domingo, 1 de julio de 2012

Culpa


See that kid, watch the smile on his face
He's just like you, feeling out of place

--Day eight: school, de Ayreon


Me puse a pensar en uno de esos puntos de quiebre de los que alguna vez he hablado, específicamente en un momento de mi vida que considero importante por haber cambiado la forma en que veía las cosas.

Tenía exactamente 11 años de edad y estaba jugando fútbol en el colegio con tres amigos. Usábamos un par de árboles como portería y jugábamos tranquilamente mientras algunos chicos nos observaban. Pasados unos minutos, uno de ellos se nos acercó preguntando si podían unirse, y dado que era mi pelota, fui yo quien le dijo que no. Insistió un poco, pero no cedí. Continuamos jugando un rato más, hasta que uno de mis amigos pateó mal el balón, y éste fue a parar en las ramas de uno de los árboles. Intentamos golpearla con piedras, pero no se zafaba. Entonces, el mismo chico que se había acercado antes trepó el árbol y recuperó la pelota. Me la devolvió y preguntó nuevamente si lo dejábamos jugar, y agregó "mira que los ayudé". Con el balón en las manos, le dije "nadie te pidió que la sacaras", y seguí jugando como si nada hubiese pasado.

Para cualquier otra persona podría parecer un acontecimiento intrascendente, pero para mí guarda una significancia tremenda. Si bien nunca me gustó incorporar a desconocidos en juegos de pelota, siento que fui demasiado duro con aquél chico.En ese entonces yo era un niño muy engreído y egoísta, las cosas debían ser como yo las quería o me molestaba mucho; no creo haber llegado al punto de iniciar pataletas, pero sé que mi egocentrismo causaba muchos problemas.

La sensación de culpa, el sentirme mal por lo que hice ese día, no llegó sino hasta un tiempo después. Sabía que definitivamente podía haber actuado de mejor forma, y que tal vez podría haber dejado jugar al chico como agradecimiento por recuperar mi pelota, pero en ese momento sólo pensaba en mí. No sé con exactitud cuándo recapacité, en qué momento decidí prestar más atención a los deseos de otros, pero puedo asegurar sin una pizca de dudas que esa tarde de fútbol tuvo mucho que ver. Fue como si las palabras que pronuncié hubiesen sentenciado a muerte a una parte de mí que hoy no extraño en lo absoluto.

Hoy creo estar en un punto medio con respecto a situaciones de este tipo. En ocasiones me puedo preocupar de más por los otros, y a veces actúo en pos de mí mismo cuando podría prestarle mayor atención a quienes me rodean. De cualquier forma, mi lado egoísta ha quedado con muy pocas fuerzas como para seguir considerándolo un problema. Con lo que ahora debo luchar es contra mi lado arrogante.

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