miércoles, 5 de septiembre de 2018

Para nunca olvidarlo


Move on, be brave
Don't weep at my grave
Because I am no longer here
But please never let
Your memory of me disappear

--The spirit carries on, de Dream Theater


A veces sueño con mi abuelo, quien falleció quince años atrás. Lo sueño de tres maneras, siempre de tres: vivo, como si nada malo hubiese sucedido; vivo, pero sabiendo que no debería estarlo; y muerto, como realmente lo está.

Lo sueño de la primera manera como si accediese a los recuerdos de mi niñez, disfrutando de su compañía y de su amor, todavía sin saber que lo perdería poco tiempo después. La segunda manera refiere al deseo de tenerlo de vuelta, de dejar que la fantasía cobre fuerza y poder engañar a la muerte; y la tercera a la dureza con que la realidad dice "No hay nada que puedas hacer". En definitiva, mis sueños revelan lo que al despertar sé con seguridad, cuánto lo extraño y cuán importante sigue siendo para mí.

Pensaba en él con mayor fuerza por algo que dijo una de mis tías hace no mucho, sobre cómo él dudó de que yo fuese su nieto biológico cuando mi madre anunció haber sido embarazada por mi papá. Me pongo en su lugar y entiendo por qué pudieron surgir las dudas, y es algo que ahora me parece obvio que debió ocurrir, pero no dejé de tomar la noticia como un golpe. Particularmente porque sus dudas resultaron estar bien fundadas.

Pero lo que tuvo todo el potencial de hacerme perder el respeto hacia mi abuelo y de destruir la imagen que conservaba de él, resultó ser aquello que me hizo quererlo aún más. A pesar de sus dudas, mi abuelo siempre me trató como su nieto favorito. Durante los quince años que lo tuve conmigo, lo conocí como una persona cariñosa que siempre buscó apoyarme, especialmente con relación a mi deseo de algún día convertirme en escritor. Fue una importante figura paterna y una de las pocas personas que me quiso a pesar de no entenderme. Aprendí muchísimo de él y de sus historias, y siento que lo perdí demasiado pronto.

No sé qué pensaría él de mí hoy, sobre la persona que he descubierto que soy y en lo que me he convertido con el paso de los años; me gustaría pensar que estaría orgulloso, como a veces en sueños me lo dice, pero sé que nunca lo sabré, y puedo vivir ignorándolo. No tener este conocimiento, así como no tener vínculo sanguíneo con él es completamente irrelevante, tal y como lo es con el resto de mi familia, porque la experiencia me ha enseñado que son las vivencias compartidas las que verdaderamente cuentan, lo que las personas dicen y hacen, lo que en definitiva la memoria muestra y demuestra.

Seguiré soñando con él, como llevo haciéndolo por años, un poco para salvar su recuerdo y otro poco para yo recordar cuán afortunado soy de haberlo conocido. Soy lo que soy en gran parte gracias a él, y hoy escribo esto para nunca olvidarlo.

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