuando mi amigo planteó la pregunta, me quedé frío. Con el pasar de los años he tenido que tomar decisiones cada vez más importantes con respecto a mi vida, muchas de ellas en relación a cómo y de qué viviré. Algunas me son más fáciles de tomar, otras me veo aplazando hasta tener a la mano suficientes materiales con los cuales trabajar; pero al final del día, siempre se tratan de elecciones a corto o mediano plazo. Por eso no pude responder la pregunta, porque si bien tengo una buena idea de lo que quiero, de lo que necesito y de lo que puedo conseguir, las opciones son tan vastas que dejo de elegir.

Entonces, tras pensarlo y repensarlo, ¿cuál es mi plan?

Mi plan es comenzar a terminar lo que me propongo. Tengo mil ideas, muchísimas de las cuales he desarrollado, pero muy pocas a las que he dado un final apropiado. Quiero terminar mis estudios (incluida la tesis); escribir y publicar mi segunda novela (y la tercera, cuarta, quinta, etc.); hacer cómics; desarrollar juegos; retomar las clases de francés; actuar en una película, así como escribir el guión y dirigirla (no necesariamente en ese orden y tal vez no sólo una película); bicicletear por toda la costa peruana y, si me quedan piernas, viajar por el mundo pedaleando; y así podría seguir por largo rato.

Entonces, no se trata de una falta de plan, sino de orden y, muy probablemente, de motivación. Las posibilidades son muchas y es posible que la vida o los recursos no me alcancen para conseguir y llevar a cabo todo lo que me propongo, pero sólo tengo que convencerme de dar el primer paso. Estoy en busca de todos los materiales necesarios, pero mientras tanto creo poder ir creando algo valioso con los que ya tengo. Y no parar hasta estar satisfecho con el resultado.

sábado, 26 de abril de 2014

Desafiando la rutina

Fuente: http://fc02.deviantart.net/fs71/i/2012/243/4/6/contrast_by_aripi-d5d1ago.jpg

I know your name, it's called Mr. Mean
One thing I learned, you don't know beans

--I walk to my own song, de Stratovarius


Desde que ingresé al instituto de salud mental donde practico he tenido el temor de que la rutina terminará por reducir enormemente el placer de trabajar ahí, pero en los ya casi tres meses que llevo como interno voy notando cada vez más que mi temor es infundado.

Si bien ha habido días algo lentos y repetitivos, definitivamente no son la norma. Actualmente estoy asignado al área de Rehabilitación, donde se realizan diversas actividades grupales con usuarios que ya han pasado por un tratamiento psiquiátrico y que desean tener vidas lo más cercano posible a la normalidad. Los meses que he trabajado al lado de estas más de cuarenta personas han sido muy iluminadores, tanto por lo que he aprendido de la labor psicológica como por el trato que he tenido con todas aquellas. Escuchar y conocer sus historias de vida me ha abierto los ojos como muy pocas experiencias que haya tenido lo han hecho, y a veces siento que sólo escucharlos u orientarlos, por más bien que les haga, no es comparable a lo que recibo de ellos.

Inicialmente me quejaba de tener que decir "buenos días" (o "buenas tardes") más de treinta veces al día, pues en todo el trayecto desde que salgo de mi casa hasta que tomo asiento en la oficina de Psicología me cruzo con demasiadas personas a las que quiero o debo saludar. Pero pronto pude darle la vuelta a este tipo de rutina, lo convertí en un juego, de tal manera que ya no es una carga, sino un entretenimiento. Cada día trato de romper mi récord de saludos y despedidas, dirigiéndome hasta a personas que no tienen idea de quién soy pero que igual se suman a mi conteo, el cual se acerca rápidamente a las cuarenta.

