miércoles, 18 de julio de 2012

Ser y ser


Well, who are you?
I really wanna know

--Who are you?, de The Who


Hace exactamente una semana compré un libro de filosofía básica con una serie de situaciones, pensamientos e ideas que me han ayudado a tener más reflexiones del tipo que mencionaba en el post anterior, preguntas sin una respuesta concluyente. Una de estas situaciones me llevó a pensar en lo siguiente.

¿Quiénes somos? ¿Qué nos hace lo que somos? Es decir, ¿cuándo podemos decir que somos nosotros? Sé que sobre esto puede decirse muchísimo y nunca llegar a una solución, así que sólo quería mencionar algunas ideas que se me ocurrieron. Según una muy fructífera clase de psicología social, una teoría sobre la identidad postula que existe una identidad personal, una en relación a los demás o colectiva, y una con respecto a la humanidad. Visto de esta manera, somos como individuos (con muchas definiciones de por medio), somos integrantes de uno o más grupos (o somos en tanto no pertenecemos a ninguno), y somos parte de la raza humana. Todo esto apenas respondería parte de la primera y de la segunda pregunta. ¿Qué hay de la tercera?

Aquí podría entrar en juego el dualismo mente-cuerpo. De chico solía pensar que el crecimiento, el pasar de ser niño a adulto físicamente hablando, se debía al rapto de nuestros cuerpos. Cada noche, mientras estuviésemos durmiendo, algo o alguien intercambiaría nuestros cuerpos; seguiríamos siendo nosotros, pero con una forma física ligeramente diferente, más altos, quizás. Recordé esta fantasía infantil por ser un buen ejemplo de cómo de pequeño consideraba a la conciencia como punto central de nuestra existencia: cuerpos distintos, pero aún uno mismo. ¿Sería entonces que podemos decir que somos nosotros cuando existe conciencia de nuestro existir, incluso si nuestro cuerpo es distinto? A mi parecer, no es posible decir "soy" si no consideramos la parte física de la que estamos compuestos.

Finalmente, pasé a pensar en una cuarta pregunta: ¿qué nos define? ¿Venimos al mundo con una definición de lo que somos, estamos predispuestos genéticamente a ser algo en particular? Quizás lo que nos define está determinado por nuestra cultura, por la educación que recibimos; quizás hasta los mismos actos que realizamos nos convierten en lo que somos. ¿Puede uno mismo definirse? ¿Y pueden estas definiciones cambiar en el futuro? Si es así, ¿cómo y en qué medida? Esta idea me parece la más difícil de desarrollar; incluso teniendo mucha información al respecto, no me atrevo a inclinarme por ninguna posibilidad. Es difícil, también, por haber tanto por decir, tanto por abarcar.

Sé que ese libro de filosofía, pequeño y en apariencia sencillo, me ayudará a tener muchas nuevas ideas, varias que probablemente me mantengan ocupado por más tiempo del que pueda considerar prudente. Pero mientras me haga pensar, no me quejo.

martes, 17 de julio de 2012

Ciclo de ideas


I think I know, but I don't know why
Questions are the answers you might need

--D'ya know what I mean?, de Oasis


Hace unos días me preguntaron por qué hago tantas preguntas que no parecen tener una respuesta definitiva. Irónicamente, no supe responder de forma concluyente, así que me puse a pensar en ello.

Me encanta dedicar al menos un pequeño espacio de tiempo para pensar en una que otra cosa que me haya sucedido o que haya escuchado durante la semana y que considere interesante o valioso en algún sentido. A veces se trata de trivialidades, lo admito, pero en la mayoría de casos me veo teniendo discusiones con otras personas respecto de las ideas que he obtenido de aquellas reflexiones. Además, de ambos casos, los triviales y los serios, obtengo algo significativo a cambio.

Lo particular de las cosas en las que a veces pienso es que muchas no tienen respuesta, son simplemente nociones hipotéticas o sin posibilidad de comprobarse, por lo que es difícil dar con una respuesta clara y definitiva. Si tal es el caso, ¿entonces por qué siquiera hacer la pregunta? Si no conseguiré una resolución para el asunto, ¿por qué darme el trabajo de pensar en tal cosa?, ¿por qué poner esfuerzo en ello? Por lo mismo que dije en el párrafo anterior: algo se obtiene.

