sábado, 8 de septiembre de 2018

En buena compañía

Staring at the ocean line breathing deep
And feeling fine together

--Stay together, de The Jelly Jams

Hoy recordaba una clase específica de Psicología del Arte, uno de los cursos que más me marcó durante mis años como estudiante. Pensé en ella por una idea que llevaba rondando mi cabeza por un buen tiempo y que explicaré en esta oportunidad.

La consigna de dicha clase, a grandes rasgos, fue tener que imaginar que todos nosotros pasaríamos una extensa cantidad de tiempo en una isla, la cual primero debíamos construir con una variedad de materiales. Pusimos manos a la obra, cada uno eligiendo entre hojas de colores, plastilina, colores, pegamento y demás implementos, trabajando individual o colectivamente, decidiendo por cuenta propia o negociando con los demás qué colocar en qué lugar. Todo esto me resultó relativamente sencillo, particularmente porque lo que se iba armando eran cosas que yo también deseaba que hubiese, como una zona recreativa en la playa, un monte para escalar y bosques en los cuales perderse, así que la cooperación fluyó con facilidad.

Lo difícil llegó luego, cuando se nos indicó que debíamos construir representaciones de nosotros mismos en plastilina y colocarlos en algún lugar de la isla. Cada uno fue haciéndolo, algunos muy seguros; otros, como yo, un poco más dudosos. Tras pensarlo unos minutos, decidí colocarme en la concurrida playa, a pesar de que en el fondo me hubiese gustado estar en lo alto del monte disfrutando la vista o escondido en los bosques leyendo alguna novela. Una vez acabado el ejercicio y mientras el profesor preguntaba a cada uno por qué había elegido determinado lugar, yo no tenía ni idea de qué respondería.

Siempre me he considero un alma solitaria, un poco porque soy introvertido y disfruto mucho mi tiempo a solas conmigo mismo, además de que estar en grupos grandes me drena de energías con rapidez. Pero también porque han sido pocas las veces en las que he sentido una verdadera conexión con alguien más. Mi naturaleza amigable y positiva permite que me lleve bien con mucha gente, y tengo varios amigos en quienes confío plenamente, pero al hablar de algo más profundo, de una conexión mucho más íntima, siento que no la he encontrado tantas veces como me gustaría.

Ese día, ya conociéndome un poco, el profesor mencionó que le parecía interesante que hubiese elegido un lugar tan lleno de gente para colocar mi representación en plastilina. Sin embargo, sin decir más, me libró de tener que dar una justificación a dicha elección, por lo cual me sentí agradecido y aliviado. Pero nunca dejé de pensar en una respuesta, en una explicación que pudiera dar luces a esa decisión que ni yo mismo entendía, más para satisfacer mi propia curiosidad antes que para justificarme. Hasta que di con ella un tiempo después, y hoy la comparto aquí.

Definitivamente prefiero estar por mi cuenta que mal acompañado, pero dado que encontrar un alma afín a la mía no ha sido sencillo, he aprendido a valorar muchísimo la compañía de ciertos grupos de gente. A pesar de mi introversión, tengo amistades que me dan energías en lugar de quitármelas, personas con las que tengo muchísima confianza y con quienes puedo desenvolverme completamente a gusto, mostrándome como realmente soy.

También noté que se debe a unas ganas muy fuertes de pertenecer a algo más grande que yo, a una comunidad, como me sucede en el trabajo; en los dos equipos que tengo no solo me siento aceptado, sino también y especialmente apreciado. Es gratificante sentir que estamos unidos por metas en común. Y en casos particulares, que si uno tropieza, otro hará lo posible para evitar que caiga. 

Y de eso se trata todo esto, de disfrutar el tiempo a solas, sí, pero también de valorar la calidez humana que otros brindan, indistintamente de cuán afines podamos ser.

miércoles, 5 de septiembre de 2018

Para nunca olvidarlo


Move on, be brave
Don't weep at my grave
Because I am no longer here
But please never let
Your memory of me disappear

--The spirit carries on, de Dream Theater


A veces sueño con mi abuelo, quien falleció quince años atrás. Lo sueño de tres maneras, siempre de tres: vivo, como si nada malo hubiese sucedido; vivo, pero sabiendo que no debería estarlo; y muerto, como realmente lo está.

Lo sueño de la primera manera como si accediese a los recuerdos de mi niñez, disfrutando de su compañía y de su amor, todavía sin saber que lo perdería poco tiempo después. La segunda manera refiere al deseo de tenerlo de vuelta, de dejar que la fantasía cobre fuerza y poder engañar a la muerte; y la tercera a la dureza con que la realidad dice "No hay nada que puedas hacer". En definitiva, mis sueños revelan lo que al despertar sé con seguridad, cuánto lo extraño y cuán importante sigue siendo para mí.

Pensaba en él con mayor fuerza por algo que dijo una de mis tías hace no mucho, sobre cómo él dudó de que yo fuese su nieto biológico cuando mi madre anunció haber sido embarazada por mi papá. Me pongo en su lugar y entiendo por qué pudieron surgir las dudas, y es algo que ahora me parece obvio que debió ocurrir, pero no dejé de tomar la noticia como un golpe. Particularmente porque sus dudas resultaron estar bien fundadas.

Pero lo que tuvo todo el potencial de hacerme perder el respeto hacia mi abuelo y de destruir la imagen que conservaba de él, resultó ser aquello que me hizo quererlo aún más. A pesar de sus dudas, mi abuelo siempre me trató como su nieto favorito. Durante los quince años que lo tuve conmigo, lo conocí como una persona cariñosa que siempre buscó apoyarme, especialmente con relación a mi deseo de algún día convertirme en escritor. Fue una importante figura paterna y una de las pocas personas que me quiso a pesar de no entenderme. Aprendí muchísimo de él y de sus historias, y siento que lo perdí demasiado pronto.