La única rutina es la de movilizarme hasta el instituto, la cual he llegado a aborrecer. Por más que intento salir cada día más temprano, la línea de buses que tomo por lo general tarda en llegar y siempre va repleto de gente, por lo que simplemente o no subo al carro o este me deja o voy apretado la mayor parte del camino, por no decir todo. Sudo como nunca, golpeo o me golpean y los brazos terminan doliéndome por ir colgado de las barandas mientras el bus hace maniobras al estilo de Meteoro. Ha sido difícil, pero hasta a estos viajecitos he podido darles la vuelta y encontrar algo positivo. Estoy sacando harta fuerza en los brazos, lo que me evita hacer algunos ejercicios en las tardes; practico mi equilibrio como no lo hago en ningún otro lugar; y desarrollo mi capacidad de atención, siempre en busca del siguiente pasajero que da muestras de levantarse de su asiento para correr a ganarlo.

Y aún quedan muchísimas experiencias por compartir, pero por amor a la brevedad lo dejaré para otro momento.

martes, 22 de abril de 2014

Conversaciones ferroviarias (segunda parte)

Fuente: http://fc00.deviantart.net/fs23/f/2008/003/6/3/63e0dd7ceee7096f.jpg

If I had the time to ease my mind then maybe
I would fly

--Maybe, de The Jelly Jam


O: Anoche volví a soñarte.
P: Lo sé, estaba ahí.
O: Sigo sin entender por qué sigue sucediendo, pero he dejado de usar la cabeza para explicarlo, tal y como me aconsejaste.
P: ¿Y llegaste a alguna conclusión o sigues buscando tus respuestas?
O: Te escribí una carta hace unos años contándote todo con detalle, pero nunca me atreví a enviártela.
P: Tú y tus cartas. ¿Qué decías en ella?
O: Ya ni lo recuerdo. Su contenido no era lo importante, sino el simple hecho de poder escribirte, de saber que me leerías.
P: Lástima que nunca la enviaste.
O: Sí, una lástima.
P: Eres un cobarde.
O: Totalmente de acuerdo.
P: ¿Y harás algo para dejar de serlo?
O: Sobre eso quería hablarte. Quizás por eso te soñé esta vez, aunque prefiero no asumir nada. Desde la última vez que nos vimos ha pasado más tiempo del que nos conocimos.
P: Y crees que ya es momento de volver a conocernos.
O: Eres como quiero recordarte. No eres más que la representación de un recuerdo casi olvidado, no eres realmente tú, no eres la persona que extraño tanto, y definitivamente no sé quién eres ahora.
P: Me gustaría decirte que lo averigües, pero tus dudas son también las mías.
O: Y al final del día tus consejos son los míos, y tus palabras nada más que la extensión de mis pensamientos.
P: De cualquier forma, ya encontraste tu respuesta.
O: Así es.
P: Entonces deja de soñar, deja de reconstruir recuerdos y regresa a la realidad.
O: Pero...
P: Anda a vivir y luego me cuentas.

lunes, 21 de abril de 2014

Una suerte de punto medio

Fuente: http://fc06.deviantart.net/fs39/i/2008/331/c/7/Sunset_by_simple_squamous.jpg

No river too wide
No ocean too deep
No mountain too high

--Lighthouse, de Sieges Even


Siempre creí que mis mejores días empezaban mal. Pero quizás estaba equivocado, tal vez lo estaba viendo de forma contraria y mis peores días eran la excusa perfecta para darle la vuelta al malestar y hacer de ellos algo grandioso. No sé si es rebeldía o un afán desenfrenado de apostar siempre por lo positivo, pero la experiencia me enseña una y otra vez que nada malo llega sin algo bueno, que incluso de los momentos más terribles se puede rescatar optimismo. Probablemente llegue el día en que la vida decida probarme lo contrario, pero estoy convencido de que dicha enseñanza no vendrá sólo con reproches, y sé que ese día terminará mucho mejor de lo que comenzará.

martes, 15 de abril de 2014

El laberinto

Fuente: http://fc00.deviantart.net/fs44/f/2009/136/7/a/7a44c4ca7e21d7ab6924bcb558fca716.jpg

