lunes, 12 de noviembre de 2012

¿Qué es vivir bien?

Fuente: http://oo-rein-oo.deviantart.com/art/The-Warmth-Of-Life-256208821

Some of us choose to live gracefully
Some can get caught in the maze

--This is the life, de Dream Theater


Hoy pensé en la venganza e inmediatamente pasé a recordar mis años escolares, probablemente la etapa en la que me surgían más ideas de este tipo. Pero no reparé en una experiencia personal, sino en la de un amigo, y en cómo éste decía querer hacer caso a las personas que le aconsejaban vivir bien en lugar de buscar venganza. Yo era uno de esos tantos que afirmaba que olvidar el asunto o perdonar al agresor era el mejor curso de acción, pero sabía muy bien que ni yo hacía eso, que "vivir bien" era (y es) demasiado difícil. Tras la comodidad de no verme involucrado en su problema, podía decirle de manera objetiva que sintiese, actuase y pensase de una manera que, estoy seguro, muy pocos pueden cuando se les hace mal o cuando lo perciben así.

Vengarse, a mi parecer, implica cierto pensamiento de por medio, supone darle varias vueltas a un tema, por lo que ocupa bastante tiempo y demasiada energía, los cuales podrían ocuparse en cosas más productivas. Pero dado que la emoción juega un papel muy importante en el asunto, olvidar y perdonar resulta una labor que demanda mucho esfuerzo, en especial si el solo hecho de imaginarse haciéndole algo igual o peor a la persona de la que buscamos vengarnos nos brinda cierta satisfacción. Y creo que esa es la finalidad, la satisfacción, el placer de tener "la última palabra" en un argumento. Existen otras razones, por supuesto, pero creo que esta es la más significativa.

Pero, entonces, ¿qué es vivir bien?

Pensar mucho en la injuria (imaginada o real) y ver maneras de devolver el daño es en sí mismo dañino para uno mismo. Recordando todo el tema de las emociones, entiendo que reparar en un asunto por demasiado tiempo repercute en cómo nos sentimos y en cómo nos relacionamos con los demás. Por ello, pensar en lo negativo nos hará sentir mal no solo con respecto a lo mental, también a lo físico; nos irá socavando, nos drenará de energías y, quizás, nos será más perjudicial que la ofensa recibida. Básicamente, planear y llevar a cabo una venganza es contraproducente.

Vivir bien sería, entonces, no tomarnos ciertas cosas tan en serio; y en casos de mayor seriedad, enfrentar el asunto sin la intención de prolongarlo o de causar más daño, sino de resolverlo. Es fácil decirlo ahora, pero pensar y actuar así durante la situación no lo es en lo absoluto. Es más sencillo molestarse, dejarse llevar por las emociones negativas en lugar de reprimir impulsos destructivos. Sin embargo, callar todo el tiempo no es la mejor solución. Defenderse, si el caso lo amerita, sería lo ideal siempre y cuando sea una defensa que vaya en concordancia con la injuria recibida.

Por mi parte, he dejado atrás los días en los que me encerraba en mí mismo y urdía maneras de vengarme de lo que me hacían (y de lo que creía que me hacían). He aprendido a olvidar por mi propio bien, y aunque perdonar aún me resulta difícil, siento que tengo suficiente control como para no explotar ni quedarme con lo negativo. Mi estrategia es hablar, conversar sobre lo sucedido, ya sea con alguien más o, de ser posible, con el agresor, de tal manera que pueda llegarse a un acuerdo. No siempre funciona, y no siempre respondo de manera tan civilizada, pero es un comienzo. Todo sea por vivir bien.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Vidas interconectadas

Fuente: http://resonant-ronk.deviantart.com/art/Two-Lifes-Connected-99706297

It's as easy as one, two, three
That's my philosophy

--I think therefore I rock n' roll, de Ringo Starr


Varias veces he mencionado, en post anteriores, la importancia que le daba a las llamadas "coincidencias", cómo solía tomarlas como una suerte de señales acerca de lo bien (o mal) encaminada que iba mi vida. Si bien ahora he dejado un poco de lado dicha idea, más que nada por los ocasionales choques con la realidad, un par de días atrás noté algo muy peculiar con respecto a aquélla.