No sé qué pensaría él de mí hoy, sobre la persona que he descubierto que soy y en lo que me he convertido con el paso de los años; me gustaría pensar que estaría orgulloso, como a veces en sueños me lo dice, pero sé que nunca lo sabré, y puedo vivir ignorándolo. No tener este conocimiento, así como no tener vínculo sanguíneo con él es completamente irrelevante, tal y como lo es con el resto de mi familia, porque la experiencia me ha enseñado que son las vivencias compartidas las que verdaderamente cuentan, lo que las personas dicen y hacen, lo que en definitiva la memoria muestra y demuestra.

Seguiré soñando con él, como llevo haciéndolo por años, un poco para salvar su recuerdo y otro poco para yo recordar cuán afortunado soy de haberlo conocido. Soy lo que soy en gran parte gracias a él, y hoy escribo esto para nunca olvidarlo.

jueves, 16 de agosto de 2018

Lo mejor posible


One step forward to build a better me

--A better me, de Heavenly


Ayer, mientras conversaba con una amiga, mis ideas cobraron vida propia (como normalmente lo hacen) y terminé yéndome por las ramas hasta dar con una reflexión que creo haber mencionado antes, pero nunca desarrollado del todo aquí.

Incontables veces he hablado de mi "pasado oscuro", cuando pensamientos negativos y nociones fatalistas invadían mi cabeza a diario, y aunque he mencionado qué cosas me hicieron redirigir mi vida (más sobre ello aquí), creo que nunca entré en detalle sobre qué cambios y metas me planteé. De cierta forma, estudiar Psicología también ayudó con el cambio, y le dio sentido a lo que quería conseguir. Y por ahí comenzaré la explicación.

Para poder estudiar dicha carrera debía pasar por una serie de exámenes psicológicos, incluyendo una muy temida entrevista personal. Esta serie de pruebas finales antes de estudiar lo que quería me causaba muchísimo miedo, pues algo en mi interior aseguraba que jamás pasaría, que todo lo podrido que llevaba dentro se vería reflejado en los resultados de personalidad, que en la entrevista saldría el yo negativo con el que luchaba a diario. Y, sin embargo, pude pasar. Lograr esto me llenó de alegría, más de la que hubiese creído, pues me daba esperanzas a pesar de todo, me mostraba que por más hundido que pudiera sentirme aún había algo bueno que podía ser salvado.

Y durante mis estudios, a través de todo lo que aprendí por enseñanza de profesores, amigos y por mí mismo, pude encauzar mi propósito: tratar de ser una mejor persona. El primer paso fue conocerme, saber quién diablos era y por qué me comportaba de la manera que lo hacía; hallar las causas y obtener soluciones. Luego se trató de identificar lo bueno en mí, eso que merecía ser salvado, para así potenciarlo. Y, a la vez y probablemente lo más importante, notar todo aquello en lo que había una posibilidad de mejora, todo aquello que me hacía flaquear, mis defectos.

Concretamente, me propuse ser más empático, más altruista, más solidario, más presto a recibir ayuda y más preocupado por el sentir de los demás, así como ser menos prejuicioso, menos iracundo y menos egoísta. Ahora bien, nunca pretendí (ni aún hoy pretendo) ser un santo. Es más, algo que no he podido cambiar es la actitud crítica que tengo hacia mí mismo; me considero perfeccionista en muchos sentidos y uno de ellos es el dirigido a mi propia persona, por lo cual a veces termino frustrándome por no sentir que estoy haciendo lo suficiente por ser mejor. En un post particular hablo un poco más a fondo de esto, así que no ahondaré en ello. Sólo diré que sigo tratando, me cueste lo que me cueste.

Entonces, habiendo dicho todo esto, la reflexión que menciono y a la que llegué durante la conversación de ayer fue la siguiente: de no haber sido por la Psicología, podría haberme convertido en una persona perversa. Suena dramático, pero no tengo dudas de aquello. Si bien fueron diversas experiencias las que me hicieron cambiar, estudiar dicha carrera me hizo comprender y valorar a las personas, así como conocerme, ayudarme a aceptar ciertos aspectos de mí mismo y empujarme a hacer mejoras drásticas y necesarias. Por todo ello estoy muy agradecido, por haber sido salvado de mí mismo.


Fuente de la imagen: https://cdn.pixabay.com/photo/2017/03/19/11/07/light-2156209_960_720.jpg

martes, 14 de agosto de 2018

Libro entreabierto


Come on, maybe you should change your mind
And be seen

--A whole 'nother trip, de Neal Morse


Las personas asociamos conceptos nuevos en base a lo que conocemos, asignándoles características positivas, negativas o una en alguna parte de este espectro. Luego, al ir entendiendo mejor dichos conceptos, afinamos los significados que les otorgamos, llevándolos más hacia uno u otro lado de aquel espectro, a veces cambiando por completo nuestra actitud hacia algo. Lo que una vez pudo ser magnífico, más adelante puede volverse desagradable.

Recordaba una anécdota particular al pensar en esto. Poco más de un año atrás me hallaba sentado en un bar rodeado de amigos, algunos que conozco desde la tierna edad de diez, otros que conocí un tiempo después, pero todos cercanos, todos personas en quienes confío, personas con quienes he compartido muchas cosas por largo tiempo. O al menos eso creí. En algún momento de la reunión uno de ellos comentó que a pesar de la cercanía, había cosas que realmente no sabía de mí, cosas que no necesariamente eran privadas, pero que yo nunca había compartido. Como el hecho de tener o no hermanos. Información así de casual.

Le respondí con honestidad, diciendo que tenía cuatro, dos hermanas y dos hermanos, todos menores que yo, un par por el lado de mi papá y otro por el de mi mamá. Esto desató risas que aliviaron la tensión y pronto se mostraron curiosos por saber más y sorprendidos con algunas de mis respuestas. Tras esa noche, además de sentirme un poco más en confianza con grandes amigos, sentí mucha confusión. ¿Por qué nunca compartí con ellos toda esa información? ¿Por qué encubrí parte de mi vida? ¿La habría encubierto a sabiendas o sin darme cuenta obvié detalles demasiados personales?