My new world waits patiently
When living is lost in a memory

--My new world, de Transatlantic


A veces me pierdo en los pasadizos interminables de mi memoria. Pierdo el tiempo y me pierdo la vida. A veces camino por ellos en busca de respuestas; otras sólo deambulo sin saber adónde quiero llegar. Las puertas a los lados son todas iguales, pero tras ellas hay mundos diversos que piden ser transitados una vez más, que anhelan ser redescubiertos, revividos y recordados. En algunos paso más tiempo, los conozco y reconozco tras incontables visitas; otros los evito, por miedo, por tristeza, por angustia o simplemente porque no puedo más. Pero hay un mundo al que he ido sólo una vez, un mundo que me recibió con más ganas que cualquier otro y en el que sentí mayor comodidad y hasta felicidad, el mundo al que siempre intento llegar y con el que no he vuelto a dar. Las puertas son todas iguales, los pasadizos interminables y yo ando como perdido, con respuestas a preguntas que no hago, sin saber si alguna vez daré con ese mundo, mi mundo. Sin saber, pero sin ceder.

sábado, 29 de marzo de 2014

Al centro y adentro

Fuente: http://i2.kym-cdn.com/photos/images/newsfeed/000/185/885/SANDCASTLES.png

Are you crazy?
It's a very dangerous thing to do exactly what you want

--The yeah yeah yeah song, de The Flaming Lips


La próxima semana se cumplen dos meses desde que di inicio a mis prácticas pre-profesionales en uno de los institutos de salud mental más importantes del Perú, y hay muchísimo por contar. Comenzaré por el principio. O, mejor dicho, un tiempo antes del principio.

Hace más de un año atrás tuve la singular oportunidad de llevar un curso en la universidad que nos permitía tener lecciones prácticas semanales en dicho instituto de salud mental, y quedé maravillado no sólo con el lugar, sino también y especialmente con la experiencia directa que pude tener con personas con trastornos mentales. Si bien sólo íbamos dos horas, eran las más anticipadas y emocionantes de toda la semana. Sin decir más, me encantó estar ahí.

Por todo ello no dudé ni un segundo cuando se nos ofreció practicar en ese instituto. Dicho ofrecimiento llegaba, en realidad, con motivos para disuadirnos de elegir tal lugar como centro de trabajo, pues se nos avisaba que la paga sería menos que mínima, las horas largas y nos tomaría bastante tiempo llegar debido a su lejanía. Como dije, no tuve ni que pensarlo, sabía que quería practicar ahí, así que postule con la esperanza de ser aceptado.

Los requisitos para postular comenzaron con un ensayo que fue revisado por un comité evaluador. Envié el mío el último día posible, estando de viaje, delirando por el soroche y desde mi celular. Bastante irresponsable de mi parte dejarlo para último momento, lo admito, pero a pesar de todo pude pasar la selección. Luego vino todo el proceso de conseguir la documentación, ponerse de acuerdo con la coordinadora de la universidad y el coordinador del instituto, y, lo más importante, cumplir con ciertos criterios que ninguno de los cuatro alumnos que postulábamos podía cumplir.

Tercio superior. Estas dos palabras me han perseguido desde el colegio. Nunca fui un alumno aplicado, tampoco mediocre, pero sí bastante relajado, por ello mis notas generalmente se hallaban cerca a la media y nunca más alto. Y por ello no cumplía con el requisito del instituto. Por todo un mes, mis compañeras y yo continuamos con el proceso de postulación con el temor de que no fuésemos aceptados por ese "pequeño" inconveniente. Nadie nos daba respuestas claras; es más, no nos daban respuesta alguna. Habíamos usado casi dos meses consiguiendo documentos, yendo de la universidad al instituto una y otra vez, y enviando montones de correos; lo mínimo que esperábamos era saber si habíamos perdido el tiempo o no.

