What happens to a man when
He spills his heart on a page...
--Pages, de 3 Doors Down
Unos días atrás, impulsado por una serie de eventos y por una conversación con una buena amiga, volví a abrir lo que llevo llamando mi "cuaderno verde de la locura". En él deposité pensamientos e ideas muy profundas, pero también muy destructivas, todas ellas nacidas de las experiencias que tuve durante casi los últimos dos años de mi vida escolar. Lo abrí queriendo dar solución a una incógnita en particular, y lo cerré tras encontrar en él la respuesta que buscaba. Pero no fue lo único que hallé.
Descubrí el gusto por la escritura a los doce años, y desde entonces escribía cualquier cosa que se me ocurría y en cualquier pedazo de papel con el que me cruzaba. Más adelante me dieron mi primera libreta, y en muy poco tiempo la segunda, y luego la tercera. En todas ellas relataba mi vida a modo de diario con la intención de conservarlas y releerlas años más tarde, pero todas fueron a parar "misteriosamente" a la basura. De las libretas pasé a los cuadernos, y así fue como conseguí el "cuaderno verde de la locura" a los dieciséis. Ya para entonces mis anotaciones eran más que diarios, en ellos plasmaba la manera como veía el mundo, ideas sobre la vida, frases cargadas de enormes significaciones; más que escritos, era huellas que dejaba para mí mismo y a las que regresaba constantemente para observar los caminos que había tomado, los cambios en mi forma de pensar.
Con el cuaderno verde todo aquello tomó un rumbo bastante diferente. Como dije, escribí en él ideas y pensamientos muy destructivos, todos ellos producto de situaciones pasadas en mi vida que recién entonces estaban afectándome, sumadas a complicaciones en casa y en el colegio. Tal vez exagero, pero considero que esa fue la etapa más negativa por la que he pasado. Por eso exactamente me propuse conservar el cuaderno, como evidencia de un tropiezo, como una precaución para no volver a caer. Cuatro años atrás lo abrí para volver a recordar dicha enseñanza, y hace unos días volví a hacerlo, pero con otra idea en mente: "¿Debo seguir guardándolo o es suficiente con sólo recordarlo?" Mi temor era botarlo y olvidar por completo su existencia, pero en sus mismas páginas hallé unas palabras que no me creía capaz de haber escrito y que hasta cierto punto parecían dirigidas a mí, al yo que soy ahora: "...tal vez no sepamos el método utilizado para levantarnos, pero sí que nos levantamos, y eso es lo que importa en última instancia". Con eso entendí que el libro podrá desaparecer, y con él su contenido, pero el recuerdo de la vivencia perdura, y eso es lo más importante.
Y como si eso no fuese suficiente, me topé con otra enseñanza que, nuevamente, parecía dirigida a mí. En una página había escrito una serie de palabras y frases a modo de "lista de cosas por hacer". Muchas eran absurdas o tontas, otras hirientes y algunas bastante maliciosas; en definitiva todas negativas, y todas marcadas con un aspa, a pesar de que algunas realmente no las llevé a cabo. Pero había una palabra más neutral, la única sin marca: "Cambiar". Ver todo eso me impactó enormemente, no sólo por evidenciar de nuevo lo hondo que había caído, sino particularmente por hacer el contraste con esta última palabra. No sé por qué quedó sin marcar, y por más que hago el esfuerzo no logró recordar a qué me refería con cambiar o por qué la escribí. Es cierto que el cuaderno estuvo en manos de muchas personas curiosas (compañeros y amigos del colegio) que leyeron sus páginas y hasta escribieron mensajes en él, pero la palabra fue escrita por mí, era mi letra. Tras leerla sentí que debía marcarla, pero no lo hice. He cambiado, sin lugar a dudas, he crecido muchísimo en los últimos ocho años, pero el cambio continúa y seguirá dándose. Por eso no la marque ahora, y tal vez por eso tampoco lo hice en ese entonces.
Y con esas dos cosas cerré por última vez el "cuaderno verde de la locura", con la seguridad de que es sólo eso, un cuaderno verde con ideas disparatadas en su interior que en algún momento me definieron, pero que hoy son prueba del enorme cambio por el que he pasado. Más aún, no lo necesito para dar cuenta de dicho cambio, por ello fue a parar a la basura como mis primeras libretas; la vivencia perdura, y eso es lo más importante.
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