sábado, 13 de enero de 2018

Unilateral


Dolor, dulce dolor
Recuerda que aún estoy vivo

--Aún respiro, de Avalanch


Últimamente he estado pensando mucho en la reciprocidad, en cuánto da uno de sí mismo a otros y cuánto recibe a cambio. No en un sentido de interés propio, sino en cómo el esfuerzo que se pone por apoyar, satisfacer o dar cariño a los demás no es correspondido; o, en el peor de los casos, agradecido. Y cuando digo esfuerzo me refiero a la dificultad que a veces puede suponer brindar ese apoyo, satisfacción o cariño, no a la renuencia de hacer la acción.

No trato de decir que espero una recompensa por cada uno de mis actos. Puedo sobrevivir sin recibir nada a cambio; no necesito que me agradezcan por cada cosa que hago por alguien más; y no hago pública la ayuda que pueda ofrecer porque no requiero la admiración del mundo. Si hago algo, lo hago porque siento que es lo correcto o porque quiero hacerlo, y no movido por fuerzas externas que me empujen a realizarlo. Duele un poco cuando no se recibe siquiera una sonrisa a cambio; tampoco soy perfecto. Pero sí es penoso cuando no se recibe nada a cambio tras haber ofrecido tanto tantas veces.

Evidentemente me refiero a un caso particular, personal y, como tantos asuntos en mi vida, familiar. La vida da vueltas, como dicen, y uno nunca sabe adónde irá a parar. Algunas relaciones pueden ser maravillosas en un momento, pero con el pasar del tiempo y el acaecer de ciertas situaciones las cosas cambian, no siempre para bien. Y puede suceder de manera contraria, por supuesto. A través de los años, estos últimos en especial, la relación con mi papá ha mejorado muchísimo, pero la que tengo con mis hermanas va empeorando cada vez más.

Y va de la mano con la reciprocidad de la que hablé en un inicio. El dar sin recibir, el esforzarse sin generar cambios. Racionalizo las cosas diciéndome que están en una edad de rebeldía, pero ese desinterés que siento de su parte genera que me importe cada vez menos tratar de salvar la relación. Hay algo en particular que puede haber generado el distanciamiento, una suerte de secreto familiar que todos nosotros sabemos y del que no hablamos. Tal vez sea eso. Tal vez deba escribirlo aquí para ir recuperando fuerzas y luego hablarlo en voz alta con la familia. Realmente no lo sé.

Cualquiera sea el caso, aún no me rindo; asombrosamente. Veo muy cerca el momento en el que flaquearé, más cerca de lo que me gustaría admitir, pero suficientemente lejos como para hacer algo al respecto. Duele no recibir nada a cambio; duele, pero no mata.


Imagen: https://pixabay.com/en/meerkat-animal-africa-desert-459171/

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