domingo, 10 de junio de 2012

Pernos, tuercas y la existencia

Fuente: archivo personal

Some call it nightmare
And some call it life
What's the sense of existence in here

--Key to my fate, de Edguy


Hace un par de semanas tuve un paseo en bicicleta durante el cual uno de los amigos que me acompañaban dijo una frase muy curiosa: "No hay tuerca que no tenga llave".

La aproximación más directa que le di a aquella frase durante los últimos días fue que toda herramienta sirve para algo, todas han sido creadas para cumplir un propósito, para facilitarnos la vida de cierta manera, y previo a su creación debió haber algo que generó la necesidad de su existencia. Y partir de esto pasé a preguntarme lo siguiente: ¿podría decirse lo mismo de los seres humanos? ¿Existimos como solución a un problema? Y si es así, ¿de qué problema estamos hablando? Por otro lado, y tomando prestado parte del pensamiento de Sartre, quizás nuestra existencia precede cualquier función. Tal vez somos y estamos en el mundo sin que haya una razón que nos sustente; nacemos, crecemos, nos reproducimos y morimos sin que haya un sentido último en nuestras vidas.

Desde que tengo memoria he sido un fiel seguidor de la idea de que no existen las coincidencias, que tales cosas son señales, y que todo guarda un significado que espera ser descubierto. Con el pasar de los años, mi lealtad a este planteamiento ha ido menguando, más que nada por choques que he dado con la realidad, pero de vez en cuando ver la vida de manera soñadora y hasta mística no me parece en absoluto negativo. De cualquier modo, asumirla como un reto en sí misma es razón más que suficiente para muchos, y la idea de un sentido es el que cada uno le da a su modo de vivir, a sus metas, a sus alegrías y desazones, a sus aprendizajes y a cualquier experiencia tenida. Visto de esta manera, entonces, el significado no es el que se encuentra, sino el que se otorga.

Al mencionar la frase sobre la tuerca, mi amigo se refería específicamente al pedal de su bicicleta y al extraño perno que lo sujetaba, pues tenía una forma peculiar y no creíamos que existiese llave que pudiese ajustarlo. Al final descubrimos que estaba puesto al revés, y que, efectivamente, existía una llave para dicha tuerca.

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