Esto me hizo pensar en otra anécdota, una de cuando tenía catorce años. En ese entonces preparaba la que sería mi segunda novela, una historia muy íntima que terminaría por sacar lo peor de mí. Y como parte de mi investigación, comencé a encuestar a ciertos profesores sobre lo que pensaban de mí. Ninguno decía nada muy interesante o que realmente pudiese usar, hasta que mi profesora favorita dijo algo que en ese entonces me enorgulleció muchísimo y que permití que me definiera: "Eres un enigma". Llevé ese adjetivo puesto en el pecho por muchos años y es a lo que regresé tras esa noche con mis amigos.

He sido reservado, en algún momento tímido, pero también desconfiado y rencoroso, recelando la información personal que compartía con los demás por miedo a ser herido. Si bien escribir en este blog ayudó mucho a ir bajando las defensas, tras conversar con mis amigos comprendí que ser un enigma había hecho más mal que bien, y que esa actitud temerosa seguía prevaleciendo en mí a pesar de profesar mil veces cuán cambiado me sentía. Era (y hasta cierto punto sigue siendo) frustrante pensarme a mí mismo como este acorazado andante que rehusaba mostrarse a los demás, incluso si con el tiempo dejó de hacerlo un poco. 

Hoy, mi noción del concepto "enigma", asociado a lo que soy o pude haber sido, sigue siendo medianamente positiva; sigue gustándome considerarme misterioso. Pero esa noche me hice la promesa de ser más honesto, no porque dijese mentiras, sino porque dejaba las verdades a medio decir. Más honesto sobre mi vida, sobre mis pensamientos, sobre mis posturas; más honesto y listo, sin importar nada más. La idea, finalmente, es ser tan enigmático o misterioso como desee, pero sin llegar a ser un desconocido. Al menos no para aquellos más cercanos a mí.


Fuente de la imagen: https://cdn.pixabay.com/photo/2018/03/10/17/41/people-3214687_960_720.jpg

lunes, 13 de agosto de 2018

El pasado para el presente


And life is awaiting me
I'll learn what they're teaching me
And surely my destiny will follow

--The ways of the fool, de The Neal Morse Band


Empecé a escribir en este blog diez años atrás con dos finalidades muy claras. La primera y más importante, encontrar un espacio propio en el cual pudiese plasmar mis ideas, un lugar donde pudiera desahogarme y reflexionar. La segunda, para compartir mis experiencias y permitir que quienes las leyesen lograsen obtener algún tipo de provecho a partir de ellas, como ayudarlos a encontrar respuestas a sus propias situaciones de vida. Con el paso del tiempo, una tercera razón comenzó a aparecer derivada de la segunda.

Cada cierto tiempo yo mismo regresaba a leer posts anteriores, ya fuese para recordar ideas pasadas o para revivir momentos particulares por los que pasaba al escribirlas. Y poco a poco comencé a regresar más y más a posts específicos, a aquellos en los que hablaba de situaciones críticas, en los que las palabras eran mucho más honestas y cargadas de significados valiosos. Era (es) como una forma de recordar mi camino; el que tomé y el que recorro actualmente.

Esos escritos, queriendo o sin querer, siempre estuvieron dirigidos a mí, al yo del futuro que rescataría enseñanzas olvidadas, que reviviría viejas promesas, que vería atrás para nunca olvidar los peores momentos y así saber lo afortunado que ha sido. Que es. Que soy. Y también para recordar los buenos, por supuesto. Pero al final del día todos sabemos que es de los errores y de las crisis de lo que más se aprende.

Sé que por eso sigo escribiendo en este blog, diez años después, escribiendo sin pensar en cuándo dejaré de hacerlo. No sé qué será de mi vida la próxima década, pero tengo por seguro que estas palabras estarán esperándome cada vez que decida volver. Y, de cierta forma, parte de mí también estará aquí.


Fuente de la imagen: https://cdn.pixabay.com/photo/2014/02/02/17/41/photo-256889_960_720.jpg

sábado, 11 de agosto de 2018

Historias incompletas (segunda parte)


I've found myself
In the end

--The story, de 30 Seconds to Mars


Mi pasión son las historias, eso lo tengo clarísimo. Escucharlas, contarlas, analizarlas, descifrarlas, criticarlas; cualquiera sea el motivo que me lleva a ellas, las disfruto de una u otra manera, sean reales o inventadas, lleguen de conocidos o extraños. Las historias narran sobre temas particulares, pero también dejan entrever detalles sobre aquellos que las cuentan, delatan su origen. Esa, creo yo, es la razón más fuerte que me empuja a saborear historias. Y, principalmente, a crearlas.

Muchas de mis historias se relacionan al existencialismo y a la identidad, o los tienen como temáticas principales. Esto lo he sabido por años y quienes hayan leído post anteriores quizás lo noten en varias de mis ideas. Y, sabiendo quién soy (y quién no soy), ahora entiendo con mayor seguridad por qué busco escribir sobre ese tipo de conceptos. Ser y significado. ¿Quién o qué soy y por qué estoy aquí? De eso se trata todo esto; las historias que consumo, las historias que creo y mi propia historia.

El pequeño inconveniente es que casi todas mis historias yacen incompletas o poseen un final medio improvisado, como si esperasen que yo mismo primero termine de descubrirme antes que aquellas obtengan el final que les corresponde. Lamentablemente, como ya lo he dicho antes, uno nunca termina de conocerse. Sin embargo, y para mi propio consuelo, sé suficiente de mí mismo como para atreverme a escribir esos finales pendientes.

