jueves, 16 de agosto de 2018

Lo mejor posible


One step forward to build a better me

--A better me, de Heavenly


Ayer, mientras conversaba con una amiga, mis ideas cobraron vida propia (como normalmente lo hacen) y terminé yéndome por las ramas hasta dar con una reflexión que creo haber mencionado antes, pero nunca desarrollado del todo aquí.

Incontables veces he hablado de mi "pasado oscuro", cuando pensamientos negativos y nociones fatalistas invadían mi cabeza a diario, y aunque he mencionado qué cosas me hicieron redirigir mi vida (más sobre ello aquí), creo que nunca entré en detalle sobre qué cambios y metas me planteé. De cierta forma, estudiar Psicología también ayudó con el cambio, y le dio sentido a lo que quería conseguir. Y por ahí comenzaré la explicación.

Para poder estudiar dicha carrera debía pasar por una serie de exámenes psicológicos, incluyendo una muy temida entrevista personal. Esta serie de pruebas finales antes de estudiar lo que quería me causaba muchísimo miedo, pues algo en mi interior aseguraba que jamás pasaría, que todo lo podrido que llevaba dentro se vería reflejado en los resultados de personalidad, que en la entrevista saldría el yo negativo con el que luchaba a diario. Y, sin embargo, pude pasar. Lograr esto me llenó de alegría, más de la que hubiese creído, pues me daba esperanzas a pesar de todo, me mostraba que por más hundido que pudiera sentirme aún había algo bueno que podía ser salvado.

Y durante mis estudios, a través de todo lo que aprendí por enseñanza de profesores, amigos y por mí mismo, pude encauzar mi propósito: tratar de ser una mejor persona. El primer paso fue conocerme, saber quién diablos era y por qué me comportaba de la manera que lo hacía; hallar las causas y obtener soluciones. Luego se trató de identificar lo bueno en mí, eso que merecía ser salvado, para así potenciarlo. Y, a la vez y probablemente lo más importante, notar todo aquello en lo que había una posibilidad de mejora, todo aquello que me hacía flaquear, mis defectos.

Concretamente, me propuse ser más empático, más altruista, más solidario, más presto a recibir ayuda y más preocupado por el sentir de los demás, así como ser menos prejuicioso, menos iracundo y menos egoísta. Ahora bien, nunca pretendí (ni aún hoy pretendo) ser un santo. Es más, algo que no he podido cambiar es la actitud crítica que tengo hacia mí mismo; me considero perfeccionista en muchos sentidos y uno de ellos es el dirigido a mi propia persona, por lo cual a veces termino frustrándome por no sentir que estoy haciendo lo suficiente por ser mejor. En un post particular hablo un poco más a fondo de esto, así que no ahondaré en ello. Sólo diré que sigo tratando, me cueste lo que me cueste.

Entonces, habiendo dicho todo esto, la reflexión que menciono y a la que llegué durante la conversación de ayer fue la siguiente: de no haber sido por la Psicología, podría haberme convertido en una persona perversa. Suena dramático, pero no tengo dudas de aquello. Si bien fueron diversas experiencias las que me hicieron cambiar, estudiar dicha carrera me hizo comprender y valorar a las personas, así como conocerme, ayudarme a aceptar ciertos aspectos de mí mismo y empujarme a hacer mejoras drásticas y necesarias. Por todo ello estoy muy agradecido, por haber sido salvado de mí mismo.


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martes, 14 de agosto de 2018

Libro entreabierto


Come on, maybe you should change your mind
And be seen

--A whole 'nother trip, de Neal Morse


Las personas asociamos conceptos nuevos en base a lo que conocemos, asignándoles características positivas, negativas o una en alguna parte de este espectro. Luego, al ir entendiendo mejor dichos conceptos, afinamos los significados que les otorgamos, llevándolos más hacia uno u otro lado de aquel espectro, a veces cambiando por completo nuestra actitud hacia algo. Lo que una vez pudo ser magnífico, más adelante puede volverse desagradable.

Recordaba una anécdota particular al pensar en esto. Poco más de un año atrás me hallaba sentado en un bar rodeado de amigos, algunos que conozco desde la tierna edad de diez, otros que conocí un tiempo después, pero todos cercanos, todos personas en quienes confío, personas con quienes he compartido muchas cosas por largo tiempo. O al menos eso creí. En algún momento de la reunión uno de ellos comentó que a pesar de la cercanía, había cosas que realmente no sabía de mí, cosas que no necesariamente eran privadas, pero que yo nunca había compartido. Como el hecho de tener o no hermanos. Información así de casual.

