sábado, 26 de abril de 2014

Desafiando la rutina

Fuente: http://fc02.deviantart.net/fs71/i/2012/243/4/6/contrast_by_aripi-d5d1ago.jpg

I know your name, it's called Mr. Mean
One thing I learned, you don't know beans

--I walk to my own song, de Stratovarius


Desde que ingresé al instituto de salud mental donde practico he tenido el temor de que la rutina terminará por reducir enormemente el placer de trabajar ahí, pero en los ya casi tres meses que llevo como interno voy notando cada vez más que mi temor es infundado.

Si bien ha habido días algo lentos y repetitivos, definitivamente no son la norma. Actualmente estoy asignado al área de Rehabilitación, donde se realizan diversas actividades grupales con usuarios que ya han pasado por un tratamiento psiquiátrico y que desean tener vidas lo más cercano posible a la normalidad. Los meses que he trabajado al lado de estas más de cuarenta personas han sido muy iluminadores, tanto por lo que he aprendido de la labor psicológica como por el trato que he tenido con todas aquellas. Escuchar y conocer sus historias de vida me ha abierto los ojos como muy pocas experiencias que haya tenido lo han hecho, y a veces siento que sólo escucharlos u orientarlos, por más bien que les haga, no es comparable a lo que recibo de ellos.

Inicialmente me quejaba de tener que decir "buenos días" (o "buenas tardes") más de treinta veces al día, pues en todo el trayecto desde que salgo de mi casa hasta que tomo asiento en la oficina de Psicología me cruzo con demasiadas personas a las que quiero o debo saludar. Pero pronto pude darle la vuelta a este tipo de rutina, lo convertí en un juego, de tal manera que ya no es una carga, sino un entretenimiento. Cada día trato de romper mi récord de saludos y despedidas, dirigiéndome hasta a personas que no tienen idea de quién soy pero que igual se suman a mi conteo, el cual se acerca rápidamente a las cuarenta.

La única rutina es la de movilizarme hasta el instituto, la cual he llegado a aborrecer. Por más que intento salir cada día más temprano, la línea de buses que tomo por lo general tarda en llegar y siempre va repleto de gente, por lo que simplemente o no subo al carro o este me deja o voy apretado la mayor parte del camino, por no decir todo. Sudo como nunca, golpeo o me golpean y los brazos terminan doliéndome por ir colgado de las barandas mientras el bus hace maniobras al estilo de Meteoro. Ha sido difícil, pero hasta a estos viajecitos he podido darles la vuelta y encontrar algo positivo. Estoy sacando harta fuerza en los brazos, lo que me evita hacer algunos ejercicios en las tardes; practico mi equilibrio como no lo hago en ningún otro lugar; y desarrollo mi capacidad de atención, siempre en busca del siguiente pasajero que da muestras de levantarse de su asiento para correr a ganarlo.

Y aún quedan muchísimas experiencias por compartir, pero por amor a la brevedad lo dejaré para otro momento.

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