Me di un tiempo para volver a ver la película Magnolia, una de mis favoritas. Una vez terminada, comencé a pensar qué era lo que me gustaba tanto de ella, y decidí que se trataba del hecho de que las vidas de todos estos extraños se cruzaban de alguna manera; lo que en un principio parecían vidas separadas, lograban una especie de vínculo unas con otras conforme se desarrollaba la película. Noté, también, que este mismo concepto se repite en varias otras películas y novelas que me encantan. Y así concluí que dicha idea, de alguna manera, se ve reflejada en mi vida y en cómo la concibo. Me explico.

Si bien al principio todos somos extraños, hay una serie de circunstancias dentro y fuera de nuestro control que nos empujan a notarnos, conocernos, relacionarnos y, con el tiempo, a generar vínculos más estrechos, sean estos de amistad, de pareja, laborales, etc. Si bien esas relaciones ya gozan de la importancia que cada persona les otorga, por mi parte siento que las circunstancias de las que hablo (nuestras propias decisiones, y especialmente el azar) influyen mucho en cuánto más valoraré los vínculos que se generen a partir de ellas. Lo que trato de decir es que cuando una "coincidencia" como de las que hablaba al inicio del post involucra a otra persona significativa en mi vida, siento como si se fortaleciera el vínculo que tengo con ella. Espero se entienda lo que digo.

No hablo del destino, de que esté predicho que conoceremos a tal o cual persona, sino de cómo se conoce a alguien y cómo las circunstancias podrían favorecer una conexión más fuerte. Sin duda es una suerte de pensamiento mágico nacido de mi lado más soñador, pero por mucho tiempo me guié por esta idea, y en ocasiones la vida me presenta nuevas "coincidencias" que reavivan mi convicción, que me empujan a considerarlas como señales de que estoy exactamente donde debería estar y que aquello que me sucede, sea por mi propia elección o por fuerzas externas, es lo mejor que podría estarme pasando.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Música interior

Fuente: http://vhm-alex.deviantart.com/art/Music-20809051

What the people need
Is a way to make 'em smile

--Listen to the music, de The Doobie Brothers


Ayer, mientras regresaba a mi casa, me sucedió algo muy curioso. Había sido un día lento y sin mayores ocurrencias, por lo que andaba decaído de ánimo y sin energías. Tenía mis audífonos puestos y escuchaba música para mantenerme despierto cuando de pronto me pareció escuchar una canción muy familiar que provenía de algún lugar dentro del micro en el que viajaba. Retiré uno de los audífonos de mi oreja y traté de identificarla, y descubrí entusiasmado que se trataba de una de mis bandas favoritas, y por si fuese poco, tocaban una canción que me encanta. Miré de un lado a otro en busca de la persona que la oía, pero no tenía idea de dónde provenía exactamente la música. Estuve así un buen rato, hasta que llegué al paradero donde debía bajar. Volví a ponerme el audífono y salí del vehículo un tanto decepcionado.

Mientras caminaba hacia mi casa, noté que me sentía bastante más animado. Dado que la banda de la que hablo (Sieges Even) no es muy conocida, me alegró saber que había alguien cerca que también disfrutaba de su música, la cual encuentro extraordinaria. Las veces que más suelo escuchar a ese grupo es cuando ando en busca de inspiración o cuando trato de alcanzar un estado mental de reflexión; el sonido de los instrumentos, el ritmo, la letra y la combinación de todo ello me genera una sensación de paz enorme, por ello disfruto tanto escuchándolo. Fue algo muy curioso, el hecho de imaginar que alguien más, alguien que pudo estar sentado muy cerca de mí, pudiese experimentar sensaciones similares al escuchar aquella banda. E incluso si su gusto iba por otro lado, la idea de conversar sobre ella me parecía genial. Quizás por todo eso me puse de tan buen humor.

Sin embargo, una vez en mi casa, con mi ipod apagado, noté algo que me hizo reír a carcajadas. En mi bolsillo se encontraba mi celular, y de él salía el sonido que había estado escuchando en el micro. De alguna manera se había seleccionado la opción para reproducirla y había estado sonando todo ese tiempo, así que nunca hubo otra persona fanática de la banda, sino que siempre se trató de mí, tan despistado como a veces suelo ser. Definitivamente me sentí un poco decepcionado por la revelación, pero la situación me hizo sonreír como no lo había hecho en todo el día, y determinó en buena parte la manera como viví lo que restó de la tarde y la noche.