Y es que precisamente a eso es a lo que trataba de llegar con este post. Si las historias dejan entrever quién y cómo es su autor, qué mejor manera de redescubrirme que a través de mis propias narraciones. Muy probablemente resalten cosas que ya sé de mí mismo, pero tengo la esperanza de que justamente esos esquivos finales sean los que revelen algo nuevo. Ahora sólo queda comenzar a escribir. O, mejor dicho, continuar escribiendo.


Fuente de imagen: https://cdn.pixabay.com/photo/2016/03/09/09/14/books-1245690_960_720.jpg

lunes, 6 de agosto de 2018

Historias incompletas


All for freedom and for pleasure

--Everybody wants to rule the world, de Tears for Fears


Nunca he creído en el destino como tal, en esa fuerza que dicta el porvenir de las personas y que crea conexiones invisibles entre las experiencias individuales y colectivas. Pero tampoco creo en las coincidencias; cuando las cosas se dan de una manera determinada y "coinciden" significativamente con otras, realmente pienso que hay algo detrás de ello y no una mera casualidad. Pienso esto porque mi vida se ha visto llena de momentos "coincidentes" de esta clase (gratos y no tan gratos), tanto así que me cuesta pensar (y creer) lo contrario.

Hace un tiempo tomé la decisión de participar en un importante concurso de cuentos cortos, animado por el premio (dinero, mucho dinero) y por la idea de crear una historia, lo cual me apasiona. Pero dejé los días pasar, y también las semanas, hasta el día de ayer, cuando me topé con un cuento a medio terminar que empecé el año pasado. Este cuento inconcluso nació producto de una historia que escribí nueve años atrás en otro blog (aquí), que quise desarrollar más, pero que nunca logré aterrizar. Hasta el día de ayer.

La historia, el mensaje, aquello que quiero expresar por debajo de la narración propiamente dicha, es sobre la avidez humana. Sobre cómo el ser humano puede llegar a extremos, cómo deja a un lado todo rastro de civilidad, moral y racionalidad, cómo destruye relaciones, cómo se deja llevar por sus instintos más primitivos y violentos, más pasionales y salvajes, por conseguir algo que desea con todo su corazón. Ese algo está aún por ser decidido, por ser concretizado, pero tengo muchas opciones, y en todo caso estaría develando el final y quitándoles el gusto de leer la historia y descubrirla por sí mismos si tomo la decisión mientras escribo esto.

Hoy, nueve años más tarde, me siento mucho más capaz de escribir al respecto, con mucha más experiencia de por medio como para entender esa avidez que intento transmitir. El presente se agrega de cierta manera, claro, de lo contrario no habría empezado hablando del destino y la significancia de las no-coincidencias. La historia se encuentra a medio terminar en el mejor momento posible, por decirlo de alguna manera, así que es casi una necesidad darle una conclusión, tanto a la ficcional como a la que vivo en este momento. Sólo espero que el final no sea el mismo para ambas.


Fuente de imagen: https://cdn.pixabay.com/photo/2017/09/30/21/40/book-2803664_960_720.jpg

martes, 24 de julio de 2018

Yo soy... (quinta parte)


Suddenly the world's a little smaller
And all else is larger than life

--The other half of  the sky, de Moon Safari


[Post originalmente escrito en mayo 2016]

Unos meses atrás recibí una noticia muy fuerte, una noticia que me golpeó con tanta intensidad que incluso mi propia identidad se vio comprometida: no soy hijo biológico de mi papá. Nunca pensé que enterarme de aquello tendría tal efecto en mí, considerando que lo he visto en tantas películas y series de televisión. Pero el hecho de que esta vez me haya sucedido a mí y no a un personaje ficticio es lo que hace un asunto como este tan real y tan tremendamente difícil de aprehender.

Cuando mi papá me lo contó ya veía la noticia venir. Algo en sus palabras, en lo que decía como preámbulo para suavizar el impacto, lo traicionó, por eso lloré incluso antes de escucharlo decirla. Mi primer impulso fue acercarme, abrazarlo y decirle "Tú siempre has sido mi papá y siempre lo serás", casi como si lo estuviese calmando, olvidándome por unos instantes lo que esa noticia significaba para mí. Hablamos un buen rato al respecto, él explicándome cómo se había enterado y yo diciéndole cómo me sentía y haciendo preguntas. No creo haber tenido con él una conversación más honesta que esa.

Ese día y los siguientes fueron los más duros. Durante el resto de la tarde sentí un enorme vacío en el estómago y esa noche no pude dormir. Me la pasé pensando y repensando, recordando, analizando y tratando de darle sentido a muchos momentos particulares de mi vida. Por encima de todo persistía un rencor creciente hacia mi madre, esa mujer con la que deshice vínculos siete años atrás y que sólo estuvo conmigo cuando me trajo al mundo y algunas pocas veces más durante mi infancia. Pude sobrevivir a la idea de que nunca me quiso y disculparla por su ausencia, pero saber que nos engañó a mi papá, a mí y al resto de mi familia por tanto tiempo es imperdonable. Es, también, un tema con el que tendré que lidiar más temprano que tarde.

La idea que más quedó grabada en mi cabeza, sin embargo, fue la relativa a mi identidad: "¿Quién carajo soy?" Es evidente que no dejo de ser yo por no poseer la misma sangre que mi familia, pero se siente extremadamente extraño, más que nada porque gran parte de mi identidad fue conformada en base a ellos, a mis seres queridos más cercanos. ¿Qué he heredado de ellos y qué no? ¿Hasta qué punto la genética me roba de compartir tantas cosas en común con ellos? ¿Cuánto de lo que soy es por ellos y no por las personas que me concibieron? ¿Qué parte de mí puedo agradecerles por ser y tener? El hacerme esas preguntas me invadió de un pesar insostenible que en ocasiones siento incluso el día de hoy.

