Lonely is the night when you find yourself alone
Your demons come to light and your mind is not your own
Your demons come to light and your mind is not your own
--Lonely is the night, de Billy Squier
Hace unos días conversaba con mi hermana Manuela sobre los fantasmas, y mediante preguntas y comentarios fuimos trasladándonos al tema del miedo, sobre el cual ella mencionó una idea que ya había estado escuchando y leyendo en varias oportunidades anteriores. Ella decía que le asustaba quedarse sola en la casa, un miedo bastante normal en niños y niñas de su edad, y quizás no muy inusual en personas un tanto mayores. Lo que rescaté después de lo que mencionó fue la idea de la soledad, entendida un poco como mi hermana trataba de explicarla y otro poco como algo más inmaterial, es decir, no como la falta de alguien a nuestro lado, sino como un estado metafísico; ambos aspectos muy relacionados entre sí.
El tema de la soledad lo he tenido muy interiorizado desde pequeño y hasta el día de hoy, pues a pesar de siempre haber tenido muchos amigos y personas a mi lado, valoro muchísimo mi tiempo a solas. Incluso hay veces en que necesito ese tiempo para recobrar energías, lo cual ahora puedo explicar (gracias al curso Psicología de la Personalidad) como característica normal de personas intravertidas. A lo que voy es que no es un concepto con el que recién me esté cruzando, es solo que las últimas semanas se ha repetido una idea muy ligada con ella, un poco por lo que oía en mis clases en la universidad, así como por textos o novelas que leía, películas que veía y conversaciones que he tenido: el hombre le teme a la soledad.
Básicamente, uno buscaría rodearse de otras personas para sentirse satisfecho y motivado, pero existe la idea de que podría ser, también, para evitar la soledad, pues una vez que no hay nadie, uno sólo se tiene a sí mismo, y esto lo encuentra insoportable. Insoportable en el sentido en que comienza a pensar en sus circunstancias, en que debe lidiar con su estado actual, se mira a sí mismo porque no hay nadie más a quién mirar. Es decir, la soledad empuja a hacernos conscientes de nosotros, de ver dentro y encararnos; y esto sería, en definitiva, lo que el hombre temería, descubrirse. O, siendo más específico, notar algo que pueda no gustarle.
Como decía, me he cruzado ya muchas veces con esta idea, por ello no puedo recordar en qué se basaba exactamente o qué argumentos en particular la defendían. Personalmente, diría que puede ajustarse a algunas personas, aunque no generalizaría ni encasillaría a toda la humanidad dentro de ese bloque, pues tanto por experiencias personales como ajenas, sé que hay quienes disfrutamos la soledad y la utilizamos justamente para eso, para mirarnos. Tampoco es que me pase los días por mi cuenta meditando sobre la vida o que elija quedarme solo en lugar de relacionarme con otras personas, pero sí pienso que esos ratos de soledad no solo son soportables, sino también necesarios e imprescindibles en todo ser humano que busca conocerse. Y, como me dijo un buen amigo hace muchos años, "para conocer a los demás primero debe uno conocerse a sí mismo", a la cual agrego la siguiente: para poder vivir con los demás primero hay que poder vivir con uno mismo.
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