Fuente: http://fc04.deviantart.net/fs6/i/2005/117/8/8/The_First_Impression_by_krush.jpg
People talking without speaking
People listening without hearing
--The sounds of silence, de Simon and Garfunkel
Hace unos días me crucé con una frase muy interesante de Beryl Markham que me hizo pensar largo rato. Aquí va una suerte de traducción:
"Hay toda clase de silencios, y cada uno de ellos significa algo diferente. Está el silencio que llega con la mañana en un bosque, y es diferente al silencio de una ciudad durmiente. Hay silencio luego de una tormenta, y antes de una tormenta, y éstos no son iguales. Está el silencio del vacío, el silencio del miedo, el silencio de la duda. Hay cierto silencio que emana de un objeto sin vida, como el de una silla recién usada, o el de un piano con viejo polvo sobre sus teclas, o el de cualquier cosa que haya respondido a la necesidad del hombre, fuere por placer o por trabajo. Esta clase de silencio puede hablar. Su voz puede ser melancolía, pero no siempre es así; pues la silla puede haber sido dejada por un niño que reía o las últimas notas del piano podrían haber sido ruidosas y alegres. Cualquiera sea el ánimo o la circunstancia, la esencia de su cualidad puede persistir en el silencio que le procede. Es un eco silencioso".
Me hizo pensar en muchas cosas, desde anécdotas hasta la comunicación no verbal. Por ejemplo, los silencios expresan una cantidad increíble de información, tanto o más que las palabras. Una amiga solía llamar "ensordecedores" a algunos de mis silencios, pues como bien adivinó, tras ellos se hallaban muchísimas cosas que por una u otra razón elegía no decir. Pero la frase anterior me hizo pensar en algo más, en las huellas visibles o invisibles que cada persona deja en los objetos con los que entra en contacto. Recuerdo que un amigo consideraba fascinante encontrar palabras, oraciones o hasta párrafos completos subrayados en libros que sacaba de la biblioteca, pues le daban pistas de cómo era o en qué ideas podía tener quien resaltó dichas líneas; en este caso, la huella era más evidente.
Pensé en las veredas de la calle, en cuántos zapatos, zapatillas, sandalias, etc. pudieron haber pisado el pavimento por el que andamos, y por cuántas veredas aquellos calzados han transitado; en este caso, habríamos ido dejando huellas imperceptibles, quizás hasta insustanciales, pero huellas al fin y al cabo. Pensé en objetos antiguos y en otros algo más nuevos, en cuántas manos los sujetaron, en las historias que sus dueños podrían contarnos, en las vidas que cada uno pudo haber tenido o que actualmente viven; todo estaría plasmado con la esencia de quien le dio uso, no como una energía que quedaría atada al objeto en cuestión, sino algo más invisible, algo cercano a lo que Markham propone: un eco silencioso, un silencio que resuena a través del tiempo.
Y así salté a ideas relacionadas con los seres humanos, pensamientos sobre los que ya creo haber escrito aquí antes. Si el toque de alguien genera un silencio particular en los objetos que utiliza, ¿qué tanto más magnífico será el hallado en las personas con quienes se relaciona? Tal vez ya no sería un "silencio", sino que hablaríamos de una influencia, de magnitud variable según el significado que cada uno le otorgase. A mi parecer, toda persona posee valor en sí misma, pero siempre daremos mayor prioridad a unos por sobre otros dependiendo de muchísimos factores, como la confianza que compartamos o la admiración que les tengamos, por mencionar dos de los tantos. Sin embargo, sea pequeño o grande, la influencia, la huella, el eco silencioso, permanece en la persona, genera un cambio, y permanece en ella como parte de su historia y de la de aquel con quien tuvo un contacto.