domingo, 4 de julio de 2010

Prototipo


There are very many things

I would like to say to you,

But I've lost my way
And I've lost my words

--The weight of my words, de Kings of Convenience



Hace poco trataba de descifrar qué es lo que me ayuda a escribir, qué me impulsa. Y ahora creo tener la respuesta.


Hace años noté que cuando estaba deprimido solía escribir más seguido, pero esta era apenas una parte de la historia. Hoy sé que ocurre lo mismo cuando me encuentro de muy buen humor, aunque tendría que hacer un análisis riguroso de todo lo que escribo para poder evaluar en qué estado de ánimo lo hago mejor. Al saber todo esto, puedo comenzar a responder parte de la incógnita: escribo dependiendo de cómo me sienta, y esto se ve reflejado justamente en lo que anoto. Hasta aquí no hay sorpresas.

Lo que noté unos días atrás, luego de hacer una revisión de mis pasados estados de ánimo tanto antes como después de escribir algo, es que, incluso si comienzo con una actitud neutra, terminaré sintiéndome muy emotivo, así haya conseguido escribir tan solo una frase o nada en lo absoluto. Estoy seguro de que no soy el único al que le pasa esto. Es más, a los escritores (y creo que a los artistas en general) se les llama sensibles justamente porque están en contacto con sus emociones, así que aquí tampoco estaría diciendo nada nuevo.

La verdadera novedad, el pequeño descubrimiento que me motivó a escribir este post, es la idea que se me ocurrió como explicación para la falta de inspiración, al menos en mi caso. Si lo que hago para mejorar la fluidez de mis ideas y poder escribir mejor, consciente o inconscientemente, es buscar conectarme con mis emociones, entonces sería lógico concluir que al no conseguir una conexión (o al obtener una imprecisa) me estaría faltando inspiración. Pienso que también tendría que deberse a otros factores, pero creo que éste es el crucial.

Lo cierto es que la mayoría de veces comienzo escribiendo con ganas de transmitir algo pero no siempre seguro de qué, como si la inspiración, el contacto con las emociones, ya estuviese ahí. Y, en estas ocasiones, es que dejo que las ideas sean las que me guíen, en lugar de ceñirme a algún tipo de plan, simplemente anoto lo que va llegando a mi cabeza y voy armando párrafo tras párrafo, hasta conseguir una de tres cosas: un producto con mucho valor a nivel personal aunque sin sentido para el resto, uno que pueden entender otros además de mí y uno que se entiende por todos pero que guarda significados más profundos que hasta yo mismo ignoraba en un principio.

Aquello que me impulsa a escribir, lo que me mantiene unido a las letras, es la búsqueda por alcanzar el tercero de esos productos, un escrito que, de acuerdo a todo lo que llevo diciendo, me lleva a concluir que es la mezcla perfecta de actitudes iniciales con la conexión ideal con mis sentimientos; un escrito que he obtenido sólo una vez, pero que pienso posible volver a conseguir.


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