Le respondí con honestidad, diciendo que tenía cuatro, dos hermanas y dos hermanos, todos menores que yo, un par por el lado de mi papá y otro por el de mi mamá. Esto desató risas que aliviaron la tensión y pronto se mostraron curiosos por saber más y sorprendidos con algunas de mis respuestas. Tras esa noche, además de sentirme un poco más en confianza con grandes amigos, sentí mucha confusión. ¿Por qué nunca compartí con ellos toda esa información? ¿Por qué encubrí parte de mi vida? ¿La habría encubierto a sabiendas o sin darme cuenta obvié detalles demasiados personales?

Esto me hizo pensar en otra anécdota, una de cuando tenía catorce años. En ese entonces preparaba la que sería mi segunda novela, una historia muy íntima que terminaría por sacar lo peor de mí. Y como parte de mi investigación, comencé a encuestar a ciertos profesores sobre lo que pensaban de mí. Ninguno decía nada muy interesante o que realmente pudiese usar, hasta que mi profesora favorita dijo algo que en ese entonces me enorgulleció muchísimo y que permití que me definiera: "Eres un enigma". Llevé ese adjetivo puesto en el pecho por muchos años y es a lo que regresé tras esa noche con mis amigos.

He sido reservado, en algún momento tímido, pero también desconfiado y rencoroso, recelando la información personal que compartía con los demás por miedo a ser herido. Si bien escribir en este blog ayudó mucho a ir bajando las defensas, tras conversar con mis amigos comprendí que ser un enigma había hecho más mal que bien, y que esa actitud temerosa seguía prevaleciendo en mí a pesar de profesar mil veces cuán cambiado me sentía. Era (y hasta cierto punto sigue siendo) frustrante pensarme a mí mismo como este acorazado andante que rehusaba mostrarse a los demás, incluso si con el tiempo dejó de hacerlo un poco. 

Hoy, mi noción del concepto "enigma", asociado a lo que soy o pude haber sido, sigue siendo medianamente positiva; sigue gustándome considerarme misterioso. Pero esa noche me hice la promesa de ser más honesto, no porque dijese mentiras, sino porque dejaba las verdades a medio decir. Más honesto sobre mi vida, sobre mis pensamientos, sobre mis posturas; más honesto y listo, sin importar nada más. La idea, finalmente, es ser tan enigmático o misterioso como desee, pero sin llegar a ser un desconocido. Al menos no para aquellos más cercanos a mí.


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lunes, 13 de agosto de 2018

El pasado para el presente


And life is awaiting me
I'll learn what they're teaching me
And surely my destiny will follow

--The ways of the fool, de The Neal Morse Band


Empecé a escribir en este blog diez años atrás con dos finalidades muy claras. La primera y más importante, encontrar un espacio propio en el cual pudiese plasmar mis ideas, un lugar donde pudiera desahogarme y reflexionar. La segunda, para compartir mis experiencias y permitir que quienes las leyesen lograsen obtener algún tipo de provecho a partir de ellas, como ayudarlos a encontrar respuestas a sus propias situaciones de vida. Con el paso del tiempo, una tercera razón comenzó a aparecer derivada de la segunda.

Cada cierto tiempo yo mismo regresaba a leer posts anteriores, ya fuese para recordar ideas pasadas o para revivir momentos particulares por los que pasaba al escribirlas. Y poco a poco comencé a regresar más y más a posts específicos, a aquellos en los que hablaba de situaciones críticas, en los que las palabras eran mucho más honestas y cargadas de significados valiosos. Era (es) como una forma de recordar mi camino; el que tomé y el que recorro actualmente.

Esos escritos, queriendo o sin querer, siempre estuvieron dirigidos a mí, al yo del futuro que rescataría enseñanzas olvidadas, que reviviría viejas promesas, que vería atrás para nunca olvidar los peores momentos y así saber lo afortunado que ha sido. Que es. Que soy. Y también para recordar los buenos, por supuesto. Pero al final del día todos sabemos que es de los errores y de las crisis de lo que más se aprende.

Sé que por eso sigo escribiendo en este blog, diez años después, escribiendo sin pensar en cuándo dejaré de hacerlo. No sé qué será de mi vida la próxima década, pero tengo por seguro que estas palabras estarán esperándome cada vez que decida volver. Y, de cierta forma, parte de mí también estará aquí.