Un suceso tan sencillo como este me hizo recordar que uno mismo es quien decide con qué actitud se vive el día a día y los eventos que lo componen, incluso si el azar o la suerte hacen de las suyas de vez en cuando. Todo esto me remite a lo que tan acertadamente me señaló hoy un buen amigo: "Somos nuestras decisiones". Y entiendo, así, por qué ahora sonrío más.

sábado, 6 de octubre de 2012

El paso previo


I never realized
The truth is inside
Of every man for all to see

--Season of change, de Stratovarius


Me preguntaba si el querer ser una "mejor persona" es realmente el mejor camino por tomar.

Desde hace algunos años decidí transitar dicho camino, y casi con vehemencia he seguido en él creyendo que era la opción más adecuada, que toda respuesta podía finalmente encontrarse si tan solo seguía creciendo, desarrollándome física, emocional, cognitiva y socialmente. Pero unas semanas atrás me crucé con ideas y experiencias que me llevaron a dudar sobre mi postura. Y si bien no he podido llegar a una suerte de acuerdo conmigo mismo, me ayuda saber que estoy contemplando posibilidades nuevas.

Ser mejor implica cierto cambio, de lo cual se infiere que no existe conformidad, que se está descontento con las circunstancias actuales. Querer ser una mejor persona significa exactamente eso, no estar satisfecho con cómo se es y buscar activamente ser distintos dentro de los propios limites, siempre en el ámbito de lo que uno considera positivo. Pero tal vez, en ciertos casos, querer ser mejor no sea el camino ideal. Quizás aceptarnos tal cual somos sea una opción más encomiable, tal vez estar contentos con la forma en que sentimos, pensamos, actuamos y nos vemos brinde mayor bienestar que el perpetuo cambio.

Varias veces he escuchado frases como "si quieres cambiar al mundo, primero debes cambiar tú mismo", lo cual me parece muy acertado, y por ahí va mi postura inicial y mi filosofía de vida en general, pues se invita a la persona a tomar un rol más activo en lugar de esperar a que las cosas se den por sí solas. Sin embargo, más que cambiar el mundo al hacerlo nosotros, entiendo que  estaríamos cambiando la forma en que lo percibimos, y a veces esto no es suficiente, pues no todo cambio es positivo.

A lo que voy es que habrían ocasiones en las que el descontento con uno mismo no debería empujarnos a cambiar inmediatamente, a huir de lo ya somos, sino motivarnos a darle una mirada, a entender de dónde surge la insatisfacción, qué la ocasiona y cómo podemos combatirla. Mejorar es una excelente manera de hacer esto último; aceptar es el paso previo.

viernes, 21 de septiembre de 2012

El cuaderno verde de la locura


What happens to a man when
He spills his heart on a page...

--Pages, de 3 Doors Down


Unos días atrás, impulsado por una serie de eventos y por una conversación con una buena amiga, volví a abrir lo que llevo llamando mi "cuaderno verde de la locura". En él deposité pensamientos e ideas muy profundas, pero también muy destructivas, todas ellas nacidas de las experiencias que tuve durante casi los últimos dos años de mi vida escolar. Lo abrí queriendo dar solución a una incógnita en particular, y lo cerré tras encontrar en él la respuesta que buscaba. Pero no fue lo único que hallé.

Descubrí el gusto por la escritura a los doce años, y desde entonces escribía cualquier cosa que se me ocurría y en cualquier pedazo de papel con el que me cruzaba. Más adelante me dieron mi primera libreta, y en muy poco tiempo la segunda, y luego la tercera. En todas ellas relataba mi vida a modo de diario con la intención de conservarlas y releerlas años más tarde, pero todas fueron a parar "misteriosamente" a la basura. De las libretas pasé a los cuadernos, y así fue como conseguí el "cuaderno verde de la locura" a los dieciséis. Ya para entonces mis anotaciones eran más que diarios, en ellos plasmaba la manera como veía el mundo, ideas sobre la vida, frases cargadas de enormes significaciones; más que escritos, era huellas que dejaba para mí mismo y a las que regresaba constantemente para observar los caminos que había tomado, los cambios en mi forma de pensar.