Pensar en todo eso me hizo sentir lejano, un extraño y no parte de la familia, la misma que hoy me ofrece todo su apoyo y amor como lo hace desde el primer día de mi vida. "Nada cambia; las cosas seguirán igual" es lo que dicen para aliviarme. Y aunque funciona, sé que no es cierto; muchas cosas cambian, muchas cosas dejarán de ser igual, en especial yo. Mi percepción del mundo y de mí mismo ha dado un gran vuelco, y esto no es necesariamente malo, sino que tiene todo el potencial de volverse algo muy positivo.

Mi vida no es más difícil que las de millones de personas, no he sufrido lo que otros han sufrido, no me ha faltado lo que a tantos otros les hace falta, pero es mi vida. Soy yo quien la experimenta y quien debe tratar con cada experiencia. No es la más difícil, pero es difícil, y estresa y jode y duele. Pero así aprendo. No importa qué otros nuevos obstáculos vengan (porque en 28 años no han dejado de venir y en los siguientes que me toque vivir no dejarán de hacerlo), seguiré superándolos, con fuerza, con coraje y con optimismo. Porque eso es lo que hago, eso es lo que soy.

Update (24-07-18):
Escribí este post varios años atrás, pero recién hoy he decidido publicarlo. No todos mis familiares cercanos saben de esto, pero sí la mayoría y ya no tengo miedo de que los demás y otras personas se enteren. Creo que vale la pena ahondar en las consecuencias que los últimos dos años han traído producto de este hecho, para bien de mi salud mental y para dejar una suerte de recordatorio para mi yo del futuro. Sigue siendo un tema delicado, pero quizás por eso precisamente sea necesario escribir sobre él.

Imagen: https://cdn.pixabay.com/photo/2017/01/23/09/52/water-bottle-2001912_960_720.jpg

lunes, 16 de abril de 2018

Conversaciones ferroviarias (tercera parte)


In a place where nothing is real
Let me tell you how I feel

--The ghost of flowers past, de Moon Safari


S: En unos días se cumplirán cuatro años desde la última vez que hablamos aquí.
T: Pensé que no volverías. ¿Qué ha sido de tu vida?
S: Fui a vivir como me aconsejaste, pequeña, y ahora estoy de vuelta para contarte cómo me fue.
T: Debemos dejar de encontrarnos en tus sueños.
S: Me encantaría, pero en el mundo real ya no te conozco, y dudo que quieras verme.
T: Tienes razón. Bueno, entonces cuéntame lo que has aprendido en todo este tiempo.
S: Aprendí que soy un prisionero del pasado; la nostalgia que siento al mirar atrás ya no me causa satisfacción, sólo angustia. No me deja respirar.
T: Siempre con el melodrama. Cuéntame otra cosa.
S: Aprendí a ser más arriesgado, a aliarme con mis miedos antes que huir de ellos. Ahora soy más valiente y a veces hasta temerario; tengo mucho que probar, a mí mismo antes que a los demás, y no tengo nada que perder.
T: ¿Sigues con esa idea de que la vida te quiere vivo?
S: Siempre, y cada vez lo creo con más fuerza.
T: Sigues siendo muy ingenuo, por lo que veo.
S: Sí, pero no veo nada de malo en eso.
T: ¿Eres feliz?
S: Pregúntame otra cosa.
T: ¿Sigues pensando en mí?
S: Cada vez menos, con menor intensidad.
T: Bien, así debe ser. Y no te zafarás de la pregunta tan fácilmente. ¿Eres feliz?
S: No, por supuesto que no. La felicidad...
T: "No es un estado, es un proceso", lo sé. Lo dices siempre, pero con eso no dices nada.
S: Esta vez no te soñé, ¿sabes? Llevo un tiempo sin soñarte, sin buscarte por aquí. Eso me entristece, pero creo que es muestra de que poco a poco voy necesitándote menos. Siempre disfruté de nuestras conversaciones, y serán algo a lo que regresaré con dicha; hablarte siempre será uno de mis placeres. Pero ahora siento que no hay mucho más por decir.
T: También me da pena, pero es mejor así.
S: He ido a vivir como me aconsejaste, he probado más de la vida en estos últimos cuatro años que en décadas previas, he descubierto un mundo más grande del que me permitía admirar. Y por eso te agradezco. Te agradezco por escucharme cada vez, por abrirme los ojos, por siempre estar aquí para mí.
T: Siento como si estuvieras despidiéndote.
S: Ya no quiero seguir atrapado en los recuerdos, en los vagos retazos de memoria que se niegan a olvidarte. Pensar en ti me hace avanzar más lento y en ocasiones también me obliga a retroceder.
T: Te entiendo, ¿pero lo dices sólo por mí? Porque pareciera que te refieres a alguien más.
S: En cierto modo sí, pero tal vez me dirijo también a todas las mujeres cuyas vidas se han entremezclado con la mía.
T: Esta será nuestra última conversación, ¿entonces?
S: No lo sé. Sé que seguiré soñándote, en menor medida, pero no dejarás de influir en mi vida y en mis sueños. No me arrepiento de haberte conocido; todo lo contrario. Pero sí me duele haberte dejado de conocer.
T: ¿Puedo darte un último consejo?
S: Por favor.
T: Deja de tomar la vida tan en serio; incomódate, haz el ridículo, ríete de ti mismo. Y cuando seas feliz, sonríe también por mí.


Imagen: https://cdn.pixabay.com/photo/2018/02/04/00/47/landscape-3128819_960_720.jpg

lunes, 22 de enero de 2018

Desrealismos


It might just be that we're all going nowhere fast
But even so I would not trade a single day

--The world's best dreamers, de Moon Safari


En ocasiones me sucede que mientras pedaleo me pierdo en mi propia mente. Entre que recuerdo situaciones del pasado o le doy vueltas a ciertas ideas, olvido dónde estoy y adónde voy por unos instantes. Al cabo de unos segundos he avanzado algunos metros y no sé exactamente cómo es que llegué hasta ahí sin chocar contra nada o sin caerme.

