jueves, 10 de septiembre de 2009

El juguete por excelencia


There's a time for feelin' as good as we can
The time is now, and there's no stoppin' us
There's a time for livin' as high as we can
Behind us you will only see our dust


--Making memories, de Rush


Aunque no lo hago muy seguido, cuando no encuentro nada bueno en qué ocupar mi tiempo libre abro uno de los cajones de mi escritorio y comienzo a revisar todas las cosas que tengo guardadas en él, objetos de situaciones en particular que guardo con la intención de tenerlos como recuerdo. En él conservo cartas, recibos, dibujos, fotos, alguno que otro ensayo del colegio, cadenitas, mi primera billetera, una botella vacía de vino, cuadernillos con anotaciones, y muchas otras cosas más con un alto valor sentimental. Hoy estuve revisando el cajón y me topé con un objeto que me hizo recordar uno de mis juegos favoritos, una pieza de Lego.


De chico me encantaba armar de todo con esas famosas piezas, siempre pedía que me compraran alguna de las cajas con modelos nuevos por mi cumpleaños, por navidad, por el día del niño, por algún logro escolar o por ninguna razón en particular además de mis enormes ganas de tener más piezas. Tenía gran parte de la colección de los piratas, de las estaciones glaciares, algunos modelos espaciales y docenas de otros de temas variados. Por horas podía pasármela jugando con ellas, armando y desarmando una y otra vez, e incluso me atrevía a hacer mis propias creaciones, que en realidad no duraban mucho porque siempre terminaba inventando alguna otra cosa. También recuerdo que gracias a mi pasión por los Legos gran parte de mi infancia consideré seriamente estudiar arquitectura, o al menos la idea pasó por mi cabeza en varias ocasiones.


Actualmente, cada vez que paso por una juguetería y veo una de las enormes cajas con estas piezas me pongo nostálgico y me dan ganas de juntar mis ahorros y comprar dos o tres para revivir esos grandiosos momentos que pasaba de chico al lado del que podría llamar uno de los mejores juguetes alguna vez inventados. Pero el querer comprarlas en realidad es un capricho, pues luego de años coleccionando las piezas, y gracias a mi abuela que se deshizo de muchos de mis juguetes pero nunca de mis Legos, todavía conservo una enorme caja llena de ellas, con los populares muñequitos de color amarillo, animales tales como tiburones, caballos y osos polares, y cientas de otras piezas únicas.


Ahora que he vuelto ha recordar con mayor fuerza lo inigualable que es la genialidad de los Legos, tengo por seguro que invertiré mejor mis ratos libres, posiblemente construyendo algo que esta vez sí conserve armado por más de cinco minutos.

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