sábado, 6 de marzo de 2010

Veni, vidi, vici (tercera parte)


Face to face, out in the heat
Hangin' tough, stayin' hungry
They stack the odds
Still we take to the street
For the kill with the skill to survive

--Eye of the tiger, de Survivor



Una vez en la carretera Panamericana el recorrido sería mayormente plano con algunas subidas ligeramente inclinadas, nada demasiado difícil para ciclistas que comienzan su trayecto en ese momento y que no llevan cuarenta kilómetros encima. No solo estábamos cansados y hambrientos, sino que la distancia que nos separaba de nuestra meta era suficientemente grande como para hacernos flaquear.


No nos demoró mucho llegar al restaurante que Charlie tanto ansiaba encontrar, donde comimos un pan con chicharrón que nos devolvió parte de las fuerzas que nos faltaban. Ya en Lima Charlie confesaría que durante ese almuerzo estuvo a punto de darse por vencido y dar como idea tomar un taxi que nos regresase y nos evitase otras dos horas de bicicleteo, pero no lo hizo debido a lo que dije antes de salir ese día, que en lo posible no tomáramos uno a menos que fuese absolutamente necesario, sólo si viésemos que no podíamos con el reto. El delicioso almuerzo se añadió con todo el resto de factores adversos y casi nos hizo rendirnos, pero me alegra no haberlo hecho.

Tal y como lo intuíamos, lo que restó del viaje fue una ardua prueba de resistencia. Con cada pedaleo junto a la carretera nuestra energía iba disminuyendo demasiado rápido, las extensas pendientes y el temperamental calor se añadían como contrincantes contra los que debíamos enfrentarnos kilómetro tras kilómetro, y las recurrentes paradas de descanso o para comprar agua no parecían suficientes para calmar el sentimiento de intranquilidad. Realmente fue un reto enorme, el seguir a pesar de tener tantas razones de detenernos y tomar la vía fácil, subir a un carro y restar importancia al resto del trayecto. Pero conseguimos cumplir con lo propuesto, y llegamos a mi casa con los músculos destrozados pero con ánimos revitalizados. Nada hubiese sido mejor que entrar y tomar una ducha helada, pero al menos algo malo debía suceder después de un viaje prácticamente libre de problemas y dificultades: nunca llevé las llaves de la casa y no había nadie en ella que pudiese abrir la puerta. Así que el paseo terminó una hora y media después de que hubimos llegado y esperado en la calle hasta que llegara mi abuela con su propio juego de llaves.

No era precisamente mi sueño tener esta aventura, pero sí es en definitiva un primer gran paso hacia el cumplimiento de ese gran sueño que tengo. Con esta gigantesca meta cumplida, no solo siento que he conseguido probarme a mí mismo que soy capaz terminar lo que empiezo y probarle a mi familia que el montar bicicleta no es un mero pasatiempo y sí una verdadera pasión, sino también que ahora sé que soy capaz de hacer cualquier cosa que me proponga, grande o pequeña, vana o especial. Es extraño decir algo como esto último, pero a veces puedo dudar mucho de mí mismo y de mis capacidades. Sin embargo, como dije en uno de los primeros posts de este año, nadie más que yo mismo puede decirme lo que soy o no capaz de hacer. Y ahora no tengo más dudas.

Vini. Vidi. Vici!

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