Sé que entro en una especie de modo automático. Montar bicicleta se vuelve una acción tan natural y propia de mí que dejo de pensar en ella y me concentro en otras cosas, por lo que puedo seguir pedaleando sin siquiera darme cuenta. Nunca me ha ocasionado accidentes, felizmente, quizás porque suele suceder en momentos de tranquilidad. Pero siempre me digo lo mismo cuando sucede: "Regresa, Diego, no te vayas." Y así salgo de ese estado.

Lo curioso, además de que lo digo en tercera persona, es que suele ser de una manera indulgente, tolerante, como si mi lado realista hablara con el soñador, como si ya supiese que estas cosas pasan con regularidad en otro tipo de situaciones. Porque claro, soñar despierto es uno de mis superpoderes, y al parecer lo hago en donde sea, incluso sobre la bicicleta.

Pero siempre regreso, siempre vuelvo a mi punto de partida. Ileso, pero con nuevas ideas.


Imagen: https://pixabay.com/en/sunset-cycling-bridge-cyclist-man-1208263/

domingo, 21 de enero de 2018

Un poco de lo anterior para variar


Echoes of better times resound a world away

--Yasgur's farm, de Moon Safari


He notado un patrón en estas tres semanas de posts. Dado que estoy escribiendo aquí todos los días, prácticamente a la misma hora, siento que hay poco espacio para la reflexión y más se está dando un relato de los hechos diarios de mi vida. No es que esté mal, pero no es precisamente lo que esperaba escribir aquí cuando me volví a poner el reto de los 365 días de posts.

El primer año que escribí aquí estuvo lleno de un poco de todo: entradas sin sentido, recuentos del día a día y reflexiones en base a ideas o pensamientos que pude haber tenido (básicamente las etiquetas de este blog). Las primeras tenían (y tienen) sentido para mí, pero eran más palabras que salían a borbotones, pseudo ideas que entretejía y plasmaba como queriendo contar algo sin revelar demasiado. Las segundas era literalmente eso, resúmenes de situaciones que me pasaban de vez en cuando durante la semana o el mes y que iba contando para mantenerlos al tanto. Pero eran el tercer tipo de posts los que verdaderamente amaba escribir (e incluso releer).

Escribir sobre mis ideas o sobre las cosas que pensaba, darles vueltas, masticarlas, reflexionarlas y hasta deconstruirlas es una muestra del tipo de persona que era en ese entonces. No digo que haya dejado el pensamiento crítico o el idealismo de lado, pero no dedico tanto tiempo como me gustaría a ese tipo de actividades. Mi vida se ha concretizado, ahora mis metas son mucho más tangibles y mis experiencias están basadas en la madurez que he ido adquiriendo con los años; es casi como si fuese otra persona, con otras prioridades, preocupaciones e intereses.

Pero no soy otra persona, sigo siendo yo. Con menos tiempo para escribir, con otras cosas que ocupan mi cabeza, pero yo al fin y al cabo. Seguiré tratando de darle más reflexión a mis posts, más de ese toque soñador del que están teñidos muchos otros escritos anteriores, porque de esos es que realmente se obtiene algo significativo; son esos los que más recuerdo cuando pienso en este blog y a los que regreso cuando quiero leerme y aprender cosas nuevas a partir de lo viejo. Espero mantenerme fiel a esto.


Imagen: https://pixabay.com/en/fantasy-castle-cloud-sky-tower-782001/

sábado, 20 de enero de 2018

Cambio de ritmo


It's not complicated

--3 years older, de Steven Wilson


Hoy me crucé con una frase bastante poderosa: "Si dejáramos de evadir aquello que debemos hacer, ¿qué tipo de personas seríamos?"

He parafraseado un poco, pero era básicamente así, dando a entender que si asumiéramos la responsabilidad de vivir significativamente, afrontando aquello que tememos, diciendo lo que realmente queremos decir y siendo auténticos, llegaríamos muy lejos. Es decir, que somos nosotros mismos quienes nos ponemos obstáculos, y que al quitárnoslos, podemos ser más de lo que realmente creemos.

Suena idealista y hasta utópico, pero tiene sentido desde una perspectiva práctica. Si dejamos de rehuir lo que debemos hacer, si dejamos de perder tiempo y afrontamos lo que debemos hacer, tendríamos más tiempo para hacer lo que realmente queremos, y ser como verdaderamente somos. Es difícil de explicar sin repetirme a mí mismo, pero la idea básica es esa, usar nuestro tiempo responsablemente y actuar de manera significativa.

Aún estoy tratando de convencerme a mí mismo de seguir ese consejo, de realmente guiarme por esa frase. Ya veremos qué resulta de ello.


Imagen: https://pixabay.com/en/city-architecture-nature-against-2939879/

viernes, 19 de enero de 2018

Anudado


All hope disappearing
Gives the power of healing

--The endless knot, de Haken


El dolor por la  tendinitis regresó ayer con fuerza, como despidiéndose. Era como un calambre incesante, como si mi brazo se contrajese hasta el límite y aún así quisiese llegar más lejos. Me tomé algunas pastillas para el dolor y poco a poco me fui sintiendo mejor, pero fue como poner una tela sobre un camino de rocas.

Hoy ya todo va bien, felizmente. Tengo la cabeza muchísimo más despejada después de haber estado en las nubes. Ya no hay dolor, pero sí siento como una presión en el brazo, como si algo lo aplastara, y me dificulta moverlo con naturalidad. Esperaré a mañana para cantar victoria, pero voy celebrando a mi modo desde hoy, pues ya se fue la inflamación por completo y estoy mejor que en días.

Moraleja: No importan cuánta fuerza tengan, siempre habrá algo que no podrán levantar. Y no hay nada de malo con eso.


