Now
Let me believe this time
--Time, de Stride
Recuerdo una conversación con dos amigos ocurrida cerca de doce años atrás. Bromeábamos sobre la posible existencia de un superhéroe con el increíble poder de la puntualidad, capaz de siempre estar en un lugar a la hora acordada, ni un minuto antes ni después. En ese entonces reía ante la ocurrencia, probablemente sin saber y sin querer que con el pasar de los años me iría acercando peligrosamente a aquel ideal.
No sé cuándo comencé a darle tanta importancia a la puntualidad. Me inclino a pensar que fue a partir de las experiencias de mi niñez, cuando aguardaba pacientemente a que mi mamá llegase a la casa de mis abuelos para visitarme y verme. La mayoría de veces no llegaba; y cuando sí lo hacía, nunca era a tiempo. Podía pasar largas horas de espera, pero definitivamente no era nada grato. Quizás por eso no me gusta hacer esperar a la gente.
Desde hace ya varios años he ido adquiriendo la habilidad de llegar a un lugar a la hora pactada. Creo que es una muestra mínima de respeto para aquellos que podrían estar esperando, incluso si son personas con quienes se tiene mayor confianza. Este aspecto en particular me resulta muy importante, pues la puntualidad que ofrezco es la misma que esperaría recibir de otros. Pero no suelo recibirla, y así he sido decepcionado muchas veces por la conocida "puntualidad peruana" bajo la que se rigen demasiadas personas que conozco.
Una manera medianamente eficaz de combatir la impuntualidad es observar los hábitos de personas que ya conozco y calcular su hora de llegada de acuerdo a encuentros pasados. Por ejemplo, mi papá es consistentemente impuntual, ya que casi siempre demora unos cuarenta minutos más de lo que dice que tardará en llegar a algún lugar. Es cuestión de calcular esa diferencia de tiempo para coincidir con el momento de llegada. Otro método de combate es asumir de antemano que la persona con quien se acuerda un encuentro es impuntual, y desde el comienzo predecir que tardará en aparecerse. Es un excelente truco, pues me funciona la mayoría de veces, aunque es una manera muy negativa de ver a la gente.
Y si bien soy poco tolerante con los impuntuales, tampoco soy intransigente. Sé que no todos valoran el tiempo tanto como yo, y sé bien que siempre existirán imprevistos, así que no encuentro nada de malo ceder de vez en cuando. Y debo admitir, por supuesto, que yo tampoco soy puntual siempre. Por eso nunca seré el superhéroe de la puntualidad. Felizmente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario