See that kid, watch the smile on his face
He's just like you, feeling out of place
--Day eight: school, de Ayreon
Me puse a pensar en uno de esos
puntos de quiebre de los que alguna vez he hablado, específicamente en un
momento de mi vida que considero importante por haber cambiado la forma en que
veía las cosas.
Tenía exactamente 11 años de edad y estaba jugando
fútbol en el colegio con tres amigos. Usábamos un par de árboles como portería
y jugábamos tranquilamente mientras algunos chicos nos observaban. Pasados unos
minutos, uno de ellos se nos acercó preguntando si podían unirse, y dado que
era mi pelota, fui yo quien le dijo que no. Insistió un poco, pero no cedí.
Continuamos jugando un rato más, hasta que uno de mis amigos pateó mal el
balón, y éste fue a parar en las ramas de uno de los árboles. Intentamos golpearla
con piedras, pero no se zafaba. Entonces, el mismo chico que se había acercado
antes trepó el árbol y recuperó la pelota. Me la devolvió y preguntó nuevamente
si lo dejábamos jugar, y agregó "mira que los ayudé". Con el balón en
las manos, le dije "nadie te pidió que la sacaras", y seguí jugando
como si nada hubiese pasado.
Para cualquier otra persona podría
parecer un acontecimiento intrascendente, pero para mí guarda una significancia
tremenda. Si bien nunca me gustó incorporar a desconocidos en juegos de pelota,
siento que fui demasiado duro con aquél chico.En ese entonces yo era un niño
muy engreído y egoísta, las cosas debían ser como yo las quería o me molestaba
mucho; no creo haber llegado al punto de iniciar pataletas, pero sé que mi
egocentrismo causaba muchos problemas.
La sensación de culpa, el sentirme mal por lo que hice
ese día, no llegó sino hasta un tiempo después. Sabía que definitivamente podía
haber actuado de mejor forma, y que tal vez podría haber dejado jugar al chico
como agradecimiento por recuperar mi pelota, pero en ese momento sólo pensaba
en mí. No sé con exactitud cuándo recapacité, en qué momento decidí prestar más
atención a los deseos de otros, pero puedo asegurar sin una pizca de dudas que
esa tarde de fútbol tuvo mucho que ver. Fue como si las palabras que pronuncié
hubiesen sentenciado a muerte a una parte de mí que hoy no extraño en lo
absoluto.
Hoy creo estar en un punto medio con respecto a
situaciones de este tipo. En ocasiones me puedo preocupar de más por los otros,
y a veces actúo en pos de mí mismo cuando podría prestarle mayor atención a
quienes me rodean. De cualquier forma, mi lado egoísta ha quedado con muy pocas
fuerzas como para seguir considerándolo un problema. Con lo que ahora debo
luchar es contra mi lado arrogante.
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