domingo, 10 de mayo de 2009

Detrás de las notas



Will I learn how to be one of you someday?
Will I still feel the eyes that behold me.
Will I hear what you think, when you see me?
Will it tear me apart if you feel for me...

--Broken, de Sonata Arctica


Es asombroso cómo la música tiene la capacidad de plasmarse en nuestra mente de tal manera que, al escuchar una canción determinada nuevamente, nos hace recordar con mayor facilidad los eventos del pasado en los que escuchamos la canción en cuestión. Este tipo de asociaciones es bastante común, como la de recordar algún programa televisivo al comer una golosina que se saboreaba en aquel momento, o como pasar por un lugar particular y acordarse de una conversación con una persona en especial o de algo que pasó ahí en otro tiempo.


Con relación a la música, es placentero asociar una situación de alegría con una canción preferida, pues puede ayudar a levantarnos el ánimo o contribuir a pasarla mejor de lo que ya se hace. Sin embargo, y este es el punto que quería resaltar, es desastroso cuando la canción favorita se asocia con un momento totalmente negativo, pues resulta que o deja de ser favorita o nos recuerda constantemente de algo que seguramente sería mejor olvidar. Siempre existe la posibilidad de presionarnos a asociar la canción con una nueva y mejor situación, pero hasta que eso sucede se puede pasar un largo mal rato.

Creo que fue así como fui dejando de interesarme tanto por Sonata Arctica. El concierto del año pasado fue increíble, tal vez no el mejor en la historia, pero me ayudó en diferentes sentidos, más que nada sociales, y me divertí muchísimo cantando y gritando las canciones o saltando como loco en medio de un mar de personas que se encontraba allí por la misma razón que yo (o por razones muy parecidas). Me encantó ser parte de un grupo de desconocidos (exceptuando a los amigos con los que fui) unidos por una pasión en común, donde cada persona dejaba de serlo para conformar un ente diferente, un ente que, junto con el resto, formaban un ser que no admitía discriminaciones de ningún tipo, un ser movido por la fuerza de la música y del amor por ella. No creo haber tenido ronquera más persistente que la que llegó el día siguiente al concierto. Pero, luego de esto, una serie de sucesos ocasionó que asociara este magnífico grupo de métal con sensaciones pesimistas y depresivas, por lo que poco a poco fui dejando su sonido atrás.

Hoy ya no puedo decir que Sonata Arctica es mi grupo favorito como lo fue por dos años, pero me da gusto empezar a darle nuevos significados a sus canciones. Ayer descargué uno de sus conciertos y pasé una hora y media cantando como loco, determinado a crear nuevas asociaciones y recobrar mi amor por este grupo. Tal vez no sea mi favorito nuevamente, no con Dream Theater como actual poseedor del título, pero sí puedo dejar el negativismo atrás y volver a disfrutar de su música como solía hacerlo. Nunca es tarde para darle vuelta a las cosas sin importar el peso del pasado.

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