El último paso fue la entrevista personal. El primer lunes de febrero a las 7:45 de la mañana nos encontrábamos sentados fuera de un aula del instituto, bien vestidos, perfumados y muriéndonos de nervios. Cuando me tocó ingresar a mí para ser entrevistado, todo el estrés del proceso, todo el miedo y todos los nervios se esfumaron por completo, pues de entrada me dijeron que ya habíamos sido seleccionados como Internos de Psicología y que la entrevista sólo era una formalidad. Salí con una enorme sonrisa de satisfacción y muy orgulloso de mí mismo, pues empezaría a trabajar el día siguiente.

Mi sonrisa, por supuesto, iba acompañada de muchísimos pensamientos. Desde el colegio quise trabajar en un instituto de salud mental, pero no lo veía como una posibilidad real, sino más bien como un deseo lejano, algo que podría o no darse en un improbable futuro. Vaya sorpresa que me di. Y aunque hay muchas cosas por mencionar al respecto, rescato un hecho muy curioso: fue mi primer proceso de postulación y conseguí el puesto a la primera; y, por si fuese poco, no necesité notas extraordinarias para conseguirlo. Sé que soy bueno, pero, ante todo, tengo mucha suerte. Lo más importante, sin embargo, es que obtuve lo que quise, y por ello me siento extremadamente agradecido.

lunes, 24 de marzo de 2014

Todo fluye

Fuente: Archivo personal

Turn around and face the darker side of you
Turn around and face the damage that you do

--Season of denial, de Guilt Machine


M: Dicen que no hay circunstancia que pueda volver a darse de la misma manera, que nada nunca sucede de la misma forma dos veces, y que la impredictibilidad de cualquier hecho es lo que define su unicidad.
N: Y, sin embargo, aquí estamos nuevamente.
M: No de nuevo, no los mismos.
N: Sí, supuestamente con más experiencia, pero no la suficiente para evitar cometer el mismo error del que todavía te arrepientes.
M: No será un error si logro que en esta oportunidad dé resultado.
N: Sabes bien que no hay final feliz en este tipo de cosas. Lo has vivido ya suficiente para entender que siempre habrá un culpable, y la posición que adoptas te lleva más y más cerca de ser considerado como tal.
M: Ponte en mi lugar por un segundo. Imagina que en tus manos recae la decisión de conseguir algo que quieres desde hace mucho tiempo, algo que has buscado en tantos lugares y que siempre se ha escapado por entre tus dedos. Imagina que con solo dar un paso en la dirección correcta estarás encaminado a conseguirlo. No es seguro que des con ello, pero estarás más cerca de lo que jamás has estado antes. ¿Por qué dejar pasar esa oportunidad?
N: Porque algunas decisiones afectan a otros además de a ti, y esta es claramente una de ellas. ¿Arriesgarías el bienestar de otros por un vano intento de ser feliz?
M: Si no lo hago pasaré el resto de mi vida con algo más por lo que arrepentirme.
N: Puedes ver que no importa qué decisión tomes, te culparás de una u otra forma.
M: No si consigo que funcione.
N: Entonces serán otros los que te culpen.
M: Y todo habrá valido la pena.

jueves, 6 de febrero de 2014

Impredecible e incontrolable

Fuente: Archivo personal

Mr. Optimistic,
and his best friend confidence

--Date with destiny, de Nightmares On Wax


Siempre me he considerado una persona con suerte, por lo general de la buena. Y a veces pienso que la vida no me dio mucha opción en este asunto, pues incontables veces he sido recompensado de las maneras más fortuitas, normalmente sin mucho esfuerzo de mi parte (lo admito), pero esfuerzo al fin y al cabo. Esto me lleva a recordar la frase "Es mejor tener suerte que ser bueno", con la cual me identifico totalmente. Sin duda soy bueno y talentoso en una variedad de aspectos (humildad aparte), lo cual me hace las cosas muchísimo más fáciles, pero sé que no estaría donde estoy de no ser por mi grandiosa suerte. La vida y las experiencias alimentan mi sentido de invulnerabilidad, me "malcrían", por decirlo de otra manera, y aunque estoy totalmente al tanto del inminente choque que tarde o temprano daré con la realidad, no hay nada de malo en seguir apostando si todas las manos son potencialmente ganadoras.

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