Imagen: https://pixabay.com/en/rope-knot-string-strength-cordage-3052477/

jueves, 18 de enero de 2018

Malas influencias


Hoy regresó el dolor en el brazo, y mientras trato de escribir este post procurando no cometer ningún error ortográfico, el mundo da vueltas a mi alrededor, quizás por todas las pastillas que me tomé hace un rato. El dolor sigue ahí, punzando de a poquitos, pero casi ni lo siento, y casi ni siento mis dedos. Todo da vueltas, todo.


Imagen: https://pixabay.com/en/spiral-vortex-fractal-render-swirl-2730290/

miércoles, 17 de enero de 2018

Grabado en la piel


Driven by the wounds I cannot hide

--Another angel down, de Avantasia


Hace unos meses atrás me hice un nuevo tatuaje, el cuarto hasta el momento, y en unas semanas tendré un quinto. El primero que me hice lo expliqué en un post anterior, pero no me di el tiempo de comentar los siguientes.

El 2016 recibí una noticia bastante impactante, relacionada a mí, a mi mamá y a mi papá; recibirla, procesarla y reflexionar al respecto me costó muchísimo, tanto así que incluso me hizo dudar de quién soy. Si aún no adivinan de qué se trata, los dejaré en suspenso hasta que me anime a escribir más explícitamente sobre eso aquí. El punto es que me hice el segundo tatuaje debido a esa noticia. ¿Qué significa? Pues se trata del símbolo de la diosa Farore, personaje de la saga de Zelda, quien gobierna sobre la vida y representa el coraje, la valentía. A simple vista es un tatuaje nacido de mi fanatismo por aquellos juegos, pero es más que eso, es la prueba de que, a pesar de todas las dificultades por las que he pasado, sigo vivo y sigo enfrentando la vida con coraje.

El tercero es una bicicleta; más claro no puede ser. Mi amor por el ciclismo ahora lo llevo en la piel, literalmente. No hay mayor significado que ese, simplemente quería un tatuaje de bicicleta. Me tardé un poco eligiendo al tatuador, hasta dar con una chica con diseños increíbles y un buen manejo del estilo acuarelado, así que me puse en contacto con ella y el resto es historia.

El cuarto tatuaje lo obtuve hace unos meses y también es bastante evidente para quienes reconocen la palabra. Poiesis es el acto de crear, de hacer que algo exista cuando antes no estaba. Tiene varias ramificaciones, principalmente filosóficas, a las cuales me adhiero, pero también lo veo en un sentido concreto: mi capacidad creativa. Mi amor y pasión por el arte plasmados en una palabra que significa precisamente eso, expresión, creación.

Y el quinto, aún por hacérmelo, será un búho. Sí, lo sé, poco original, pero no exactamente. En un primer nivel se trata del búho como sabiduría, característica con la que me siento muy identificado. En un segundo, se trata de algo muy propio, dado que el diseño estará basado en una foto que tomé hace varios años atrás en uno de mis lugares favoritos. Y en un tercer lugar, la tatuadora será la hermana de una vieja amiga, esa misma chica sobre la que he escrito aquí varias veces en el pasado y con quien tengo asuntos mal resueltos. Es medio poético, casi. Que la hermana de esta chica me tatúe un símbolo de sabiduría a pesar de haber actuado tan insensatamente con ella. Mi intención nunca fue esa, sino que es algo en lo que acabo de reparar. Es raro, muy raro.

Y así van las cosas con los tatuajes. Tengo ya un plan para futuros diseños, pero por ahora me lo tomo con calma, ahorrando el dinero, buscando nuevos tatuadores y pensando muy seriamente en cuál será el siguiente que me haga. Porque cinco no son suficientes.


Imagen: Archivo personal

martes, 16 de enero de 2018

Exageraciones


To kill the pain
What can I do?

--The pain, de Lacuna Coil


Ayer, por azares del destino (o más probablemente por malas decisiones) terminé yendo a la clínica.

Unos días atrás, debo haber hecho demasiado esfuerzo al tratar de levantar un mueble, porque el brazo comenzó a dolerme y pronto a mi bicep le salió un bulto. Intranquilo y a la vez tratando de decirme que no era nada grave, hice lo que todos hacen: entré a google y busqué si era síntoma de algo. La mayoría de información que encontré me llevaba a pensar que mi tendón se había roto, así que entré en pánico y decidí ir a la clínica.

Ya en consulta, me hicieron una revisión rápida, luego pasé a Ecografía y el diagnóstico fue, para mi alivio, una simple tendinitis. Básicamente, el tendón estaba inflamado por el esfuerzo físico, así que debía tomar anti-inflamatorios y un par de calmantes, reposar unos días y no hacer más actividades físicas. Salí de la clínica con el brazo vendado y muchísimo más tranquilo, y hasta sintiéndome algo tonto al estar cerca de preguntarle al doctor si necesitaría cirugía.

Y en esas estoy, en casa descansando, impedido de ir a la oficina pero avanzando el trabajo desde aquí. Las pastillas me desorientan un poco, más que nada ayer, que estuve dormido buena parte del día. Hoy ya estoy un poco más enérgico, pero el dolor, si bien leve, no cesa, así que tendré que seguir en cama por unos días más. Digamos que es la excusa perfecta para no haber podido escribir aquí ayer; sí, he fallado, pero tengo justificación médica, así que se cancela. Así que todo sigue bien.


Imagen: archivo personal

domingo, 14 de enero de 2018

Sobre el muro


Let it be clear, I was born to go down fighting

--The decision tree (we're alive), de Ayreon


Hoy, curiosamente, recordé un viejo suceso. Tenía 6 o 7 años de edad y acababa de ser obligado a subir al muro del condominio aledaño a nuestra casa. Como se nos había cerrado la puerta y no teníamos llave, a mi papá y abuelos se les ocurrió que lo mejor sería hacerme saltar a nuestro jardín desde el muro, y así podría abrirles la puerta.

