miércoles, 1 de febrero de 2012

Perdido en el sur

Fuente: http://th06.deviantart.net/fs47/PRE/i/2009/234/2/2/Empty_Road_1_by_ivo_mg.jpg

And that road keeps on calling me
Screaming to everything lying ahead

--Winding road, de Bonnie Somerville


Hace unas semanas me encontré metido en una situación complicada y a la vez tonta. Es cierto que suele pasarme casi de todo, pero admito que en algunas ocasiones he sido el causante de tales eventos (no siempre con la intención de serlo) y en otras he dejado que las cosas sigan su curso en lugar de darles un alto. Mi pequeña "aventura" se debió justamente a esto.

Había sido contratado para realizar una sesión fotográfica en el sur, específicamente en Mala, y el cliente me había pedido que le diese el encuentro en el kilómetro 90 de la carretera Panamericana Sur, en un paradero de buses que yo conocía muy bien. Decidí salir de mi casa un poco más temprano para evitar algún retraso por imprevistos y me dirigí al paradero donde ya muchas veces he tomado buses rumbo al sur. Apenas llegué ahí noté un bus gris que indicaba ir en dirección a Mala, y aunque no era el que solía tomar, lo abordé totalmente convencido de que me llevaría hasta donde necesitaba llegar. Caminé por el pasillo con una sonrisa pues, además de haber poca gente y poder darme el lujo de elegir un buen asiento, iba a llegar temprano.

Confieso que la poca cantidad de personas y el color del bus me tenían algo nervioso, pero en mi cabeza había un único pensamiento: "Va adonde tengo que ir, así que no hay pierde". Me entretuve viendo una película, pensé en el dinero que ganaría ese día y me dormí un buen rato. Cuando desperté seguíamos en la carretera, pero a los pocos minutos ingresamos por un camino que no conocía. Pregunté al cobrador dónde estábamos y me tranquilizó ligeramente al decir que estábamos entrando al poblado de San Antonio y que luego llegaríamos a Mala. Cuando el bus finalmente se detuvo realmente estábamos en Mala, el último paradero, pero definitivamente no era donde esperaba llegar.

Si bien sabía dónde estaba gracias al nombre del lugar, geográficamente estaba perdido. En ese momento creo haber entrado en un leve estado de pánico, sólo pensaba en la estúpida situación en la que me encontraba y cómo había potencialmente echado al tacho el trabajo para el que había sido contratado. En medio de mi confusión comencé a caminar, simplemente elegí una de las tres posibles rutas por las que podía ir y caminé por ella. Los primeros cinco minutos seguí pensando calamidades, pero luego me fui calmando tras ver en mi reloj que aún quedaba una hora y media antes de encontrarme con el cliente, y me dije a mí mismo que debía remediar la situación en lugar de seguir hundiéndome.

La vergüenza y el orgullo impedían que me acercase a alguien para pedir indicaciones, por lo que en lugar de eso opté por la alternativa de guiarme por las colinas y por la posición del sol para determinar el norte. Me sentí realmente tonto haciendo eso en lugar de preguntarle a alguien por direcciones, pero creo que era una manera de castigarme a mí mismo por el error que había cometido y de empujarme a salir del embrollo por mí mismo. De cualquier forma, ahora sé cuán inútil fue pensar así. Felizmente había elegido el camino correcto, pues llegué a la carretera después de una caminata de cuarenta minutos bajo el ardiente sol, pero estaba en el kilómetro 85.5, a 4.5 kilómetros del punto de encuentro.

La distancia no me pareció tan grande, pues la comparaba con las que suelo atravesar en bicicleta casi diariamente, y aún me quedaba tiempo, así que decidí caminar. Incluso pensé que la distancia era tan corta que tomar otro bus o un micro para recorrerla sería una pérdida de dinero. Pero mientras iba caminando junto a la carretera, recordé haber leído en alguna parte que la velocidad promedio del andar humano es de seis kilómetros por hora, así que hice los cálculos rápidamente y comprendí que sería una caminata más larga de lo que había imaginado. Siempre pensé que un kilómetro era poco, pero tras caminar cinco de ellos (no era el kilómetro 90, sino 90.5 al que debía llegar) aprendí a la mala el error en mi pensar.

Cuando por fin llegué al lugar acordado ya me había pasado por treinta minutos la hora acordada, pero aún así tuve que esperar diez minutos hasta que llegara el cliente. Es decir, no sólo había tomado "la ruta larga" hasta el punto de encuentro, había llegado más temprano. Hice el trabajo, me pagaron, y horas más tarde estuve en mi casa con las piernas adoloridas, la cara quemada por el sol y con una historia por contar. Todo ello me hizo pensar que quizás en el fondo disfruto este tipo de situaciones, que dejo que sigan su curso por amor a las aventuras, simples y a veces estúpidas, pero aventuras al fin y al cabo. Al menos ahora ya sé qué bus tomar para ir a Mala.

No hay comentarios.:

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails