sábado, 2 de abril de 2016

Diario bicicleteo

Fuente: http://img04.deviantart.net/c94c/i/2007/278/e/d/cycling_on_the_morning_heath_by_jchanders.jpg

Well maybe we'll find the answers
Or maybe we'll just keed drivin'
With a full tank how can we go wrong?

--As long as we ride, de Spock's Beard


A inicios de año me planteé la meta de ir al trabajo en bicicleta todos los días; hasta el momento ha sido una placentera experiencia, pero con momentos de incomodidad.

Vencer al tráfico es lo que más satisfacción me genera. Compañeros de oficina demoran entre cuarenta minutos a una hora y media para ir o venir de sus hogares; a mí me toma veinte minutos. El ahorrar tiempo es algo que valoro mucho, pero no se compara con la capacidad de ser independiente en su manejo. Es decir, lo único que define cuánto tardaré en llegar al trabajo (además de los semáforos) es la velocidad a la que yo decida pedalear.

Y, por supuesto, otras cosas que me generan satisfacción son el resto de beneficios por hacer algo que me encanta: relajarme, mejorar mi humor, ejercitarme, mantenerme saludable y ahorrarme tres soles en pasajes. Todo esto, en definitiva, me hace sentir que tomé una excelente decisión a inicios de año.

Sin embargo, bicicletear a diario también trae una dosis regular de sinsabores. Conductores, peatones y, curiosamente, otros ciclistas pueden causar incomodidades en mi trayecto al trabajo. Los primeros en tanto manejar una bicicleta en Lima es casi como practicar un deporte de riesgo. Los conductores en general (no solo taxistas y choferes de combi) tienden a cerrar el paso o interponerse en el camino, sea por apuro, descuido o sencillamente por mala intención. Dado que las ciclovías son escasas en esta ciudad, ir por la pista suele ser la mejor (si es que no la única) opción, generando desagradables encuentros con estas personas.

Con los peatones es otra historia y suele estar ligada a otros ciclistas con los que también me cruzo. El camino a mi trabajo tiene varias ciclovías, lo cual debería ser una buena noticia, pero suele traer más problemas que beneficios, con lo cual mi día se ve afectado de forma negativa. Si no hay autos estacionados en ellas, son peatones que las transitan como si fuesen veredas, corredores que no mantienen su derecha y ciclistas que no conocen las normas de tránsito. Creo que todo esto puede reducirse a la falta de respeto, egoísmo e ignorancia de las personas. Tengo mucho más que decir al respecto, pero me saldría del tema.

Felizmente, estas últimas cosas no suceden tan seguido y, obviamente, existen excepciones. Hay quienes gratamente ceden el paso, ayudan a transitar las calles en paz y dan una mano cuando más se los necesita, lo cual trato de emular a diario. Son estas personas las que me hacen sentir que aún hay esperanza para quienes optamos por un medio de transporte diferente. Gracias a ellos y a todas las satisfacciones que mencioné al principio, es que no me arrepiento de haberme planteado la meta de bicicletear a diario.

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