Plantearse la pregunta y buscar las posibles respuestas es acercarse a una conclusión. Y aunque ésta no llegue a conseguirse, ayudará a notar otros puntos de vista y conducirá a la creación de nuevas ideas. De eso exactamente se trata, de esos nuevos planteamientos que no habrían aparecido de no haberle dado vueltas a temas tan entreverados. Si bien a todos nos gustaría recibir una respuesta clara y precisa a nuestras preguntas dada nuestra inclinación como seres humanos de darle un sentido a las cosas, quedarse con la duda a cambio de perspectivas diferentes puede resultar favorable dependiendo del caso.

Esa es mi respuesta; inconclusa, valga la redundancia. Pero gracias a ella se me han ocurrido varias otras cosas para escribir aquí. Sin olvidar mencionar que aún hay mucho por decir sobre esta respuesta.


Nota: el sábado 7 me golpeé la mano mientras envolvía mi bicicleta en preparación para un viaje y no he podido moverla sin sentir dolor hasta el lunes 16, por ello la tardanza de este y el siguiente post.

domingo, 1 de julio de 2012

Culpa


See that kid, watch the smile on his face
He's just like you, feeling out of place

--Day eight: school, de Ayreon


Me puse a pensar en uno de esos puntos de quiebre de los que alguna vez he hablado, específicamente en un momento de mi vida que considero importante por haber cambiado la forma en que veía las cosas.

Tenía exactamente 11 años de edad y estaba jugando fútbol en el colegio con tres amigos. Usábamos un par de árboles como portería y jugábamos tranquilamente mientras algunos chicos nos observaban. Pasados unos minutos, uno de ellos se nos acercó preguntando si podían unirse, y dado que era mi pelota, fui yo quien le dijo que no. Insistió un poco, pero no cedí. Continuamos jugando un rato más, hasta que uno de mis amigos pateó mal el balón, y éste fue a parar en las ramas de uno de los árboles. Intentamos golpearla con piedras, pero no se zafaba. Entonces, el mismo chico que se había acercado antes trepó el árbol y recuperó la pelota. Me la devolvió y preguntó nuevamente si lo dejábamos jugar, y agregó "mira que los ayudé". Con el balón en las manos, le dije "nadie te pidió que la sacaras", y seguí jugando como si nada hubiese pasado.

Para cualquier otra persona podría parecer un acontecimiento intrascendente, pero para mí guarda una significancia tremenda. Si bien nunca me gustó incorporar a desconocidos en juegos de pelota, siento que fui demasiado duro con aquél chico.En ese entonces yo era un niño muy engreído y egoísta, las cosas debían ser como yo las quería o me molestaba mucho; no creo haber llegado al punto de iniciar pataletas, pero sé que mi egocentrismo causaba muchos problemas.

La sensación de culpa, el sentirme mal por lo que hice ese día, no llegó sino hasta un tiempo después. Sabía que definitivamente podía haber actuado de mejor forma, y que tal vez podría haber dejado jugar al chico como agradecimiento por recuperar mi pelota, pero en ese momento sólo pensaba en mí. No sé con exactitud cuándo recapacité, en qué momento decidí prestar más atención a los deseos de otros, pero puedo asegurar sin una pizca de dudas que esa tarde de fútbol tuvo mucho que ver. Fue como si las palabras que pronuncié hubiesen sentenciado a muerte a una parte de mí que hoy no extraño en lo absoluto.

Hoy creo estar en un punto medio con respecto a situaciones de este tipo. En ocasiones me puedo preocupar de más por los otros, y a veces actúo en pos de mí mismo cuando podría prestarle mayor atención a quienes me rodean. De cualquier forma, mi lado egoísta ha quedado con muy pocas fuerzas como para seguir considerándolo un problema. Con lo que ahora debo luchar es contra mi lado arrogante.

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