Con el cuaderno verde todo aquello tomó un rumbo bastante diferente. Como dije, escribí en él ideas y pensamientos muy destructivos, todos ellos producto de situaciones pasadas en mi vida que recién entonces estaban afectándome, sumadas a complicaciones en casa y en el colegio. Tal vez exagero, pero considero que esa fue la etapa más negativa por la que he pasado. Por eso exactamente me propuse conservar el cuaderno, como evidencia de un tropiezo, como una precaución para no volver a caer. Cuatro años atrás lo abrí para volver a recordar dicha enseñanza, y hace unos días volví a hacerlo, pero con otra idea en mente: "¿Debo seguir guardándolo o es suficiente con sólo recordarlo?" Mi temor era botarlo y olvidar por completo su existencia, pero en sus mismas páginas hallé unas palabras que no me creía capaz de haber escrito y que hasta cierto punto parecían dirigidas a mí, al yo que soy ahora: "...tal vez no sepamos el método utilizado para levantarnos, pero sí que nos levantamos, y eso es lo que importa en última instancia". Con eso entendí que el libro podrá desaparecer, y con él su contenido, pero el recuerdo de la vivencia perdura, y eso es lo más importante.

Y como si eso no fuese suficiente, me topé con otra enseñanza que, nuevamente, parecía dirigida a mí. En una página había escrito una serie de palabras y frases a modo de "lista de cosas por hacer". Muchas eran absurdas o tontas, otras hirientes y algunas bastante maliciosas; en definitiva todas negativas, y todas marcadas con un aspa, a pesar de que algunas realmente no las llevé a cabo. Pero había una palabra más neutral, la única sin marca: "Cambiar". Ver todo eso me impactó enormemente, no sólo por evidenciar de nuevo lo hondo que había caído, sino particularmente por hacer el contraste con esta última palabra. No sé por qué quedó sin marcar, y por más que hago el esfuerzo no logró recordar a qué me refería con cambiar o por qué la escribí. Es cierto que el cuaderno estuvo en manos de muchas personas curiosas (compañeros y amigos del colegio) que leyeron sus páginas y hasta escribieron mensajes en él, pero la palabra fue escrita por mí, era mi letra. Tras leerla sentí que debía marcarla, pero no lo hice. He cambiado, sin lugar a dudas, he crecido muchísimo en los últimos ocho años, pero el cambio continúa y seguirá dándose. Por eso no la marque ahora, y tal vez por eso tampoco lo hice en ese entonces.

Y con esas dos cosas cerré por última vez el "cuaderno verde de la locura", con la seguridad de que es sólo eso, un cuaderno verde con ideas disparatadas en su interior que en algún momento me definieron, pero que hoy son prueba del enorme cambio por el que he pasado. Más aún, no lo necesito para dar cuenta de dicho cambio, por ello fue a parar a la basura como mis primeras libretas; la vivencia perdura, y eso es lo más importante.

lunes, 17 de septiembre de 2012

¿Cuál es tu locura?


Welcome to this place in here
Come overstep all your fears

--Inside, de Avantasia


El título de este post fue la pregunta que mi profesora hizo durante la clase del jueves pasado. El tema de ese día era acerca del ridículo, de cómo nos es tan difícil ponernos en una situación en la que nos percibimos como vulnerables; y de cómo el afrontar ese miedo al ridículo puede llevarnos a sentirnos cómodos con dicha situación y con quienes somos. De ahí salió el tema de la locura, mientras discutíamos lo complicado que resulta mirarnos a nosotros mismos y lidiar con nuestros fantasmas interiores, los cuales, podría pensarse, impiden que nos sintamos en comodidad y, en definitiva, que vivamos en plenitud.