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sábado, 11 de agosto de 2018

Historias incompletas (segunda parte)


I've found myself
In the end

--The story, de 30 Seconds to Mars


Mi pasión son las historias, eso lo tengo clarísimo. Escucharlas, contarlas, analizarlas, descifrarlas, criticarlas; cualquiera sea el motivo que me lleva a ellas, las disfruto de una u otra manera, sean reales o inventadas, lleguen de conocidos o extraños. Las historias narran sobre temas particulares, pero también dejan entrever detalles sobre aquellos que las cuentan, delatan su origen. Esa, creo yo, es la razón más fuerte que me empuja a saborear historias. Y, principalmente, a crearlas.

Muchas de mis historias se relacionan al existencialismo y a la identidad, o los tienen como temáticas principales. Esto lo he sabido por años y quienes hayan leído post anteriores quizás lo noten en varias de mis ideas. Y, sabiendo quién soy (y quién no soy), ahora entiendo con mayor seguridad por qué busco escribir sobre ese tipo de conceptos. Ser y significado. ¿Quién o qué soy y por qué estoy aquí? De eso se trata todo esto; las historias que consumo, las historias que creo y mi propia historia.

El pequeño inconveniente es que casi todas mis historias yacen incompletas o poseen un final medio improvisado, como si esperasen que yo mismo primero termine de descubrirme antes que aquellas obtengan el final que les corresponde. Lamentablemente, como ya lo he dicho antes, uno nunca termina de conocerse. Sin embargo, y para mi propio consuelo, sé suficiente de mí mismo como para atreverme a escribir esos finales pendientes.

Y es que precisamente a eso es a lo que trataba de llegar con este post. Si las historias dejan entrever quién y cómo es su autor, qué mejor manera de redescubrirme que a través de mis propias narraciones. Muy probablemente resalten cosas que ya sé de mí mismo, pero tengo la esperanza de que justamente esos esquivos finales sean los que revelen algo nuevo. Ahora sólo queda comenzar a escribir. O, mejor dicho, continuar escribiendo.


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lunes, 6 de agosto de 2018

Historias incompletas


All for freedom and for pleasure

--Everybody wants to rule the world, de Tears for Fears


Nunca he creído en el destino como tal, en esa fuerza que dicta el porvenir de las personas y que crea conexiones invisibles entre las experiencias individuales y colectivas. Pero tampoco creo en las coincidencias; cuando las cosas se dan de una manera determinada y "coinciden" significativamente con otras, realmente pienso que hay algo detrás de ello y no una mera casualidad. Pienso esto porque mi vida se ha visto llena de momentos "coincidentes" de esta clase (gratos y no tan gratos), tanto así que me cuesta pensar (y creer) lo contrario.

Hace un tiempo tomé la decisión de participar en un importante concurso de cuentos cortos, animado por el premio (dinero, mucho dinero) y por la idea de crear una historia, lo cual me apasiona. Pero dejé los días pasar, y también las semanas, hasta el día de ayer, cuando me topé con un cuento a medio terminar que empecé el año pasado. Este cuento inconcluso nació producto de una historia que escribí nueve años atrás en otro blog (aquí), que quise desarrollar más, pero que nunca logré aterrizar. Hasta el día de ayer.

La historia, el mensaje, aquello que quiero expresar por debajo de la narración propiamente dicha, es sobre la avidez humana. Sobre cómo el ser humano puede llegar a extremos, cómo deja a un lado todo rastro de civilidad, moral y racionalidad, cómo destruye relaciones, cómo se deja llevar por sus instintos más primitivos y violentos, más pasionales y salvajes, por conseguir algo que desea con todo su corazón. Ese algo está aún por ser decidido, por ser concretizado, pero tengo muchas opciones, y en todo caso estaría develando el final y quitándoles el gusto de leer la historia y descubrirla por sí mismos si tomo la decisión mientras escribo esto.

Hoy, nueve años más tarde, me siento mucho más capaz de escribir al respecto, con mucha más experiencia de por medio como para entender esa avidez que intento transmitir. El presente se agrega de cierta manera, claro, de lo contrario no habría empezado hablando del destino y la significancia de las no-coincidencias. La historia se encuentra a medio terminar en el mejor momento posible, por decirlo de alguna manera, así que es casi una necesidad darle una conclusión, tanto a la ficcional como a la que vivo en este momento. Sólo espero que el final no sea el mismo para ambas.


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