Esto me hizo pensar en otras situaciones similares que, como yo, muchos han tenido que enfrentar. Como una línea por cruzar, un momento en el que cada uno de nosotros debe lanzarse hacia adelante o regresar por donde se llegó. Avanzar sería progresar, evolucionar, crecer; retroceder, por otro lado, sería fallar, estancarse, seguir siendo lo que ya se es.

Lo que trato de decir es que llegan momentos definitorios en nuestras vidas donde debemos tomar una decisión crucial. Esos momentos pueden llegar de una u otra manera, y podemos tener mucho, poco o ningún control sobre ellos; al final lo que importa es la decisión. Y las consecuencias que tendrá sobre nosotros.

Para mí, en ese entonces, fue saltar o no al jardín desde el muro. Con mi familia y amigos a un lado animándome a saltar, asegurándome que todo saldría bien, que no tuviese miedo, yo miraba al otro lado, medía con inexperiencia la altura y ya sabía que no saltaría. Desde que subí por la escalera que me llevó al muro, ya sabía que no saltaría. Y cuando el momento de tomar una decisión finalmente llegó, no salté. Y eso me definió.

Me definió ante mí mismo y me definió ante quienes me vieron retroceder. En ese momento tal vez fui un cobarde para ellos (y probablemente para mí), pero también fui cauteloso, precavido y sensato. Y durante mucho tiempo me costó verlo de esa manera. No es que haya quedado grabado como un mal recuerdo; como dije, apenas hoy recordé este suceso. Sino que muchas decisiones posteriores que tomé, que también fueron retroceder, las tomé como cobardía antes que como sabiduría.


Tal vez el Diego de 6 o 7 años se sintió tan cobarde desde entonces que su vida tomó un camino muy particular; tal vez, en parte, eso explique por qué soy como soy. No un cobarde, sino una persona sensata, que desde hace ya unos años se arriesga a cientos de cosas, pero siempre con el amparo de la prudencia. Tal vez el no saltar desde el muro me motivó a ser más valiente, más atrevido. Tal vez, en ese caso particular, retroceder no fue un fallo, sino la ayuda para tomar impulso.


Imagen: https://pixabay.com/es/damme-valla-3077870/

sábado, 13 de enero de 2018

Unilateral


Dolor, dulce dolor
Recuerda que aún estoy vivo

--Aún respiro, de Avalanch


Últimamente he estado pensando mucho en la reciprocidad, en cuánto da uno de sí mismo a otros y cuánto recibe a cambio. No en un sentido de interés propio, sino en cómo el esfuerzo que se pone por apoyar, satisfacer o dar cariño a los demás no es correspondido; o, en el peor de los casos, agradecido. Y cuando digo esfuerzo me refiero a la dificultad que a veces puede suponer brindar ese apoyo, satisfacción o cariño, no a la renuencia de hacer la acción.

No trato de decir que espero una recompensa por cada uno de mis actos. Puedo sobrevivir sin recibir nada a cambio; no necesito que me agradezcan por cada cosa que hago por alguien más; y no hago pública la ayuda que pueda ofrecer porque no requiero la admiración del mundo. Si hago algo, lo hago porque siento que es lo correcto o porque quiero hacerlo, y no movido por fuerzas externas que me empujen a realizarlo. Duele un poco cuando no se recibe siquiera una sonrisa a cambio; tampoco soy perfecto. Pero sí es penoso cuando no se recibe nada a cambio tras haber ofrecido tanto tantas veces.

Evidentemente me refiero a un caso particular, personal y, como tantos asuntos en mi vida, familiar. La vida da vueltas, como dicen, y uno nunca sabe adónde irá a parar. Algunas relaciones pueden ser maravillosas en un momento, pero con el pasar del tiempo y el acaecer de ciertas situaciones las cosas cambian, no siempre para bien. Y puede suceder de manera contraria, por supuesto. A través de los años, estos últimos en especial, la relación con mi papá ha mejorado muchísimo, pero la que tengo con mis hermanas va empeorando cada vez más.

Y va de la mano con la reciprocidad de la que hablé en un inicio. El dar sin recibir, el esforzarse sin generar cambios. Racionalizo las cosas diciéndome que están en una edad de rebeldía, pero ese desinterés que siento de su parte genera que me importe cada vez menos tratar de salvar la relación. Hay algo en particular que puede haber generado el distanciamiento, una suerte de secreto familiar que todos nosotros sabemos y del que no hablamos. Tal vez sea eso. Tal vez deba escribirlo aquí para ir recuperando fuerzas y luego hablarlo en voz alta con la familia. Realmente no lo sé.

Cualquiera sea el caso, aún no me rindo; asombrosamente. Veo muy cerca el momento en el que flaquearé, más cerca de lo que me gustaría admitir, pero suficientemente lejos como para hacer algo al respecto. Duele no recibir nada a cambio; duele, pero no mata.


Imagen: https://pixabay.com/en/meerkat-animal-africa-desert-459171/

viernes, 12 de enero de 2018

Bestial


Big Jim, he still won't lie down,
For him the bet is still on

--Ballad of big, de Genesis


No soy fanático de los juegos multiplayer online, pero hace unos días Jorge, un amigo de la oficina, encontró Brutes.io, y desde entonces varios nos hemos quedado pegados jugándolo.

Cada uno controla a un humanoide corpulento que camina y golpea. Cada vez que se derrota a un enemigo tras noquearlo y reducir su vida a cero, éste suelta unas esferas que curan a los demás jugadores y sirven para subir de nivel. Con cada aumento de nivel, el humanoide crece en estatura y fuerza, además de disminuir su velocidad. Así, el objetivo del juego es acumular puntos derrotando a la mayor cantidad de enemigos posible e intentando ser el jugador más grande del escenario.

Es un juego sencillo, pero adictivo. Y no nos veo dejando de jugarlo por ahora.


Imagen: Captura de pantalla del juego

LinkWithin

Related Posts with Thumbnails