sábado, 29 de marzo de 2014

Al centro y adentro

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Are you crazy?
It's a very dangerous thing to do exactly what you want

--The yeah yeah yeah song, de The Flaming Lips


La próxima semana se cumplen dos meses desde que di inicio a mis prácticas pre-profesionales en uno de los institutos de salud mental más importantes del Perú, y hay muchísimo por contar. Comenzaré por el principio. O, mejor dicho, un tiempo antes del principio.

Hace más de un año atrás tuve la singular oportunidad de llevar un curso en la universidad que nos permitía tener lecciones prácticas semanales en dicho instituto de salud mental, y quedé maravillado no sólo con el lugar, sino también y especialmente con la experiencia directa que pude tener con personas con trastornos mentales. Si bien sólo íbamos dos horas, eran las más anticipadas y emocionantes de toda la semana. Sin decir más, me encantó estar ahí.

Por todo ello no dudé ni un segundo cuando se nos ofreció practicar en ese instituto. Dicho ofrecimiento llegaba, en realidad, con motivos para disuadirnos de elegir tal lugar como centro de trabajo, pues se nos avisaba que la paga sería menos que mínima, las horas largas y nos tomaría bastante tiempo llegar debido a su lejanía. Como dije, no tuve ni que pensarlo, sabía que quería practicar ahí, así que postule con la esperanza de ser aceptado.

Los requisitos para postular comenzaron con un ensayo que fue revisado por un comité evaluador. Envié el mío el último día posible, estando de viaje, delirando por el soroche y desde mi celular. Bastante irresponsable de mi parte dejarlo para último momento, lo admito, pero a pesar de todo pude pasar la selección. Luego vino todo el proceso de conseguir la documentación, ponerse de acuerdo con la coordinadora de la universidad y el coordinador del instituto, y, lo más importante, cumplir con ciertos criterios que ninguno de los cuatro alumnos que postulábamos podía cumplir.

Tercio superior. Estas dos palabras me han perseguido desde el colegio. Nunca fui un alumno aplicado, tampoco mediocre, pero sí bastante relajado, por ello mis notas generalmente se hallaban cerca a la media y nunca más alto. Y por ello no cumplía con el requisito del instituto. Por todo un mes, mis compañeras y yo continuamos con el proceso de postulación con el temor de que no fuésemos aceptados por ese "pequeño" inconveniente. Nadie nos daba respuestas claras; es más, no nos daban respuesta alguna. Habíamos usado casi dos meses consiguiendo documentos, yendo de la universidad al instituto una y otra vez, y enviando montones de correos; lo mínimo que esperábamos era saber si habíamos perdido el tiempo o no.

El último paso fue la entrevista personal. El primer lunes de febrero a las 7:45 de la mañana nos encontrábamos sentados fuera de un aula del instituto, bien vestidos, perfumados y muriéndonos de nervios. Cuando me tocó ingresar a mí para ser entrevistado, todo el estrés del proceso, todo el miedo y todos los nervios se esfumaron por completo, pues de entrada me dijeron que ya habíamos sido seleccionados como Internos de Psicología y que la entrevista sólo era una formalidad. Salí con una enorme sonrisa de satisfacción y muy orgulloso de mí mismo, pues empezaría a trabajar el día siguiente.

Mi sonrisa, por supuesto, iba acompañada de muchísimos pensamientos. Desde el colegio quise trabajar en un instituto de salud mental, pero no lo veía como una posibilidad real, sino más bien como un deseo lejano, algo que podría o no darse en un improbable futuro. Vaya sorpresa que me di. Y aunque hay muchas cosas por mencionar al respecto, rescato un hecho muy curioso: fue mi primer proceso de postulación y conseguí el puesto a la primera; y, por si fuese poco, no necesité notas extraordinarias para conseguirlo. Sé que soy bueno, pero, ante todo, tengo mucha suerte. Lo más importante, sin embargo, es que obtuve lo que quise, y por ello me siento extremadamente agradecido.

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