miércoles, 15 de abril de 2009

Soñando despierto


So break me down if it makes you feel right
And hate me now if it keeps you alright
You can break me down if it takes all your might
'Cause I'm so much more than meets the eye

--Breakdown, de Seether



Creo considerarme el tipo de persona que a veces puede guíarse según la frase "el fin SÍ justifica los medios" (de forma relativa según las circunstancias y variadas situaciones), y es por ello que, luego de preguntarme a mí mismo "¿Estoy dispuesto a romper un fuerte juramento que me hice tiempo atrás e incluso a mentir si eso me procura la posibilidad (y no necesariamente la seguridad) de obtener lo más cercano a una experiencia verdaderamente mística que pueda curar cualquier mal que pueda tener?," me dije que sí. Y aquí estoy ahora, evaluando los medios que me trajeron a este fin que, tan cliché como pueda sonar, recién comienza.


La experiencia que tuve la noche de ayer y parte de la madrugada de hoy ha sido, probablemente, la más significativa que he tenido en muchísimo tiempo, tal vez comparable con mi nacimiento (que a diferencia de esto último, lo de anoche sí puedo recordarlo). Tengo mucho por lo cual arrepentirme, no solo por romper mi juramento inicial sino por romper una segunda promesa que si bien no es tan fuerte como la primera (y podría sonar trivial para muchos), es el quebrantamiento de uno de mis ideales, y eso no es fácil de sobrellevar. Pero también queda optimismo, perdura el hecho de que al fin pude volver a mis viejos hábitos de arriesgarme a probar lo desconocido, se resalta que, a pesar de todas las caídas que pueda haber estado teniendo este último mes, he dado un primer paso hacia mi principal meta. De ahí que el fin sí justifique los medios.

Días atrás, un amigo que lleva estudiando una comunidad Asháninka de la selva peruana durante ya bastante tiempo mencionó la venida de un chamán y la oportunidad de probar la planta de la Ayahuasca. Lo curioso es que esto no causó mucho interés en mí, ni siquiera cuando mencionó sus propiedades alucinógenas y lo que vio en una de las tantas ceremonias en las que ha estado durante su investigación. Más bien, me causó repulsión, el mismo sentimiento que sentí cuando una buena amiga me confesó que había fumado marihuana cuando era más joven, pues imagino que las enseñanzas que mis abuelos, el colegio, la universidad y las campañas publicitarias han calado de tal manera en mí que no puedo dejarme tener la mente abierta que acostumbro tener hacia cosas que desconozco o que creo conocer pero sobre las que no estoy seguro o sobre las que no he tenido experiencias directas o indirectas. Por un momento creí a mi amigo perdido en una adicción que tarde o temprano terminaría por matarlo. Pero luego mencionó algo que me sacó de mis pensamientos: "La Ayahuasca posee propiedades curativas que no solo ayudan al cuerpo sino también al alma".

Tomé aquellas palabras como una desvergonzada justificación de su nuevo pasatiempo, pero la duda ya comenzaba a hacerme su presa, así que investigué por mi cuenta para tener otro tipo de visiones y opiniones al respecto. Efectivamente, existen todo tipo de rituales curativos, ceremonias que no se acercan a la adicción ni al uso irresponsable de la droga que contiene la planta. Y así fue como me dejé convencer por los expertos, quizás queriendo ser convencido.

Mi amigo comentó que habría una ceremonia en su casa el martes de esta semana (o sea ayer), pero nunca me ofreció a mí participar en ella (imagino que por no hacer tantas preguntas como otros amigos le hicieron) sino hasta que le pregunté por la hora en la que se haría. Mi respuesta inmediata carente de silencios de duda o de dobles pensamientos fue un absoluto, rotundo y, para mi propia sorpresa, decidido "sí". Conmigo se animó otro amigo, quien decía tener miedo de lo que podría 'ver' durante el ritual, cosa que impactó un poco en mí, pues fue justo en ese instante en el que me di cuenta de que moría de miedo, de que quizás era el miedo lo que me empujaba a recurrir a medidas tan extremas como para remediar lo que, imagino, son mis pesares. Estaba dicho, asistiríamos. Eso fue el domingo; tenía dos días para prepararme psicológicamente y para, de ser necesario, optar por cancelar mi asistencia. Quise hacerlo, quise llamar para decir que no iría o simplemente no presentarme, pero pienso que no lo hice por las razones equivocadas, probablemente tratando de evitar mostrar debilidad. Razones equivocadas, tal vez, pero, repito, final justificante.

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