To dream is not enough
The world is in our hands
--Touch the sun, de Crimson Glory
Hace algunos años me preguntaron cuál de mis sentidos era el que más me gustaba o cual pensaba que estaba más desarrollado. En ese entonces dije que mi vista era la mejor, muy a pesar de tener miopía y un ligero problema para distinguir las tonalidades de algunos colores, y que la prefería por sobre los otros debido a la gran importancia que tiene para todos en el día a día. Además, gran parte de nuestras representaciones mentales son visuales (aunque hay teorías que discrepan con esta idea), y los sueños y la imaginación suelen presentarse visualmente. Este último me llevó a hacer la pregunta "¿con qué sueñan los ciegos?" Si bien no tengo una respuesta definitiva, una amiga me comentó que no soñaban con imágenes, sino con sensaciones táctiles, lo cual me llevó a replantear la elección mencionada al inicio de este párrafo.
Debido a lo anterior, los últimos meses he estado percatándome mucho más de lo que toco, cómo se siente, qué tipo de textura tiene, qué me hace recordar, etc. Esto me ha llevado a percibir una serie de cosas que antes pasaba por alto o que tomaba por sentado, he podido devolverle importancia al tacto en mi vida. Considerando que a éste se le percata mayoritariamente por medio de la piel, y que ésta es el órgano más extenso de nuestro cuerpo, no tendría que llamar la atención la enorme cantidad de sensaciones que estamos ignorando al concentrarnos en el resto de sentidos. Sin embargo, vale decir que el hecho de prestar atención a ciertos estímulos y no a otros es un mecanismo adaptativo bastante útil que evita que nos saturemos de información, al menos mientras realizamos actividades en las que es imperativo obviar cosas que son irrelevantes, como manejar un auto en una vía de alta velocidad sin percatarse de la comodidad del asiento. Aquí lo que predominaría sería lo visual.
A lo que voy es que uno puede obtener una perspectiva nueva de las cosas cuando les presta atención de manera diferente a la usual. No sería lo mismo coger una taza y beber algo de ella, que repasar el asa con los dedos, detenerse en las hendiduras y alto relieves formados por las figuras que la adornan, percatarse de los bordes al posar los labios sobre ellos y sentir el peso al levantarla para apurar su contenido. Es "ver el mundo con otros ojos", aunque, siendo precisos, es tocarlo.