La reflexión quedó en mi cabeza debido a la conversación que tuve con un amigo el día previo. Éste me contaba que un artista debe su creatividad a sus "demonios interiores", como él los llamó, a asuntos personales que buscan ser resueltos y que impulsan la creación. Pero una vez que se alcanza paz con uno mismo, el resto de producciones, por más buenas que sean, no serán extraordinarias. No pude evitar sentirme profundamente identificado mientras lo escuchaba decir estas palabras, pues muchas de mis mejores ideas, escritos y dibujos han sido producto de estados emocionales altamente negativos.

Ambas ideas me parecieron curiosas, ya que uno pensaría que un psicólogo debe ser una persona neutral, ecuánime y hasta casi perfecta, lo cual es absurdo. Del mismo modo, pienso que sí es posible alcanzar bellas obras de arte sin que fuerzas destructivas interiores impulsen la creatividad; por el contrario, los estados de ánimo positivos son la mejor fuente de inspiración, y con mi experiencia personal se reafirma dicha idea.

Con todo esto en mente, ¿cuál es, entonces, mi locura?

Para ser honesto, no puedo decidirme, no podría quedarme sólo con una. Toda esta reflexión se remite a los demonios interiores, si son buenos o malos, si ayudan o entorpecen. Indistintamente de qué o cómo sean, son parte de nosotros, son lo que nos vuelve ridículos, lo que nos saca de nuestra zona de comodidad, los mismos que debemos enfrentar no con la intención de hacerlos desaparecer, sino con el propósito de aceptarlos. Vivir "bien" sería, por lo tanto, vivir en pleno acogimiento de nuestras "locuras".

sábado, 8 de septiembre de 2012

Palabra definitoria

Fuente: dibujo personal

Never lose sight of
Something you believe in

--As I am, de Dream Theater


Hace unos días tuve mi segunda clase del curso Psicoterapia Humanista y Existencial, posiblemente el mejor de este ciclo. En términos de satisfacción, la Psicología Humanista se adhiere muchísimo a mi forma de pensar y ver el mundo, y responde a mi necesidad interior de darle un sentido a la vida, por ello la encuentro tan fascinante y acertada. El lado existencial "rasca" mi comezón por la reflexión y toma un camino filosófico que disfruto transitar. Y, considerando que el curso que llevo implica una serie de ejercicios personales, el aprendizaje no sólo es teórico, sino también (y especialmente) práctico.

Durante la clase del martes vimos una serie de ideas y a sus representantes, pero lo que más quedó conmigo ese día fue el ejercicio que realizamos. Encarados con una serie de palabras relativas al humanismo, como autorrealización, conciencia y libertad (entre varias otras), tuvimos que hacer un dibujo que las englobara. Por mi parte, tomé la tarea muy literal, de ahí que no fui más creativo. Sin embargo, el trabajo no había terminado. Cada quien puso su dibujo en una mesa, y uno a uno fuimos observando el del resto y escribiendo en la parte de atrás una palabra que describiese lo que nos suscitaba. Acabado esto, recogimos nuestras obras, y entonces llegó lo importante. Como ejercicio final tuvimos que leer las palabras en nuestra hoja, valorar si se adecuaban a lo que habíamos esperado plasmar por medio de nuestros dibujos y elegir dos de ellas: una con la que nos quedaríamos y una de la que prescindiríamos. Mi primera elección fue "crecimiento"; la segunda, "competencia". Y con eso acabó la clase, cada uno con una palabra sobre la que debía reflexionar.

En lo que restó de ese día, y los que le sucedieron, me estuve preguntando ¿por qué "crecimiento" de entre las otras ocho?

Con esta elección tuve como intención ir más allá del significado referente a lo físico y llegar a algo más cercano a lo entendido como desarrollo. Uno nunca deja de aprender, de tener nuevas experiencias y de descubrirse a uno mismo; el crecimiento personal es perpetuo, y no hay una meta concreta, no se trata de llegar a un final, sino de reconocerse en el camino. Elegí "crecimiento" porque es un concepto por el que trato de guiarme constantemente, sobre el que he escrito aquí en muchas ocasiones, y que he interiorizado de tal manera que ahora parece reflejarse en mis dibujos. Lo genial es que yo sólo hice el dibujo; fue alguien más quien escribió la palabra en base a los pensamientos y emociones que aquél le generó. ¿Qué significa esto? Pues intentaré averiguarlo.

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